
Como globos las palabras flotan
surgen de bocas sucias que las escupen
las manchan, las inutilizan, las desprecian
y con dientes picados de estulticia
las sierran hasta destrozarlas.
Las palabras sostenidas por hilos
ondean como globos un rato,
tiemblan desvalidas en la humedad del aire
para hundirse en el vaho inhumano que las emite.
Las palabras buscan valientes,
escuchantes capaces de izarlas al cerebro,
de bajarlas al corazón, de liberarlas,
y redimidas, auparlas desde el centro del alma
hasta el culmen del respeto.
Las palabras no quieren sucumbir a la grosería del debate
al desguace del idioma,
ni al debilitamiento de las ideas.
Las palabras no quieren que el deshonor las arroje al suelo
que el roce del desprecio las desgaste
ni que el futuro las haga sucumbir sin esperanza.
Las palabras lloran, se quejan, intentan rebelarse,
quieren ser útiles y resurge con fuerza su elocuencia.
Las palabras, puestas en pie, exigen firmeza.
No quieren caer en el olvido
ni en el inhumano declive de la Historia.