
Esta moderna esclavitud, la de expulsar a sus propios menores, y mayores, hacia las Islas Canarias, es decir, Marruecos, Senegal y Mauritania, seguirán enviando carne humana a las islas
Es una noticia del día: 4000 menores serán repartidos entre las distintas comunidades autónomas salvo en Cataluña y Euskadi porque han sido muy buenos y han acogido muchos. Eso no es verdad, en Cataluña, ni en el País Vasco, porque lo cierto es que el acogimiento de menores es mínimo. En Cataluña, sin embargo, es máximo, sólo que no han sido acogidos: es el resultado lógico desde Jordi Pujol, que fue el primero que se negó a aceptar inmigrantes hispanos y prefirió optar por los islámicos, que no hablaban español, cosa muy fea que debía evitarse en Cataluña. Tiempo tuvo arrepentirse incluso antes de abandonar la política y de sus, problemillas, de corrupción.
Pero lo de menos es la comparación. Lo demás es que por un acuerdo entre el gobierno canario del gobierno Sánchez, se van a repetir repartir los menores que llegan en cayucos a las Islas Canarias. Por supuesto que muchos de ellos no son menores, sino mayores disfrazados y por supuesto que está acogida no va a hacer que llegue al menos a las costas del archipiélago.
Es más, las mafias y los tres gobiernos que han hecho una industria de esta moderna esclavitud, la de expulsar a sus propios menores, y mayores, hacia las Islas Canarias, es decir, Marruecos, Senegal y Mauritania, seguirán enviando carne humana a las islas. Repartir menores entre las comunidades autónomas servirá de bien poco. Porque lo que hay que hacer, con el mayor y el menor, es integrarlos y eso cuesta mucho esfuerzo, un esfuerzo de los muy progresistas chicos de PSOE, Sumar y los separatistas, que no están dispuestos a afrontar. Tampoco el PP, pero eso es otra historia.
Además, el reparto por comunidades autónomas no terminará con la delincuencia creciente de los inmigrantes, ni tampoco se frenará el tráfico de esclavos de las mafias que se forran con los cayucos.
Un gran acuerdo, sin duda.
Señores, la inmigración es mala, un termómetro de la injusticia global. Si el mundo fuera justo no habría más emigrantes que los turistas. Dicen en Asturias que el hombre no es de donde nace sino de donde pace. Pero si puede elegir, nadie abandona su tierra sus raíces por un nuevo mundo en el que no podrá vivir como en su patria de origen. Prefiere pacer donde ha nacido.
Si Occidente quiere ayudar a los países pobres que les ayude a domicilio, apoyándoles en su desarrollo, no empujándoles a la calles donde están casi abocados a la delincuencia.