A menudo nos preguntamos cómo hemos llegado a una situación del Estado tan lastimosa, y no hablo de la orientación política, sino del uso partidista del poder abandonando su principal vocación política que es la de servir al pueblo. En mi artículo anterior señalaba al sistema de elecciones como una de las causas que sin duda no ayudan a mejorar. La decadencia continuada desde el inicio de la democracia en España es una evidencia. Pero no es eso, por lo menos no solo es eso. El sistema de elecciones es una herramienta, que según la moral de quien la use da un resultado u otro. También un mal cuchillo corta jamón o asesina a alguien. Por esta razón, me gustaría poner el foco en cuatro aspectos -entre otros muchos- que son buenas razones que nos sirven para comprender la situación que vivimos en España.

El tercer foco es para los políticos, que deberían ser el sumun de la moral social, la dignidad personal, la intelectualidad brillante y que, sin embargo -véase la casta- muestra a personas que viven muy por encima de la media de los españoles gracias a nuestros impuestos, visten caro y tienen privilegios por el hecho de ser políticos que desdicen de su vocación al servicio público

La primera es que la democracia española no es presidencialista sino partidista, lo que aleja a las personas dedicadas al gobierno del país de la responsabilidad de gobierno, que recae en el partido, es decir, en la nada, porque un partido político es un ente vacío sino lo conforman individuos libres y, por lo tanto, responsables de sus actos, que deben asumir las consecuencias. Sí, evidentemente hay personas, pero su responsabilidad se licua entre todos sus componentes y nadie da la cara. ¿Se imaginan que las empresas fueran iguales? ¿Que los administradores de una empresa no fueran responsables de las decisiones tomadas, de sus quiebras o sus desfalcos?

La segunda, y es de largo recorrido -sobre todo el que ya ha realizado-, es el bajísimo nivel de educación integral que recibe la sociedad desde la enseñanza reglada, desde los medios de televisión en especial las televisiones comerciales -incluida Televisión Española-, las redes sociales y, por supuesto, el mensaje que la juventud percibe desde la política nacional, autonómica y local.

El tercer foco es para los políticos, que deberían ser el sumun de la moral social, la dignidad personal, la intelectualidad brillante y que, sin embargo -véase la casta- muestra a personas que viven muy por encima de la media de los españoles gracias a nuestros impuestos, visten caro y tienen privilegios por el hecho de ser políticos que desdicen de su vocación al servicio público. Y, para más inri, su preparación profesional, intelectual y/o profesional en muchos casos no es más que la base de una ideología sectaria que les impide hablar de política y que les coloca en las antípodas del espíritu democrático que debiera guiarles. Esto y más, hace que cada vez nos sintamos menos representados por ellos, pero eso les da igual porque están blindados.

El cuarto aspecto que me preocupa es el giro que ha dado España en la última legislatura, desembocando como nunca en un enfrentamiento de alto voltaje a todos los niveles. No sólo por las estrategias de poder que han ejercido desde el gobierno, mintiendo y saltándose la ley o crispando a la sociedad en una etapa sin precedente en nuestro país, sino también por el uso partidista que han hecho de las instituciones para protegerse a sí mismos. Esto sucede cuando un gobierno manipula regando de millones a los medios de comunicación, la información se vuelve propaganda; cuando el comportamiento de los integrantes del gobierno es dudoso en el uso del dinero, de los bienes y los servicios públicos a su disposición y que debería ser conocido por todos, se declara “secreto oficial”; cuando el presidente no va al parlamento a debatir, rendir cuentas de su gestión ante la oposición y deja su escaño vacío para no dar la cara despreciando a los representantes de los demás españoles; cuando el presidente se cubre las espaldas y pone al frente de la Fiscalía a un excargo del gobierno; o cuando Conde-Pumpido, hoy presidente del Tribunal Constitucional, puesto a dedo por Pedro Sánchez, cuyos antecedentes no dejan duda, siendo un magistrado de fuerte carácter progresista, que también fuera fiscal general del Estado con el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, deja en más que duda las decisiones de la justicia, a disposición del gobierno en funciones, lo que le viene muy bien para cerrar sus negociaciones con los prófugos, como las exigencia de la amnistía total, cuando se sabe que la Constitución no admite amnistías.

Echamos de menos políticas valientes que se enfrenten a la realidad social con la triste tasa más alta de paro en Europa con el 11,7%, y entre los parados, la más sangrienta es la de paro juvenil con un 27,4%

España, los partidos políticos y los políticos tienen que hacer una revisión urgente para volver a tiempos mejores, que los ha habido. Tiempos en los que no estábamos divididos por todo, por políticas transversales que bombardean lo que tocan. Echamos en falta rearmar moralmente a las instituciones y que verdaderamente se cumpla la separación de poderes. Políticas valientes que se enfrenten a la realidad social con la triste tasa más alta de paro en Europa con el 11,7%, y entre los parados, la más sangrienta es la de paro juvenil con un 27,4%. Hay que reindustrializar España, atrayendo inversores que aprecien seguridad jurídica, que no se sientan acuciados fiscalmente, como a los autónomos, los empresarios, los ricos y también a los pobres… Hay que volver a elevar la confianza en el primer sector: que se vean protegidos por el gobierno, recuperar la ilusión de invertir en sus tierras y crear normas realmente útiles para las cabañas ganaderas, no leyes sectarias y animalistas que no aportan nada más que caos, amargura y abandono de la España cada vez más vaciada, si los agricultores y ganaderos no ven futuro en su lucha diaria. Faltan políticos verdaderos, que sepan de su oficio, y sobran apalancados a la poltrona con intereses personalistas lejos del bien común. En definitiva, tienen que hacer que retorne la armonía social y que los españoles voten en conciencia, no por el miedo o haciendo uso de recursos torticeros y emocionales.

Maleducados (Sekotia), de Berta Rivera. Recién salido de imprenta, llega en un momento muy propicio, justo al inicio del curso escolar aunque su objetivo no es ese, pero también. El libro hace un elenco de reflexiones y denuncias sobre cómo estamos educando a los hijos de forma integral. Hace razonamientos de alcance y pone en negro sobre blanco lo que todos vemos o no, pero que sí somos víctimas como padres, maestros o hijos. ¡Muy recomendable!

Un alma para Europa (Aranzadi), de Delia Manzanero Fernández. La autora considera que los ideales krausistas han de ser laboriosamente cuidados y estudiados y proyectarse en calidad de guía para afrontar la realidad embotada de nuestro presente. La aspiración krausista supone todavía un reto para las democracias avanzadas que quieren estabilidad y prosperidad y que, aún en pleno siglo XXI, siguen alimentando en su seno la desigualdad más lacerante.

Los medios de la mentira (Letras Inquietas), de vv.aa. A lo largo de las páginas de este libro, los autores reflexionan y exponen con datos, hechos y vivencias personales de cómo los medios de comunicación se han convertido en la mentira en sí misma. Las fake news publicadas por los mass media no son un invento reciente aunque sí se han extendido de tal manera en los últimos tiempos que es prácticamente imposible para el espectador distinguir la verdad de la mentira.