Lo digo con pena pero el caso es que España huele a muerto y a matanza de inocentes. Y huele a muerte, por la cobardía de no enfrentarse al crimen del aborto. Y por cierto, la  cobardía del Partido Popular de Feijóo empieza a provocar repugnancia. ¿Y Vox? Tuvo una feliz aunque mínima idea... pero no se atreve a romper con el PP, también está aquejado de cobardía. Vox hace lo que le impedirá llegar a La Moncloa: prefiere los escasos sillones conseguidos a cambiar una España que huele a muerte, a muerto... y a matanza de inocentes. Abascal aún se preocupa de las filípicas del faltón de Jimenez Losantos. 

Atención: hablamos de exigir a los médicos que ofrezcan a la mujer contemplar a su hijo en una ecografía y escuchar el latido de su corazón. Es decir, una medida mínima en la lucha por la vida, el primer derecho humano, y en el caso del aborto el derecho a la vida del ser más inocente e indefenso de todos: el concebido y no nacido. 

La única medida aceptable es la prohibición de todo aborto, la protección de cada vida humana desde la concepción hasta la muerte natural. Ese es el comienzo de toda democracia. Eso sí: se obliga a la mujer a no abortar pero le ayudas a tener y a criar a su hijo, sobre todo cuando es abandonado por el padre, que sucede muchísimas veces.

Porque lo que tenemos ahora mismo es el aborto cuasi obligatorio y la prohibición y anulación de cualquier actividad provida bajo el argumento ultracínico de que supone interferir en los derechos de la mujer -del hombre ni se habla-.

Contra el aborto, señores de Vox, prohibición total y, al mismo tiempo, lanzar un salario maternal para ayudar a la mujer, que es la que gesta, la que ha gestado a todos los seres humanos, incluidos a todos los aborteros no abortados por su madre.