Eve y Henri son una pareja que lleva una vida privilegiada en el seno de la comunidad francesa afincada en la capital austriaca, todo ello debido a que él es un prestigioso director de orquesta. Aparentemente son un matrimonio enamorado y feliz, sin embargo los hechos parecen demostrar lo contrario cuando ella tiene indicios de que su marido la está engañando. Eso conducirá a una espiral de acontecimientos indeseados.

¿Por qué los seres humanos somos tan complicados? Esa es la primera pregunta que viene a la cabeza tras contemplar el thriller francés Las apariencias donde los personajes principales se mueven por pulsiones emocionales no por sentido común.

Basado en la novela best-seller Engaño de  Karin Alvtegen, considerada una escritora de referencia del suspense escandinavo,  aborda una historia de adulterio y celos pero donde tiene un gran peso la importancia que otorgamos al estatus social, al qué dirán los demás, que confirma la teoría de que “las apariencias engañan”,

Con un argumento propio de “culebrón”, la carismática actriz Karin Viard, la pueden recordar por La familia Bélier o por Algo celosa, está exquisita en este entretenido film que habla también de las falsas amistades. De argumento inquietante, y de alguna manera turbio, se trata de un film de cine negro, inspirado en el cine de Chabrol con cierto toque hitchconiano, donde ninguno de sus personajes se salva en su comportamiento ético, posiblemente el marido, todo un artista, sea el más censurable desde el momento en que por esa condición de músico célebre se cree por encima del bien y el mal, y al que hay que disculpar en sus acciones. No obstante, como thriller se le puede reprochar que no mantiene el tono adecuado de suspense en todo su desarrollo, cayendo algunas situaciones en el ridículo, en un no buscado humor, y eso a pesar de que el casting está aparentemente bien elegido, sobre todo en el caso del siniestro Jonas, encarnado por el actor Lucas Englander.

El responsable del guión y la dirección es Marc Fitoussi, que en lo que acierta es en la descripción de la hipocresía reinante entre la gente de la alta burguesía, capaz de mostrar una cara en público y otra en privado. A este respecto los encuentros en cenas o cócteles ofrecen momentos admirables.

Para: los que les guste el cine francés y las historias con enredos amorosos.