Sebastián Piñera, nuevo presidente de Chile quiere ser líder iberoamericano. Lo tiene fácil dado que lo que se sitúa enfrente es Evo Morales, Hugo Chávez, Fidel Castro y otros grandes estadistas.

Para abrir boca se ha lanzado a por Hugo Chávez a quien acusa de falta de libertad y de democracia y, de vulnerar la libertad económica y la propiedad privada, con una política de nacionalizaciones, especialmente del sector bancario.

Críticas certeras, claro está, pero como lo son la inmensa mayoría de las que se dirigen a Chávez. Ahora bien, conviene hacer una precisión. Chávez es un tirano repugnante, no porque atente contra el capitalismo financiero sino porque atenta contra la libertad y la democracia. Incluso en el ámbito mercantil, Chávez no es un tirano por nacionalizar bancos sino por atentar contra la propiedad privada. Y no, no es lo mismo. Un ladrón puede ser un gran defensor de la empresa privada, pero seguramente no se le considerará un defensor de la propiedad privada.

Por lo demás, Piñera seguirá bajo sospecha mientras continúe apoyando la abortiva píldora postcoital y mantenga la actitud tibia, y algo más que tibia, sobre el matrimonio homosexual. Piñera expone al colombiano Uribe como el modelo a seguir. Pues bien, por mucho que admiremos la postura firme de Uribe ante la guerrilla marxista, no podemos olvidar que Uribe ha introducido el aborto en Colombia y que pretende perpetuarse en el poder.

Los valores no negociables de Benedicto XVI no hablan de un sistema económico más o menos abierto, sino de vida, familia, libertad educativa, libertad religiosa y bien común. A Piñera le aplaudiré cuando cierre el camino al aborto y prohíba la postcoital en Chile.

Eulogio López

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