La posmodernia está siendo altamente resolutiva en la expansión de la mediocridad y la desconstrucción del ser humano. Estados Unidos, como faro de la modernidad, en sus 20 últimos años, acumula más fracasos intelectuales y sociales que en toda su historia como nación. Las ideas no existen, solo queda instinto y rabietas infantiles. Podemos hablar de imposiciones ideológicas sin pies ni cabeza y The Walt Disney es su gran propagador, cuyo objetivo es fomentar la confusión absoluta en las generaciones más jóvenes y en sus padres la vulgaridad. A los ciudadanos de medio mundo, cabe preguntarnos qué sucederá en un tiempo futuro cercano, porque el mal afecta a la mayoría de los países de Occidente, incentivados por el gran emperador del siglo XXI, Joe Biden. Todos sabemos que ciertos presidentes occidentales han sido más colocados que elegidos aunque las urnas hayan sido la herramienta para hacerlo después de un trabajo fino y engrasado desde los mismos medios de comunicación que manejan los hilos. Pero en la gran democracia americana… ¿cómo llegó a ser presidente Biden? Veamos.

Joe Biden, cada día que pasa, muestra graves problemas de popularidad. La sociedad se ha convertido en un crítico cada vez menos permisivo, exigente e impaciente. Cada día que pasa, crecen las dudas sobre su lucidez política y psíquica para afrontar uno de los momentos más difíciles de la historia de su país. Para explicar esto debemos acercarnos a cómo Biden llegó a la Casa Blanca. La realidad es que Biden no terminó de gustar a los votantes americanos, aunque haya pasado toda su vida profesional dedicada a ella. Cuando comenzó su carrera política, padecía cierta tartamudez que le impedía hablar cómodamente en público, que ya es un freno importante para un político. Pero todo fue posible en gran medida porque logró un escaño en Delaware, un pequeño estado americano que no llega al millón de habitantes, lo que le dio paso a que comenzara a actuar en la gran política estadounidense.

Las ideas no existen, solo queda instinto y rabietas infantiles. Podemos hablar de imposiciones ideológicas sin pies ni cabeza y The Walt Disney es su gran propagador, cuyo objetivo es fomentar la confusión absoluta en las generaciones más jóvenes y en sus padres la vulgaridad

Después de graduarse en derecho, pasó por un corto plazo de tiempo por el Consejo Legislativo en el condado de Lancaster y en 1972 desafió en el Senado federal a un senador que llevaba 12 años en la política, J. Caleb Boggs, y que se había planteado retirarse de la política pero que decidió volver a presentarse a última hora, lo que le hizo perder por los pelos frente al desconocido, joven y tartamudo Joe Biden, lo que convirtió en uno de los senadores más jóvenes de la historia con sólo 30 años. Desde esa posición, construyó su carrera política con apariencia sólida y confiable. Lo mismo se unía a los demócratas que a republicanos para cerrar acuerdos bipartidistas con cierto éxito, algo que hoy parece que es incapaz de lograr.

Pero no solo su capacidad política fue útil en su carrera, también sus tragedias personales como la muerte de dos hijos y la de su primera esposa, lo ayudaron a fraguar la imagen de alguien humano, cercano y sencillo. Sin embargo, la lástima personal no es suficiente para cuajar un perfil de líder como presidente y sus intentos para alcanzar el despacho oval en 1988 y en 2008 fueron claramente insuficientes. Es cierto que tenía un bajo perfil político, pero a cambio era un hombre de fiar, lo que le situó como un buen segundo para Barack Obama, que lo mantuvo como vicepresidente durante los ocho años de gobierno. Una posición de gran visibilidad y proyección política, lo que le proporcionó la presidencia en 2021. Llegó rodeado de muchas dudas en el proceso democrático y también, no por su liderazgo, sino porque en las primarias demócratas el candidato más fuerte era Bernie Sander, pero su tendencia a la izquierda era demasiado excesiva para el americano medio, que prefería algo más progre y menos político; el resto lo hizo Donald Trump, que muchos estadounidenses estaban decididos a que no continuara en Washington otros cuatro años. Al final, votar a Biden era lo más eficaz, aunque muchos lo hicieran con la nariz tapada.

Biden llegó rodeado de muchas dudas en el proceso democrático y también, no por su liderazgo, sino porque en las primarias demócratas el candidato más fuerte era Bernie Sander, pero su tendencia a la izquierda era demasiado excesiva para el americano medio, que prefería algo más progre y menos político

Si bien, como ya hemos dicho, nunca fue un gran orador y su edad de entonces, 78 años, hizo que el margen de confianza que los americanos ofrecen a sus presidentes -de más o menos la mitad de la primera legislatura-, a Biden le duró apenas ocho meses. La caída de Afganistán fue un duro golpe a su liderazgo, también la cantidad de fallos, colapsos, despistes, confusiones en los discursos, resbalar subiendo las escaleras de un avión, la caída desde una bicicleta, insultar a un periodista sin darse cuenta de que tenía el micrófono abierto, decir en voz alta las indicaciones que leía por telepronta durante un discurso, confundir la palabra “honor” del Holocausto en vez de la de “horror” o la fractura social que ha provocado con el peliagudo asunto de la ley Roe vs Wade

En definitiva, todas estas derivadas se han convertido en una cadena de lapsus que muestra al presidente de Estados Unidos en el protagonista de los memes más sarcásticos y las burlas más afiladas han terminado humillando a los ciudadanos estadounidenses su exacerbado sentido patrio. Y es que esto no es todo, porque la política internacional también muestra un panorama muy desalentador: la invasión rusa de Ucrania, la crisis energética internacional, una inflación del 10% anual y el avance de China son desafíos que requerirían un liderazgo firme y claro que a todas luces no existe.

El 57% de los estadounidenses desaprueba su gestión y solo el 37% le sigue apoyando y, lo que es mucho más dramático para él, que el 64% de los demócratas no lo quiere como candidato en 2023

Quizá, todo esto explica que el 57% de los estadounidenses desaprueba su gestión y que solo el 37% le siga apoyando y, lo que es mucho más dramático para él, que el 64% de los demócratas no lo quiere como candidato en 2023. Todo este escenario augura una crisis política en ciernes que puede tener un resultado paradójico, en el que no se descarta la reaparición de Donald Trump con el que, a parte de sus acciones y reacciones, Estados Unidos vivió la primera legislatura de su historia sin guerras, acuerdos con China y el crecimiento económico más brillante de los últimos años americanos.

¿El resto de Occidente, se dará cuenta de esto mismo con sus presidentes o seguirán durmiendo bajo el globalismo apisonador, cuya sombra cada día es más alargada?

Réquiem por el sueño americano (Sexto piso) de Noam Chomsky. El autor disecciona los diez principios fundamentales de la concentración de la riqueza y el poder en los Estados Unidos, que a efectos prácticos han secuestrado la democracia en favor de los intereses de una élite político­financiera, sumiendo a un gran porcentaje de la población en la miseria y desesperanza más absolutas. Noam Chomsky es uno de los intelectuales contemporáneos más importantes, pues su nombre es prácticamente sinónimo de disidencia lúcida, producto de varias décadas dedicadas a analizar y denunciar las peores atrocidades de los sistemas sociopolíticos contemporáneos.

Las Élites y el arte de la impostura (EAS) de Marcos López Herrador. Resulta evidente que el hombre actual no está conociendo la realidad en sí misma ni a través de su propio criterio, sino a través de la interpretación que otros le facilitan; interpretación que finalmente no acaba estando al servicio de esa realidad que se pretende interpretar, ni al servicio del destinatario del mensaje, sino al servicio de los intereses de las élites con poder para elaborar, controlar y transmitir la interpretación que a ellas conviene.

Hillbilly, una elegía rural (Deusto) de J.D. Vance. El resentimiento, la falta de ambición y una combinación letal de victimismo y pesimismo junto a una devoción por el país, una fervorosa fe en Dios y un desaforado sentido del honor han hecho que los hillbillies posean una tendencia a la violencia física y verbal, al alcoholismo y las drogas, se conformen con vivir de los subsidios del Gobierno y sean despreciados por sus compatriotas de ambas costas del país. Su respuesta a todo ello es conocida: han encumbrado a Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.