La eutanasia y el suicidio asistido, crímenes contra la vida
Los activistas italianos en favor de la eutanasia y el suicidio asistido han superado el primer obstáculo en su esfuerzo por lograr su legalización, al obtener medio millón de firmas que permiten al parlamento decidir si el asunto se lleva a referéndum, recoge Infocatólica.
Tanto el suicidio asistido como la eutanasia son ilegales en Italia, donde la ley penal dice que «quien provoque la muerte de un hombre, con su consentimiento, será castigado con pena de prisión de seis a quince años».
Desde abril, los activistas a favor de la eutanasia han hecho circular una petición con la esperanza de llevar a votación un referéndum para eliminar parte de la ley, que despenalizaría de hecho el suicidio asistido para adultos.
En una declaración publicada esta semana, los obispos italianos afirmaron que «cualquier persona que se encuentre en condiciones de sufrimiento extremo debe ser ayudada a gestionar el dolor, a superar la angustia y la desesperación, no a eliminar su propia vida», añade CNA.
Los prelados citan el siguiente pasaje de Samaritanus Bonus, la carta de la Congregación para la Doctrina de la Fe de 2020 sobre el cuidado de las personas en las fases críticas y terminales de la vida: «el Magisterio de la Iglesia recuerda que, cuando uno se acerca al final de la existencia terrenal, la dignidad de la persona humana implica el derecho a morir con la mayor serenidad posible y con la propia dignidad humana y cristiana intacta». El documento magisterial reafirmó que la eutanasia es un «acto intrínsecamente malo».
El documento magisterial reafirmó que la eutanasia es un «acto intrínsecamente malo»
En su declaración, los obispos dijeron que «elegir la muerte es la derrota de lo humano, la victoria de una concepción antropológica individualista y nihilista en la que ni la esperanza ni las relaciones interpersonales encuentran más espacio», explica CNA.
Italia se uniría de esta manera al grupo de países en los que la eutanasia es legal: Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Canadá, España y Colombia; así como a los estados de Oregón (Estados Unidos) y Victoria (Australia). Todos ellos han traspasado la frontera ética de que la vida es sagrada y ni uno mismo y ni mucho menos un tercero puede disponer de ella. Esa frontera ética está en la conciencia de todas las personas del mundo. Y por eso es de ley natural.
En estos países está ocurriendo que se empieza permitiéndola sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables: enfermos mentales, ancianos, discapacitados sobre todo intelectuales..., que no pueden defenderse ante la decisión de otros -el Estado, un médico, los jueces, los políticos, sus familiares- sobre sus vidas.
Se trata de un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor, especialmente la de los más débiles y vulnerables, y que sea a ellos a quienes se termine aplicando la eutanasia sin su consentimiento.