Vivo, con profundo recogimiento, el Sínodo de la Sinodalidad que esta pasada semana comenzó en Roma: todo, antecedentes, debates -de lo que poco sabemos- y conclusiones, que esperamos con ansia, giran alrededor de este magno acontecimiento, que pretende algo parecido a la democratización de la Iglesia de Roma. Lamentablemente, el pueblo sinodal no ha participado en los sínodos, pero si hablamos de democracia, la participación del pueblo no ha sido especialmente relevante ni visible.

Empecemos:

¿Se acuerdan ustedes de aquel famoso chiste del genial Eugenio?:

-¿Usted qué opina de que los curas se casen?

-Hombre, si se quieren, si se quieren...

Pues el insigne cardenal Víctor Manuel 'Tucho' Fernández, prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, ahora Dicasterio para la Doctrina de la Fe (DDF), piensa algo similar sobre los divorciados y vueltos a casar, es decir, los comunmente conocidos como 'arrejuntados'. Hasta 'Tucho' todo era sencillo: si el tipo se había liado con la del tercero y vivía en pecado (me encanta lo de 'vivir en pecado' porque todos los progres se escandalizan muchísimo) no podía comulgar y se acabó. Es más, ni lo pretendía. Pero ahora no.

Pues eso, que el obispo de Praga, cardenal Duka, quizás porque dada la un poco sinuosa doctrina expelida por algunos curiales vaticanos, en la materia a lo mejor no lo tenía claro del todo, ha preguntado al DDF, a 'Tucho' Fernández que qué puñetas hace con los divorciados y vueltos a casar, popularmente conocidos como 'arrejuntados', que si pueden acercarse a comulgar o no.

La pregunta es bella e instructiva, porque recuerda aquella otra cuestión planteada desde un municipio andaluz al ministro de la Gobernación, tras estallar la II República: "La revolución ha triunfado en el pueblo, ¿qué hacemos con el cura?".

El cardenal Victor Manuel 'Tucho' Fernández opina lo mismo que Eugenio: si se quieren, si se quieren... estamos en buenas manos

Mira que había quedado clara la interpretación de Amoris Laetitia y mira que costó que quedara clara. Mire usted, nadie puede ingerir el cuerpo de Cristo nada menos, en pecado. Si usted está viviendo con la segunda tras haberse casado ante Dios y no haber sido anulado su matrimonio con la primera, se aguanta y no comulga, a no ser que se comprometa -y el compromiso resulte presumible- a vivir como hermano y hermana. 

He dicho que el asunto resulte presumible, porque esto también recuerda otra pregunta, formulada a Lee Marvin en el descarado musical La leyenda de la ciudad sin nombre, que se escenifica en un antro de varones donde sólo vive una mujer, la esposa del protagonista, un tanto celoso ante la situación:

-¿Y no podría el señor X controlar sus celos? Respuesta de Lee Marvin:

-Lo siento, imposible.

Pues eso, que si usted, a los 30 años, convive con un mollar, segunda en la lista de amores, bajo un mismo techo, cabe la posibilidad, remota, por supuesto, de que despierte sospechas sobre el cumplimiento de su promesa. 

¿Que qué hacemos con el cura, perdón, que qué hacemos con los divorciados vueltos a rejuntarse con la segunda prenda, estrella, junto a la homosexualidad, del Sínodo de la Sinodalidad? Pues bien, que su eminencia reverendísima, cardenal Tucho Fernández, ha respondido al preguntón obispo checo con una doctrina teológica profunda de la que confieso que no me he enterado de mucho. En su ignorancia teológica, uno sospechaba que la respuesta era muy simple, la antedicha: las condiciones que impone el Catecismo para comulgar bien: estar en gracia de Dios, libre de pecado mortal; 2.No haber comido una hora antes de comulgar; 3.Saber a quién se recibe. Conclusión: no, los arrejuntados no pueden recibir a Cristo sacramentado salvo excepciones muy contaditas y ya perfectamente codificadas: nada nuevo bajo el sol. Lo otro es incitar al sacrilegio. Pero no, la mente de Tucho no es asequible a planteamientos elementales, no podía resultar tan sencillo...

En su larguísisima perorata-respuesta a una pregunta tan simple, Tucho, el hombre de la doctrina propina al purpurado checo, una respuesta larga, larguísima, enorme, donde se habla una y otra vez de la misericordia de Dios para, finalmente, asegurar que cada divorciado y vuelto a casar debe valorar en conciencia si debe acceder a los sacramentos o no.

La próxima vez que un guardia civil me sancione por exceso de velocidad le diré que no me imponga la sanción, que voy a valorar mi acto "en conciencia" y que finalmente seré yo quien decida si se me impone la multa o no. 

Y la misericordiosa guinda de Tucho es lo mejor. Ojo al dato: la pareja - la pareja de arrejuntados- debe examinar, en conciencia, naturalmente, si su vida sexual ayuda a su crecimiento en el amor. Oiga si se quieren, si se quieren...

El Sínodo de la Sinodalidad empieza con los mejores augurios: hasta el momento no ha muerto ningún sinodal ni ninguna sinodala

Mira que hubiera sido sencillo decir lo siguiente: no, no pueden comulgar porque, han faltado a su principal compromiso y porque, en materia sexual, para un católico, antes del matrimonio nada, después del matrimonio, todo. Pero eso es demasiado simple para Tucho.

Y es que, mucho me temo que esta 'moral relajada', de corte 'tuchense' tiende a generalizarse entre la curia, al menos la curia oficial. 

Ejemplos, todos ellos alrededor del Sínodo de la sinuosa sinodalidad sinodal: cuestiones sinodales: no decimos que la homosexualidad esté bien pero bendecimos a las parejas gay. 

O bien: no negamos la comunión a los 'arrejuntados', sólo les pedimos que hagan examen... y entonces les dejaremos comulgar. Y también: no decimos que el hombre haya sido creado por Dios para servir al planeta pero el planeta sufre mucho y el culpable es el hombre. 

Y el que quiera aprender, que vaya a Salamanca.

En todo caso, el Sínodo de la Sinodalidad empieza con los mejores augurios: hasta el momento, no ha muerto ningún sinodal ni ninguna sinodala. Ya saben, como la Selección española de natación cuando acude a los juegos olímpicos: un éxito, no se ha ahogado ninguno.