La ministra de Sanidad, Carolina Darias, destacó ayer como un éxito la aprobación de la Ley Orgánica 3/2021 de regulación de la eutanasia, que salió adelante el 24 de marzo del año pasado y que entró en vigor en junio de 2021.

Según explicó la ministra, hasta el primer semestre de 2022 se han realizado en España cerca de 180 eutanasias.

Carolina Darias ya había destacado el papel de la Ley de Eutanasia, un año después de su entrada en vigor, con estas palabras:

Según la ministra, ahora tenemos "una sociedad más justa, más equitativa, más generosa, pero sobre todo más decente. Una sociedad que se ocupa y se preocupa por evitar el sufrimiento de los demás. En definitiva: una sociedad comprometida en la búsqueda de una vida digna para los que viven pero también para los que mueren. Porque de eso se trata: de dignificar la vida siempre. Y más, en el final de ella".

Obsérvese que sus palabras podrían servir, exactamente las mismas, para defender los cuidados paliativos, en lugar de la eutanasia.

El Papa Francisco, recientemente, habló claro sobre la eutanasia: “Matar no es humano, se lo dejamos a las bestias”.

La eutanasia y el suicidio asistido suponen traspasar la frontera ética de que la vida es sagrada y ni uno mismo y ni mucho menos un tercero puede disponer de ella. Esa frontera ética está en la conciencia de todas las personas del mundo. Y por eso responde a la ley natural: respetar la vida humana en todas sus etapas, desde la concepción a la muerte natural.

Y esa frontera ética debería estar reconocida por las leyes: como el ‘no’ a la pena de muerte.

Es la misma razón por la que hay que oponerse también a la pena de muerte: no con un argumento religioso, sino meramente humano y racional.

Al aprobar la eutanasia, España se unió al grupo de países en los que la eutanasia es legal: Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo, Canadá y Colombia; así como a los estados de Oregón (Estados Unidos) y Victoria (Australia).

En estos países está ocurriendo que se empieza permitiéndola sólo en casos excepcionales y por voluntad propia, pero se termina aplicándola sin restricciones, a cualquier persona e incluso en contra de su voluntad, y de manera especial a los más débiles y vulnerables: enfermos mentales, ancianos, discapacitados sobre todo intelectuales..., que no pueden defenderse ante la decisión de otros -el Estado, un médico, los jueces, los políticos, sus familiares- sobre sus vidas.

Se trata de un plano inclinado o pendiente deslizante muy difícil de parar que provoca que la vida no tenga ningún valor, especialmente la de los más débiles y vulnerables, y que sea a ellos a quienes se termine aplicando al eutanasia sin su consentimiento.

¿Y eso es dignificar la vida, señora Darias?