La televisión pública catalana, TV3, que pagamos todos los españoles, ofrece una 'edificante' clase práctica sobre cómo penetrar a una mujer. ¡Toma ya!

Y a esto es a lo que se refiere, precisamente, la educación sexual del Gobierno Sánchez, el nuevo mantra progre con el que solucionaremos las violaciones crecientes que sufrimos... mucho me temo que no.

Relacionado

La solicitada educación sexual consiste en explicarle al niño que el sexo y el amor van unidos... o ambos se destruyen.

En Hispanidad nos encanta la progresía: cuando no sabe cómo solucionar un problema lo convierte en asignatura obligatoria para escolares. Con eso cree haber conjurado el mal. Y si no, al menos habrá creado puestos de trabajo.

Al tiempo, las violaciones, la prostitución, la pornografía y la impudicia no dejan de crecer. Quizás por ello, no oímos hablar de otra cosa que de educación sexual, "cuanto antes mejor", al parecer, el gran remedio contra una sociedad violentamente sexualizada por la pornografía y la rijosidad creciente, en ellos y ellas. 

Educación sexual, naturalmente, a cargo de profesionales, que ya están surgiendo como hongos. Un sueldo es un sueldo... y desde la más tierna infancia.

Ni que decir tiene que la asignatura de educación sexual no sirve para maldita la cosa. La educación sexual la deben impartir los padres a sus hijos en el hogar, no los profes en el colegio a unos extraños. Los padres aman a sus hijos y por eso pueden introducir el amor, que es lo que eleva las relaciones sexuales al grado de relaciones humanas, a su plenitud. Por contra, al profesor le basta con inculcarle al niño que, a partir de la pubertad, no cometa delitos sexuales. Pero eso no es educar, eso, como toda normativa promulgada en el BOE, es coaccionar. Hacer las cosas, no por amor al prójimo, sino por temor al juez.

Por tanto, en materia de sexo, a los niños deben educarles los padres, -sí, señora Celaá, sus padres- no los profesores, porque la educación sexual consiste en explicarle al niño que el sexo y el amor van unidos... o ambos se pervierten al alimón.