Uno de los efectos directos del posmodernismo es cómo se ha depreciado el valor de la verdad. La verdad ha dejado de ser ese acto moral con que se mide la honorabilidad y el crédito personal. Ya no es el signo supremo en el que se apoya la confianza. Los políticos en democracia la han pervertido. Desde que se legisla desde el consenso la moralidad de las leyes queda en entredicho porque hemos abandonado el sentido trascendente de los actos. Así, por ejemplo, hay un gran consenso sobre el aborto, ya no es ni bueno ni malo, sino legal...

En términos generales, la verdad consensuada es una mentira legalizada. Además, para los que creemos que la verdad es inmutable, nos ha convertido en seres intolerantesantidemocráticos, por lo que la sociedad puede condenarnos al abucheo popular y al ostracismo social. ¿Y esto por qué, si somos libres de pensar en democracia lo que nos venga en gana? Porque normalmente las personas que valoramos la verdad o la mentira como un acto radicalmente moral, no necesariamente religioso, somos tachados de catocalicazos y nos predispone, además de todo lo anterior, a ser escarnio de burlas por nuestras moralinas y despreciados. No quieren oírnos. No quieren que modifiquemos sus acomodos sociales, profesionales, incluso familiares. Somos mal queridos.

La verdad absoluta no existe es la frase mentirosa a la medida de nuestros tiempos que corean todos, desde el ignorante hasta el último político de filas pasando por reputados tertulianos que pontifican desde los micrófonos. Este eslogan es la gran mentira que justifica todo y a todos. Es la manera de dar la espalda a la conciencia, al respeto a los demás y a uno mismo, aunque quien lo diga piense que es muy filósofo y libre -que no es ni lo uno ni lo otro-.

En España no solo se consensua la verdad, es que se ha convertido en la manera estándar de hacer política. Se puede mentir sin pestañear y llegar a ser presidente de España como lo han sido Mariano Rajoy o Pedro Sánchez. Han acabado con los principios morales en el Congreso y en la calle. Eso lo saben los líderes y les importa una higa que mañana les desdigan lo dicho porque sus votantes harían exactamente lo mismo, por eso les siguen votando. Es del todo impresentable la inmunidad socialista y la impunidad sanchista de la que goza este Gobierno, cuya gestión es cuestionada de arriba abajo en lo político, en lo económico, en lo público y en lo privado. Su afán está por encima de las personas, del bien común. Son demócratas que juegan sucio, porque de las reglas del juego democrático hacen uso de forma torticera y en muchos casos de forma alegal cuando no ilegal. Las instituciones principales están corrompidas por personas corruptas como es la Fiscalía del Estado y su representante, Dolores Delgado, y esto también es solo un ejemplo.

Ojo, porque para la derecha moderada del país hay malas noticias porque el Partido Popular se prodiga en el progresismo global para arrebatar La Moncloa al PSOE, y está en las mismas. Mienten o callan la verdad, y lo saben. Igual que el PSOE, convierten sus intereses partidistas en un negocio de poder en el que la mentira, las medias verdades y la difamación al contrario son armas tácticas. Lo malo, como decía antes, es que sucede como con los votantes de la izquierda, que siguen siendo votados porque su electorado haría lo mismo.

Aldous Huxley, el célebre ensayista y autor de Un mundo feliz, dictó una conferencia titulada "La revolución final", donde ya en 1964 decía… En la próxima generación, más o menos, habrá un método farmacológico para hacer que la gente ame su servidumbre y producir una dictadura sin lágrimas, una especie de campo de concentración indoloro para sociedades enteras, de modo que la gente estará realmente privada de sus libertades, pero más bien lo disfrutará porque será desviada de cualquier deseo de rebelión por la propaganda o el lavado de cerebro reforzado por métodos farmacológicos. Y esta parece ser la última revolución. Hoy, ese fármaco es la relativización de la verdad.

Pujol: todo era mentira (Almuzara) de Josep Guixà y Manuel Trallero. Si alguna mentira ha sido dañina ha sido precisamente la alimentada por los independentistas catalanes y mantenida por las diferentes Moncloas de hoy. Un ultraje a España y a los españoles que hoy todos contemplamos como parte del escenario social de nuestro país como si no tuviera importancia y si alguna es tremendamente importante es precisamente esta: la rotura de la unidad de España con todo lo que conlleva.

New Age, desvelando la falsa religión (Sekotia) de José Gutiérrez Delgado. Si cuando hay un acuerdo global, quizá no escrito, de convertir en la verdad en un producto de mercadotecnia, la más importante de todas es la de destruir la verdad verdadera: la religión. Si además queréis que la religión se convierta en algo elástico, adaptable, que lo mismo dice sí a esto que no, lo mejor entonces es crear una religión de moda, que todos la quieren porque a todos les da miedo quedarse fuera. La New Age es la religión que niega todo pero que dice sí a todos.

El hombre en busca de sentido (Herder) de Viktor E. Frankl. De todas, todas, queremos volver a reencontrarnos con nosotros mismos, que es la primera y más principal de las verdades, debemos retornar al interior y buscar el sentido de nuestra vida. No vamos a ninguna parte si no existe un porqué que nos haga felices, útiles, amados. Este libro de cabecera, sé que es un libro de lectura obligada en algún colegio por algún profesor loco que se empeña en educar a sus chicos en el camino directo a ser ellos mismos.