
Palabra que yo estaba esperando la coña, pero la coña no llegaba y el programa se alargaba por minutos. Fue en RTVE, corporación presidida por José Pablo López, con un consejo muy plural. Uno de esos programas que no sabemos de dónde viene ni adónde va. Creo que la cosa consistía en un lúgubre canto a la muerte pero, no como tránsito hacia un mundo mejor, sino como salto hacia el mundo gris de la no-existencia.
Muy didáctico, eso sí: nos proponían prepararnos para morir, que no para la muerte, no porque vayas a ir a un mundo mejor sino para entrar en la nada, es decir, para que vivas en la memoria de los otros, una dirección postal que no he conseguido encontrar en Google Maps.
Hay que morirse pensando en hacer el menor daño posible al planeta: eso consuela mucho
Creo que el espacio de la tele pública pretendía una especie de sublimación de la desesperación, cuya meta última consistía en habitar en la memoria de los demás. Pero hombre, si, después del óbito, "nadie, en la tierra, se acordará de ti".
El testimonio más científico correspondía a un ecologista que paseaba por un cementerio -el programa era muy alegre- asegurando que allí estaban rodeados de hormigón, "uno de los elementos que más atenta contra nuestro entorno". Y claro, yo quiero morirme pero que mi muerte no haga daño al planeta, al que tanto adoro y venero.
Recuerdo que en los albores de Internet, se hizo viral el vademécum de un personaje dispuesto a suicidarse pero sólo con una condición: que su autoinmolación no dañara al planeta tierra. Y el pobriño no encontró ningún tipo de suicidio que no manchara a la madre tierra.
A continuación, sale a escena otro grupo de majaderos que apuesta por los cementerios naturales, que, si lo he entendido bien, significa que dejen mi cuerpo serrano en cualquier sitio tirado, naturalmente para fundirme con la naturaleza: cementerios naturales "como los hay en el norte de Europa". Ya saben ustedes que todo lo que procede del norte de Europa, empezando por los vikingos, representa un avance de la civilización.
La muerte es la muerte y la única manera de no temerla es pensar que supone el comienzo de una nueva vida, no el final de ésta
Otro chiflado se dice portavoz de un grupo que trabaja con los fallecidos y las fallecidas. Obsérvese que el decoro feminista va más allá de la muerte.
Aparece a continuación -palabra que no me invento nada- en pantalla una oligofrénica de sonrisa triste, de las que ayudan a bien morir. Nos explica que se dedica a hablar con los que tienen miedo a la parca y, al parecer, según su balance, consigue que se despidan de la vida con mucha elegancia. Si yo acudiera a sus terapias es muy posible que, en efecto me despidiera de la existencia, por ejemplo pegándome un tiro, porque la expresión de nuestra macabra risueña me recuerda la famosa anécdota de la duquesa que se acercó a Winston Churchill y le espetó:
-Si yo estuviera casada con usted le echaría veneno en el té.
A lo que el premier respondió:
-Señora, si yo estuviera casado con usted me lo bebería.
Volvamos a los entierros verdes: otro paciente asegura que quiere que le entierren en un parque natural para así estar en contacto con la naturaleza.
Otro más evoca a los revolucionarios franceses, que en el cadalso, inmediatamente antes del afeitado de la guillotina se decían unos a otros: "Vamos a dormir". Y ya lo creo que dormían, la pesadilla sin fin.
El programita hacía referencia a los entierros más que a la muerte. Es lo que suele ocurrir cuando te falta esperanza. Es entonces cuando la forma prima sobre el fondo y cuando surge la vieja historia del hombre que acude a la funeraria para ver de qué formas puede enterrar a su suegra:
-Pues mire usted, hay tres sistemas: nicho, monumento e incineración -le informan.
Y el atribulado yerno responde:
-No corra usted riesgos: los tres.
El problema no estriba en ser enterrado de esta o de aquella forma, o de ceder tu cuerpo a la medicina. El problema es saber lo que ocurre después de la muerte y lo que les ocurre a esta panda de líricos de la calavera es que carecen de esperanza en la eternidad, que es a lo que están llamados, para bien o para mal. Y entonces se centran en el entierro y no en la muerte que es como comerse la monda del plátano y tirar el contenido...
Esta desesperación viene de siempre pero lo que parece nuevo es intentar conjurarla con un entierro elegante, ecologista o simplemente estúpido. La muerte es la muerte y la única manera de no temerla es convencerse de que supone el comienzo de una nueva vida, no el final de ésta. O se vive o no se vive: nadie vive en el recuerdo.
¿No sería más fácil confiar en las promesas de Cristo?
La muerte os sienta tan bien... dijo José Pablo López, presidente de la Corporación RTVE. Yo me siento extraordinariamente consolado tras el visionado. ¡Gracias, José Pablo!