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El ser humano veía cómo florecía el campo, pero no sabía ni cómo ni por qué. Veía los resultados de la floración e intuía las consecuencias cuando por alguna razón no florecía en el tiempo que siempre lo hacía. Algo por el estilo sucede hoy en día en la sociedad, embebida por un chorro feroz y caudaloso de cambios que le aparecen de un día para otro sin saber de dónde llegan. Todos los brutales cambios que quieren hacer en la antropología natural del ser humano, que nos son impuestos por ley y los medios de comunicación. Son por orden de artificio, que choca directamente con la antropología natural de las personas, no de la cultura, ni de la Iglesia, a la que han cargado el supuesto cultural del heteriopatriarcado.
Recientemente ha entrado en colisión el debate político de las leyes de violencia de género. Es la hartura social de los abusos que una ley permite, como cualquier otra ley que se impone por ideología y no por estricto sentido del bien común. Tengo la sensación de que ahora también, los ciudadanos corrientes que consideran que la familia es intocable, o que la educación es responsabilidad directa del padre y la madre, han llegado a tal punto que al ver el desfile del supuesto orgullo gay convertido en un carnaval pornográfico que, a través de las redes sociales llegan a todas partes con fotos de alto contenido de perversión, incluida la presencia de los menores de edad para dar normalidad de familias, mientras estos pasean ingenuamente rodeado de hombres y mujeres desnudos. Esta situación de abuso social e ideológico está haciendo que en determinados estratos se reivindique la naturalidad de las relaciones humanas, y también comiencen a reclamar el "Orgullo heterosexual" como contrapeso al mensaje que hoy por hoy es dominante por los grupos de presión LGTBI.
En determinados estratos se reivindiqua el "Orgullo heterosexual" , como contrapeso al mensaje que hoy por hoy es dominante por los grupos de presión LGTBI
En un foro de debate en el que participo, al tratar este mismo asunto, una de los contertulios virtuales hizo una reflexión que me parece debo trae hasta aquí: "El Orgullo heterosexual no tiene sentido. Se reivindica el Orgullo Gay u homosexual como escenificación de la liberación sexual de quienes se vieron perseguidos o discriminados por esta causa. Reivindicar la heterosexualidad es caer en el moralismo". Lo comparto al cien por cien, es verdad. Y sigue diciendo: "Sin embargo, observo una confusión muy extendida: una cosa es la orientación sexual, otra cosa es el sexo biológico y otra la identidad de género (de carácter social)" y este es el debate que los promotores sociales pretenden encizañar en la mente de unos y otros, para que cualquier politólogo prohomosexual pontifique con alguna frase de laboratorio y quiera cerrar la boca a todos: detractores o partidarios ignorantes, opinadores y desinformados que solo se mueven por instinto que les acobarda socialmente... ¡Que por cierto, son la mayoría!
No soy el único que sabe que a los homosexuales hay que comprenderlos, primero porque desconocemos su vida, sus raíces familiares, sus circunstancias... Pero también sabemos que comprender no incluye compartir. Para eso es necesario asumir con claridad lo que el Catecismo de la Iglesia Católica dice al respecto en su punto 2358: Un número apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas. Esta inclinación, objetivamente desordenada, constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. Deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta. Estas personas están llamadas a realizar la voluntad de Dios en su vida, y, si son cristianas, a unir al sacrificio de la cruz del Señor las dificultades que pueden encontrar a causa de su condición. Lo que nos lleva a combatir, no a las personas, si no a la las ideologías e instituciones que alimentan este error, que solo es capaz de destruir al ser humano y no beneficia en absoluto al conjunto de la sociedad.
Lo que nos lleva a combatir, no a las personas, si no a la las ideologías e instituciones que alimentan este error, que solo es capaz de destruir al ser humano y no beneficia en absoluto al conjunto de la sociedad
Hay también quien echa en cara que la jerarquía de la Iglesia no abra la boca, y es injusto, porque lo han hecho en muchas ocasiones, desde los últimos Papas hasta los obispos y muchos, muchos sacerdotes, que no desperdician el ambón en homilías blandas, si no para aclarar conceptos, dar doctrina y avisar de los peligros actuales para los que debemos prepararnos. Puede ser que a algunos no les parezca suficiente, porque echan en falta el tono chusco y barriobajero que usa la calle a la defensiva para reclamar y hacerse notar. Sin embargo, cada interlocutor habla en el tono que le dignifica a él mismo y a su feligresía, nunca mejor dicho. Lo que tendremos que hacer los cristianos son dos cosas que van inseparablemente unidas: formarnos para el combate y rezar más para soportar el fragor de la batalla, que ni se propone corta, ni blanda. El mismo padre Jorge Loring, en 1998 dejó escrito Para salvarte, un libro que expone los temas fundamentales que un cristiano debe conocer para saber combatir al enemigo del siglo XXI.
Muchos se dejan llevar por los vientos de hoy en día que sin duda desaniman a primera vista y consideran que la salvación del mundo está echada a perder. Sí, son los que se olvidan de que Dios es Señor del mundo, propiciador del bien y que admite el mal, pero sobre todo como parte del plan que Él mismo ha trazado desde la eternidad para su Gloria, para que se cumpla y nos magnifique con Él. También soy de los que piensan que esta era loca, inmoral y pervertida, hará que se llene al cielo de almas, porque no hay que olvidar que para que el mal sea pecado en sí mismo, debe existir conocimiento cierto de que es ofensa a Dios y voluntad expresa de querer ofender. Y tampoco debemos olvidar que en los últimos 60 años se viene desasistiendo la formación moral religiosa de generación en generación, y que, a estas alturas, nos encontramos con muchos teólogos papagallos que se inventan filosofías teológicas de modo tan comprensivo, para que Dios llegue a desaparecer sin hacer daño, como si nunca hubiese existido.
En esta Europa postcristiana nos tocará enseñar nuestra cara segura, amable, firme y alegre que corresponde a los hijos de Dios
Bien, no vamos a negarlo, son tiempos recios que sin duda miden nuestra calidad humana y cristiana. Nos toca luchar duro contra las propuestas mundanas que posiblemente hayan afectado a personas cercanas a nosotros mismos. Pero si tenemos la seguridad de que estamos en el equipo ganador, es decir, en el equipo de Dios Padre, Redentor y Santificador, lo único que nos puede suceder es que de vez en cuando lo pasemos mal, porque en esta Europa postcristiana nos tocará mostrar el rostro seguro, amable, firme y alegre que les corresponde a los hijos de Dios.
¿Alguien entiende a Dios? (Sekotia) Javier Sánchez-Pacheco. La pregunta es retórica y la obra es un amplio compendio donde, desde un punto de vista filosófico, se explica los principales cortes del Credo que nos unen a todos bajo la cúpula del Vaticano y nos hermana de forma incondicional. El autor, es Catedrático de Filosofía en la Universidad de Sevilla y sabe bien qué quiere decir y cómo explicar aspectos que para algunos parecen ser ruedas de molinos con las que han de comulgar, un caso típico de personas que creen sin comprender, por tradición o por que el cura de su pueblo un día se lo dijo...
Persecuciones contra la Iglesia Católica (Rialp) José Carlos Martín de la Hoz. Jesucristo anunció persecución: “Si me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros”. Y así ha sido desde el mismo origen de su Iglesia. La Roma pagana martirizó a los primeros cristianos, y desde entonces hasta nuestros días es difícil encontrar períodos de calma. Nuestros tiempos no serán diferentes al pasado, es el sino de la santidad. Es más, la reconversión de la Iglesia, bastante enferma hoy, solo encontrará su solución a través de la purificación.
La sociedad decadente (Buena Nueva) Isaac Riera Fernández. El autor, un misionero con un conocimiento bastante exacto de lo que sucede en el llamado primer mundo, porque lo ve con la perspectiva del tercero, avisa de que Europa ha dado la espalda a Dios, la Europa que creció y se fortaleció sobre los principios cristianos, quiere buscar su propia “identidad”, su “libertad”, su “autonomía”. En solo sesenta años, Occidente ha entrado en barrena, ha perdido su esencia y se precipita de manera estentórea a la ruina, el declive, la decadencia y el ocaso. ¿Existe aún esperanza? ¿dónde está…?
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