Martes 25 de noviembre, Jornada de la violencia contra la mujer. Otra retahíla de tópicos, pequeñas verdades y grandes mentiras. El pasado martes se trataba, más que de luchar contra la violencia contra las mujeres -que eso sería bueno-, de insultar al hombre tildándole de machista y de bramar contra el negacionismo. 

En este caso, no del negacionismo climático sino acerca de la violencia contra la mujer. Todo ello bajo el muy feminista principio, bastante necio, de que la mujer -toda mujer- es perfecta mientras el varón -todo varón- es un ser nauseabundo. 

Pues bien, empecemos por el final: el negacionismo machista no existe, como tampoco existe el negacionismo climático. La gente tiene ojos en la cara y sabe que el clima cambia -en concreto está cambiando desde la creación del universo- y que hay señores que asesinan a sus señoras. 

Por cierto, ¿asesinan a sus mujeres por el hecho de ser mujeres como aseguran las irenes monteros de turno? No, aún peor, les asesinan por el hecho de ser 'su' mujer. Ese tipo de violencia contra la mujer se produce cuando el amor en el matrimonio se ha convertido en odio y a partir de entonces, cada sexo emplea sus mejores armas en la batalla: el varón, la fuerza bruta.

No, el llamado negacionista no niega -¿cómo podía hacerlo?- que haya hombres que maten a sus mujeres. Lo que dicen muchos varones, casi todos los que son inteligentes, es que el monopolio de la violencia no la tiene el varón, es potestad de ambos géneros con distintos formatos. Que el hombre no es demonio por ser hombre ni la mujer santa por ser mujer. Eso es una estupidez y los varones y las mujeres inteligentes se niegan a aceptar tamaña simplonería. Pero es el primer mandamiento de las feministas que no se distinguen, precisamente, por su acendrada inteligencia.

Contra la violencia machista... ¿y contra la violencia feminista no? Hay varias formas de violencia pero todo el mundo acepta que existe alguna más que la violencia física: la violencia psicológica, que engloba la injuria, la burla, la calumnia, la humillación... Repito: si la mujer no sabe castigar al otro con violencia psicológica sólo puede ser porque la mujer es idiota e inferior al hombre. ¿Es la mujer idiota e inferior al hombre? No, pues entonces, querido amigo, la mujer también puede comportarse de forma violenta. 

Y por cierto, la violencia más extrema que conoce el mundo moderno, la que proporciona más víctimas mortales, la que no es ni admisible ni comprensible, es el aborto. La violencia de una mujer que asesina a su propio hijo en su propio seno: una violencia de lo más feminista.

De todas formas, para acabar con los tópicos feministas lo mejor es reparar en el paisanaje feminista al uso. En cuanto abren la boca se puede ver a todos los varones y a un montón de mujeres desconectar, sin preocuparse de razonar los desatinos que se escuchan en cualquier manifestación feminista. Quizás ha llegado el momento de responder. Recuerden las palabras del líder del Partido Radical italiano, Marco Pannella: la civilización comenzó a decaer cuando dos desconocidos coincidieron en el mismo departamento de un tren. Uno de ellos dijo una estupidez. El otro pensó en corregirle pero se dijo para sí mismo, para qué llevarme un mal rato con este idiota... y se calló.

Posdata para Gabriel Rufián: todavía hay algo más tonto que un obrero de derechas, un varón feminista.

Posdata para Pedro Sánchez: muy señor mío, con su estúpido lenguaje inclusivo ha podido usted convertir la necedad en lo políticamente correcto. Pero no se engañe, no ha creado usted una traducción, ha creado una moda. La diferencia entre ambos es que las modas desaparecen en cuanto alguien se atreve a gritar: ¡Pero si el emperador va desnudo! 

El feminismo pasará de moda: está llamado a morir por hartazgo o por la tragedia que ha provocado: la estúpida lucha entre las dos mitades de la humanidad, creadas para complementarse y que no hacen otra cosa que destruirse.

Pero, en el entretanto, están haciendo mucho daño. Mismamente: siguiendo el precitado ejemplo de que el varón es malo desde el vientre de su madre y la mujer buena, miriadas de policías se dedican a ensreñar a los adolesentes cómo evitar el machismo y a las adolescentas como convertirse en feministas incapaces de amar. Así, les repiten que "controlar no es amar". Una mentira tan próxima a la verdad que se puede vender como un gran principio. 

En efecto, amar no es controlar a la otra -siemrpe el qeucontroal es él, toma ya- sino darse a la otra o al otro. Ahora bien, para amar también hay que con controlar, es decir, conocer al amado y a la amada, cuanto más mejor, precisamente para identificarte con el otro o con la otra y para poder ayudarle. Sí, el amor es mucho más amplio que el control pero el control, para ayudar a la pareja porque te preocupa su bienestar, constituye una de las muestras más habituales de cariño. Es lo opuesto a la indiferencia y nada tiene que ver, antes al contrario, con la violencia.

Por esta vía pedagógica, y por muchas otras, el feminismo se ha convertido en la negación del añor y en lapriemra factorái de muejres incapoaces de amar porque consideran que la entrega, la donación de uno mismo, que libremente se convierte en propiedad del otro -sí, en propiedad-  es un síntoma de dominación y de machismo.

En el fondo, a l oue n ose les enseña es, precisamente el amor