La ciudad de Vitoria celebró recientemente su día grande, el Día de la Virgen Blanca, su patrona. Ese día, monseñor Juan Carlos Elizalde centró su homilía en la juventud de su diócesis, recoge Infocatólica de agencias.

El Obispo de Vitoria denunció que «este sistema socioeconómico que deshumaniza a tantísimas personas, también asfixia el descanso y el derecho a una infancia, adolescencia y juventud sanas y seguras, acordes a su edad».

En este sentido, calificó la actual moral o ética social como de «una doble moral», en la que «nos llevamos las manos a la cabeza cuando vemos la violencia, las agresiones o los pinchazos en la noche de los jóvenes y a la vez hacemos la vista gorda a su exposición totalmente abierta al consumo de drogas, tabaco, alcohol o pornografía, mientras que en plataformas audiovisuales y redes sociales se les estimula a una hipersexualidad desvinculada de afecto y proyecto que, combinado con el acceso a la pornografía, supone una concepción errónea y perversa del amor, del sexo y del respeto a su propio cuerpo».

También rechazó la frase tópica referida a los jóvenes: «¡Ya tendrán tiempo de ser mayores, de vivir como mayores y de enfrentarse a los problemas de mayores!» y añadió: «No vale reducir el consumo de drogas en los jóvenes. Hay que combatirlo. No vale decir que en fiestas hay luz verde para emborracharse sin límite».

En plataformas audiovisuales y redes sociales se les estimula a una hipersexualidad desvinculada de afecto y proyecto que, combinado con el acceso a la pornografía, supone una concepción errónea y perversa del amor, del sexo y del respeto a su propio cuerpo

Y cuestionó a los padres y educadores: «¿Por qué callamos ante estos excesos? ¿Por qué renunciar a los valores de nuestros mayores, que tanto cosecharon para que nosotros seamos quienes hayamos recogido los frutos? ¿Por qué bajar el listón en el esfuerzo y el compromiso para una niñez y juventud libres de los vicios de los mayores? ¿Por qué desechar nuestra raíz, nuestro sistema de valores? La existencia de algo peor no convierte en bueno lo malo».

Tras compartir datos sobre el acceso de los jóvenes a la droga o al alcohol, D. Juan Carlos afirmó que «estamos posibilitando y permitiendo romper con las raíces de nuestros mayores para quedarnos a la deriva, sin rumbo, a lo que venga y por si nos gusta», avisando que «el resultado es un aumento sin precedentes en problemas de salud mental, suicidios y depresiones en los jóvenes».

Ante esto, recordó que «rechazar las raíces por el hecho de ser antiguas es tan presuntuoso y torpe como cerrarse a lo nuevo por el hecho de ser nuevo. Privados de raíces, de sentido, de proyectos y de trascendencia, se entregan instintivamente a apurar el presente en una sexualidad de usar y tirar y en un consumo de alcohol, sustancias y experiencias fuertes en las que no se descarta la violencia física, verbal y virtual».

También se refirió al asunto educativo: «Es posible una educación mejor. No dejemos que el monopolio de su educación y formación dependa de extraños intereses. Sabemos y conocemos los valores que han hecho de nuestra civilización la del progreso, precursora de los derechos humanos, del respeto al prójimo, de la paz entre distintos, de la tolerancia como forma de convivencia y de la democracia como sistema político. ¿Queremos renunciar a esto?» se ha preguntado.

«Cada día vemos cómo en la escuela se relega la filosofía y la religión y nos conformamos o cómo se rebaja la capacidad de esfuerzo para pasar de curso y nos conformamos». Así, ha afirmado que «una juventud sin valores y sin esfuerzo corre peligro de quedar a merced de los poderosos y de hacerles sumisos a un sistema que, como estamos viendo estos tiempos, genera injusticia, violencia y miedo».

Pese a los datos pesimistas, Mons. Elizalde quiso manifestar que «el corazón del joven es el más predispuesto a la autenticidad y a la generosidad» y que hay motivos para la esperanza porque «Quienes se han acercado a la fe han descubierto una nueva vida, una nueva experiencia de felicidad y amistad únicos».

Recordando que María «conservaba todo esto en su corazón», el Obispo de Vitoria aseguró que «el corazón de los padres es la condición de posibilidad del crecimiento de los hijos».