La Family Office (FO), la oficina de gestión patrimonial de las grandes fortunas, se consolida como una de las fuerzas económicas más dinámicas a nivel global, con un patrimonio estimado que rozará los casi 10 billones de dólares para el 2030. Este crecimiento exponencial, que representa un aumento del 75% en una década en el número de entidades, ha traído consigo una profunda transformación estratégica: el capital privado ha desbancado al público como principal foco de inversión.

Con más de 2.000 single-family offices (SFO) en Europa en 2024, una cifra que se espera crezca hasta casi 2.300 en 2025, estas entidades no solo han explosionando, sino que están redefiniendo drásticamente su estrategia de inversión empujadas por la incertidumbre geopolítica y la estricta regulación europea.

La principal transformación se observa en la asignación de activos. Los Family Office europeos han adoptado una perspectiva marcadamente global. Actualmente, su capital tiene una alta exposición en los EEUU (43%), señalando una diversificación activa hacia el mercado norteamericano, percibido a menudo como un refugio de liquidez y crecimiento. Se calcula que sólo el año pasado en Alemania -con un tejido de pymes muy similar al español-, las FO encubrieron “una fuga de capital” valorada en unos 200.000 millones de euros (con destino mayoritario a EEUU), según algunas fuentes apuntadas en la TV pública germana, como consecuencia de la crisis y varios años de recesión económica en el país  en busca de mejores retornos de inversión.

En términos generales el capital privado (private equity) representa de promedio el 27% de las carteras de estas oficinas gestoras de patrimonio familiar, con una creciente inclinación hacia las inversiones directas y las coinversiones (múltiples participantes en un mismo proyecto o fondo). 

Los Family Office europeos han adoptado una perspectiva marcadamente global. Actualmente, su capital tiene una alta exposición en los EEUU (43%), señalando una diversificación activa hacia el mercado norteamericano, percibido a menudo como un refugio de liquidez y crecimiento

Algunos de los mercados preferidos de inversión destacan el tecnológico (IA, ciberseguridad), el inmobiliario , medio-ambiente, salud y energético. Esta tendencia refleja la búsqueda de rentabilidades más altas y el control directo sobre los activos.

A pesar de su sofisticación financiera, las FO enfrentan además una doble crisis que pone en jaque su estabilidad según expertos a causa de la ciberseguridad y la sucesión.

El riesgo de ciberataque es supremo. Al parecer el 43% de las FO han sufrido un ciberataque en los últimos dos años, mientras que el 72% admite que invierte de forma insuficiente o moderada en la tecnología operativa necesaria. Casi un tercio carece de una estrategia de ciberseguridad definida.

Como si el contexto geopolítico e institucional en la UE no fuera ya preocupante, a esto se suma la vulnerabilidad generacional. Aunque el 41% de las FO están llamadas a pasar por una sucesión en la próxima década, una gran parte de ellas carece de un plan de sucesión definido. En el caso de España la proporción es de 1 de cada 3, presumiéndose no pocas fricciones internas como viene siendo habitual.

Esta tendencia es muy similar al relevo generacional que se va a producir cuando llegue el traspaso de la mayoría de las  pymes familiares en alguna parte de Europa por falta de un protocolo y/o profesionalización de su gestión. Las empresas familiares (que a menudo gestionan su patrimonio a través de family offices) representan entre el 60 y el 90% de la economía en países europeos como Países Bajos, Italia, Francia y sobre todo Alemania (Mittelstand) , generando el 50% del PIB de la UE y entre el 40-50% de los empleos del sector privado.

España no hace las Américas

España, a diferencia de nuestros socios europeos, se caracteriza por un perfil más conservador encubriendo el espíritu conquistador de otras épocas pasadas en la historia. Mientras nuestros vecinos  hacen las Américas en busca del “oro”, los gestores de las FO en nuestro país optan mayoritariamente por el mercado doméstico (62%) y un 18% por Europa, mientras que  apenas el 15% se destina a EEUU. Parece que el mercado de los 60 millones de hispanos en Norteamérica (generando esta  minoría étnica del país  el mayor PIB del continente) tampoco es argumento suficiente y no el inglés para exponerse en busca de mejores rentabilidades.

En el ecosistema español, donde las empresas familiares representan más del 80% del tejido empresarial, la presión de la CNMV y la complejidad regulatoria han creado una nueva prioridad que descansa en la externalización del cumplimiento normativo, explicando en parte la pírrica exposición inversora global. 

Aunque las funciones de auditoría interna o cumplimiento no son obligatorias para las FO en España (donde el patrimonio mínimo para justificar una estructura suele superar los 10 millones de euros), la externalización se está adoptando como una "mejor práctica" esencial (best practice). Este modelo permite a entidades como la gestora Pontegadea Inversiones (de Amancio Ortega, fundador de Inditex) acceder a profesionales técnicos más especializados, ganar eficiencia y gestionar mejor los riesgos inversores.

El 41% de las FO están llamadas a pasar por una sucesión en la próxima década, una gran parte de ellas carece de un plan de sucesión definido. En el caso de España la proporción es de 1 de cada 3, presumiéndose no pocas fricciones internas como viene siendo habitual

El desafío ahora reside en garantizar que esta externalización mantenga la independencia y transparencia. Ciertos expertos abogan por una política de rotación periódica de proveedores externos, similar a la exigida a los auditores financieros, como una medida para fomentar la diversidad de criterios y reducir riesgos de compliance en el sector. Sin embargo hay  dueños de sus propias gestoras que  asocian “el family office con la extensión de la empresa familiar. Lo que se aplica en la empresa familiar se aplica en la family office".

Pese a todo, una de las críticas más comunes del sector se resume en estos términos: "En España tenemos una penalización en el ahorro y la inversión a largo plazo en la economía real que se le suma a la complejidad fiscal en este país, haciendo que la inversión en capital de riesgo sea menos atractiva”. Todo ello tampoco anima al parecer a cruzar el charco como bien hacen nuestros vecinos europeos renunciando al  dicho que reza: “Quien no expone ni arriesga no gana”. 

El globalismo español (pero encubierto) del Gobierno de Pedro Sánchez falto de políticas públicas adecuadas no contagia a los gestores de las empresas familiares y sus FO que son las que verdaderamente crean empleo. No le falta razón a ciertos analistas que abogan por la internacionalización de las pymes españolas y sobre todo por crecer de tamaño para ser más competitivas a largo plazo en un mercado cada vez más abierto. Tal vez entonces se beneficien también las FO con una mayor rentabilidad y una diversificación del riesgo, salvo que los herederos y la constante presión fiscal se desprendan del patrimonio para vivir del cuento (osea de las rentas).