José María Sánchez-Silva escribió Rosa Viva después de su inmortal Marcelino Pan y Vino. Es el niño que tuvo que abandonar el cadáver de su madre, la primera que le narró la historia de la que surgiría su obra inmortal, a los ocho años de edad, para deambular por las calles de Madrid y pasar por tres hospicios distintos. Estamos en 1920.   

Pues bien, en 2023, 100 años después, mi amigo Álex Rosal ha resucitado una segunda obra de Sánchez-Silva, esta "Rosa Viva", y la ha subtitulado "La réplica a Marcelino Pan y Vino". Bueno, no la ha subtitulado Álex, sino el propio autor, quien aseguraba tener una deuda con la Madre de Dios, y madre nuestra, a la que había dejado a un lado en Marcelino Pan y Vino.

Yo creo que don José María pagó su deuda, con Rosa Viva. Una novela corta para recordar largo tiempo. Es la historia de un aviador italiano que lucha en la Guerra civil española en el Levante, en una acción centrada en la localidad alicantina de Jávea, en la Torre de Ambolo, ese antiguo mirador construido, como otros muchos, por Felipe II como vigía y defensa ante los piratas berberiscos, nuestros queridos amigos musulmanes.   

Uno de los mensajes de Rosa Viva: el amor erótico no es el único afecto con el que se puede amar a una mujer. Cuando menos, están el amor a la hermana, el amor a la hija y el amor a la madre. Casi nada.

Esta historia trata del Auxilio de los Cristianos, es decir, del amor materno. Marcelino no fue una semblanza de Pablito Calvo, sino de Cristo. Rosa Viva no es un retrato del militar italiano Paolo, sino de la Virgen María, que, en su papel de mujer discreta -¡Cuánto añoro a la mujer discreta!- no habla, sino que actúa, no cambia el mundo con palabras, sino con hechos.

Una joya, obra pequeña, cuya lectura se apura en menos de dos horas, de las historias que no se pueden dejar porque necesitas conocer el final, aunque te lo han contado desde el título. ¿Y qué, si lo que tú necesitas saber no es el quién sino el porqué, no el cuánto sino el cómo? "Por fin la había reconocido y se sintió resurgir, casi inocente en su ciénaga".

Hay pensadores que no saben narrar y narradores que sí saben pensar: Sánchez-Silva es uno de ellos, que sabe pensar, por eso, además de enseñar al cerebro, emociona al corazón.

Juan Pablo II bautizó a España como la Tierra de María, años atrás, Sanchez-Silva, habló de María Reina de España. Lo uno lleva a lo otro o lo otro procede de lo uno: ¡Qué más dará! Tierra o reino, España es de una mujer: María.