Cuidado, puede tocarte martirio. Puede tocarte en sus más diversas formas y según la vereda que marcara san Juan Pablo II: "el martirio de este siglo es la coherencia". Vamos, que si eres un católico incoherente, puedes estar tranquilo: no sufres la menor amenaza martirial. 

El siglo XXI es tiempo de martirio en sus diversas modalidades: a veces la muerte, a veces el desprecio y siempre el ninguneo

Son tiempos de martirio, de distintos tipos de martirio, a veces la muerte, a veces el desprecio y siempre el ninguneo: si eres cristiano, amiguito, no vas a medrar.

Tomo prestadas tres ideas de Jacques Philippe, el predicador más conocido del momento, cuando comenta aquello de que bienaventurado el perseguido por causa de Cristo. Primera idea: el martirio es mérito de Dios, no del mártir. Eso de la confianza en sí mismo que nos venden los psicólogos es mercancía averiada. Dice Philippe: "Se encuentra varias veces, en las actas de los mártires de los primeros siglos, el contraste entre el asceta seguro de sí, que se presenta espontáneamente al juez en una época de persecución... y que termina por renegar de Cristo bajo tortura frente a una débil muchacha, de la que todo el mundo pensaba que no resistiría ni cinco minutos en manos de los verdugos, como Santa Blandina en Lyon y que se revela como la más valerosa de todos".

Los yihadistas le pidieron que filmase el asesinato del sacerdote con un teléfono móvil: "estaba convencido de que iba a morir, pero rezaba. Contemplaba mi vida y estaba tranquilo. Nunca he estado tan sereno"

Segundo, el martirio es la máxima expresión de amor: nadie tiene mayor valor que el que da la vida por su amigo. Pero ojo, en el martirio el que sufre es Cristo. Segunda cita:

"Se conoce la réplica de Santa Felicidad, detenida en Cartago en el 202. Gemía al dar al mundo a su hijo en la cárcel, poco antes de su martirio. El carcelero le decía: 'si tú gimes ahora, ¿qué harás cuando te echen a las fieras?. Felicidad le respondió: 'ahora soy yo quien sufre, entonces habrá otro que sufrirá por mí'".

Pero las palabras de Santa Felicidad se complementan con un tercer testimonio que, por haber ocurrido anteayer, resulta más impresionante. De nuevo Philippe: "He tenido ocasión recientemente, de leer el testimonio de una pareja de ancianos que han sido testigos del asesinato del padre Jacques Hamel. Este anciano sacerdote fue degollado por dos jóvenes yihadistas mientras celebraba la Eucaristía en Saint-Étienne du Rouvray para un pequeño grupo de fieles, entre otros esa pareja. Los yihadistas pidieron al marido que filmase el asesinato del sacerdote con un teléfono móvil. Fue muy duro para él. Luego le golpearon, cayó al suelo y permaneció allí tendido, haciéndose el muerto. Así es como cuenta su experiencia: 'estaba convencido de que iba morir, pero rezaba. Contemplaba mi vida y estaba tranquilo. Nunca he estado tan sereno. Completamente en paz. No tenía ningún remordimiento, solo amor en mí. De hecho fue un momento de gran felicidad'".

En las actas de los mártires de los primeros siglos, figura el asceta, seguro de sí, que se presenta espontáneamente al juez en una época de persecución... y que termina por renegar de Cristo

Pues sí, vivimos tiempos de martirio, físico o psíquico. El más habitual es el desprecio continuo a cualquier manifestación cristiana y a quien se confiese cristiano, especialmente en la vida pública. Sin ir más lejos, manifestarse como católico sin complejos en el mundo periodístico en el que me muevo y verás la que se arma.

Pero ojo, el martirio clásico: matar al cristiano por el hecho de ser cristiano, está creciendo en el siglo XXI y no tiene por qué no llegar a Occidente, a la vieja Europa. ¿O es que usted, lector, es de los que previó que podría estallar una guerra en el corazón de Europa?

Son tiempos de martirio, que conste. Y que también conste que tiempos de martirio no significa tiempos tristes, sino tiempos de compromiso ineludible. El fin se aproxima. Pero tranquilos, es sólo el fin de una pesadilla y el inicio de una nueva etapa... sin duda formidable.