Desde que Fernando Simón, dos semanas atrás, volvió al micrófono público para asegurar que no esperaba una sexta ola, se difuminó la esperanza, hubo quien entró en depresión y quien insistió en que toda precaución es poca.

Pero Isabel Díaz Ayuso no parece escuchar al buen Simón. Y así, la presidenta madrileña acaba de ‘liberar’ a los niños de llevar mascarilla, ojo, en el patio del colegio. Y esto es bello e instructivo porque supone dos cosas:

1.Que Ayuso, que se nos había vuelto miedica, recupera cierto aire libertario frente al Covid.

2.Que la medida resulta un poco tonta porque los chavales ya se estaban quitando el bozal cuando jugaban. Si no, se ahogan.

Un ejecutivo bancario me dice que el Covid se va a quedar en una gripe estacional. Gripe cabreada, como le llama una amigo mío que la ha pasado. 

En cualquier caso, las malas noticias siempre llegan de Inglaterra. En Gran Bretaña ha surgido una variante y se esperan decenas de miles de casos. Insisto: no sabemos nada de este virus, así que no podemos juzgar la mucha o poca gravedad de lo que ocurre.

Y no sólo es en Reino Unido: también hay temor en Rumanía, Letonia o Rusia. Simón, sobre todo, ni vuelvas a hablar. 

Además, si en España le estamos perdiendo el miedo a una quinta ola… el miedo permanece, porque el pánico a morir ha venido para quedarse.

Lo dicho: poco sabemos del Covid y poco sabemos de las vacunas. Y el saber no ocupa lugar.

Por cierto, una noticia paralela pero relacionada con las covid-vacunas: por vez primera, en Nueva York, los médicos han traspasado el riñón de un cerdo a un hombre. Riñón modificado genéticamente, claro está. 

Y esto enlaza con la utilización de cultivos celulares procedentes de abortos  para elaborar vacunas. Porque verán, no se puede ser animalista y abortista. LEs explico: un riñón de cerdo implantado  en un hombre es correctísimo, siempre que ayude al hombre. Lo incorrecto sería lo contrario… o la utilización de embriones humanos para salvar al hombre adulto (o a un puerco).

Y lo que tampoco sería correcto -desconozco si ha sido así- sería que la modificación genética del guarro haya utilizado embriones humanos. No digo que se haya hecho, digo que, dada la cantidad de chiflados de bata blanca que pululan por el mundo, conviene advertirlo.