En un momento clave de la historia como este del siglo XXI, más nos vale confiar en María. Puede que sea nuestro último recurso
Los dogmas no descubren una verdad, ratifican una verdad ya aprobada y vivida por los fieles. Ejemplo: la festividad de ahora mismo, primer día del año: Santa María, Madre de Dios.
María ya era conocida como Madre de Dios desde la antigua iglesia de Jerusalén, pero fue refrendado como dogma, su maternidad, en el concilio de Éfeso, el año 431. Desde los primeros siglos también fue conocida como virgen en esa paradoja contradictoria, el famoso 'et-et' que tanto ha explicado Vittorio Messori, esas paradojas de la doctrina cristiana, que no son contradictorias sino complementarias. En este caso, la de virgen y madre. Ocurrió en el concilio de Letrán, en el año 649.
Los dogmas no descubren una verdad, sólo la ratifican
Para el tercer dogma hubo que esperar hasta el siglo XIX. Hacia mediados de esa centuria (1854) Pío IX declaró el dogma de la Inmaculada Concepción de María. Pero el pueblo cristiano no creyó que la virgen fuera concebida sin pecado desde ese momento. Tres siglos antes ya Santa Beatriz de Silva, había creado la orden de las Concepcionistas, y el nombre de la regla no es ajeno al dogma de la Inmaculada Concepción. Por último, en 1950, Pío XII revela el dogma de la Asunción de María. Y ahora se discute si a esas cuatro verdades de fe no habría que añadir el de María corredentora, salvadora de la humanidad, tarea en la que siempre ha acompañado a su Hijo.
Quizás por aquella voz que escuchó alguien que estaba rezando en Fátima y le rogaba al Cristo no sé qué intención.
Enfrente estaba la capilla de la Virgen y y el peticionario escuchó la siguiente orden interior: "A pedir, enfrente".
El 'et-et' de Vittorio Messori: las paradojas de la doctrina cristiana no son contradictorias sino complementarias
Ahora vamos con otro título de la Señora: Santa María Madre de Dios. Que no deja de ser la fiesta más importante del año, el primero de los dogmas marianos, mucho más que la Jornada de la Paz. En esto, como en todo, la Iglesia ha sido astuta (menos mal). La masonería, la modernidad, el modernismo, el Nuevo Orden Mundial (NOM) hablan de Jornada de la Paz, para intentar diluir la fiesta de la Maternidad Divina de María, que no deja de ser el enemigo más temido por Satanás.
Pues bien, la Iglesia lo que hizo fue subsumir una fiesta en la otra. Inculturación, que le dicen, aunque no tengo claro lo que significa eso, sumar mejor que restar... como bien sabe Yolandísima.
Dicho esto, a lo importante: en un momento clave de la historia como este del siglo XXI, más nos vale confiar en María. Puede que sea nuestro último recurso. Abandonémonos en María, por la cuenta que nos trae.