Lo malo de un mundo dominado por la saturación informativa es que escribes algo pensando que estás diciendo una originalidad y resulta que ya lo ha propuesto en teoría o puesto en práctica alguien o alguienes- en San Diego, Reims, Moscú o Buenos Aires.

Al abajo firmante le ha ocurrido lo mismo : pedía el pasado jueves 30 el Decálogo de principios para una regeneración política en España y resulta que un tal Marcello Pera ha lanzado, un mes atrás, en Italia, el llamado Manifiesto de Occidente, y ha aprovechado el pasado fin de semana, primero de abril, para crear en Italia un partido político conforme a los principios cristianos, y cataloga a Benedicto XVI como su inspirador.

Y la verdad es que el Manifiesto de Marcello Pera tiene su aquel. Analiza lo ocurrido el 11-S de 2001 en Nueva York y el 11-M de 2004 en Madrid y llega a la conclusión de que el mundo no necesita un Nuevo Orden Mundial sino un nuevo Orden Moral siglas intercambiables pero que responden a muy distintos conceptos- y que ese orden moral supone la recuperación de los valores cristianos que han forjado a Occidente naturalmente, le aplaudo con la dos manos.

Es más, el pasado domingo 2, en el acto de constitución de su nuevo partido, Pera hizo una alusión a España, tan dura como certera. Bueno, a España no, al Gobierno español. Manifiesta Pera que retirar las tropas de Iraq tras una masacre terrorista significa un reconocimiento de culpa.

Y es que los hechos son tercos, pero las ideas mucho más. Al final, mucho hablar de pluralismo pero la inmensa mayoría de los seres humanos saben qué es lo que hay que hacer. Otra cosa es que les apetezca hacerlo. Tanto exaltar la duda y resulta que, al final, casi nadie tiene dudas sobre el camino a seguir. Otra cosa es que el tal camino no resulte cómodo.

Sin embargo, tengo tres peros que oponer al Manifiesto de Occidente y a don Marcello. El uno es baladí, el otro sospechoso, el tercero simplemente destruye todo el manifiesto.

El baladí: Pera habla de un manifiesto que sea aceptado por todas las fuerzas conservadores. La verdad es que no hay nada menos conservador que el Cristianismo. El cristianismo es revolucionario y pelín ácrata. Toda la teología cristiana anima a una rebelión del hombre contra sí mismo y contra sus miserias. En su bandera de enganche para una batalla permanente, de derrota en derrota hasta la victoria final. De hecho, Pera utiliza dos conceptos como sinónimos, cuando no lo son: conservadurismo y tradición. No, hombre, no. Un conservador esto se observa con nitidez cuando estudiamos la evolución de políticos de tories y whigs en el Reino Unido durante los dos últimos siglos- es aquel que pretende mantener las cosas como están, especialmente el sistema político y el económico. El conservador, por naturaleza, siente aversión por el cambio. El tradicionalista, por el contrario, desea el cambio permanente, y entiende que la mejora de ese cambio debe ir al reforzamiento de los antiguos ideales, aquellos que han sido filtrados por la historia y han mostrado y valía y se han acrisolado con el paso del tiempo. El tradicionalista no es amigo del pasado, sino de las esencias, no le gusta lo periclitado sino las raíces de las cosas, procedan de hace un mes o de hace mil años. Conservador es el que vive pendiente del pasado, tradicionalista es el que vive pendiente del presente, de que el presente no se separe de las esencias que lo conformaron. Seguro que no necesito explicarles que progresista es el que vive pendiente del futuro, que es eso que no existe y que él mismo está creando con su presente, generalmente con muchas preguntas, sin ninguna respuesta, con muchas dudas y ninguna conclusión, es decir, creando el futuro en el vacío. Con el azar, una sistema muy poco razonable.

En segundo lugar, don Marcello es líder del Partido Radical Italiano y de Forza Italia- considera negativo eso de la multiculturalidad. He calificado este pero de sospechoso, porque honradamente no puedo acusarle de xenofobia. Es más, las críticas del Manifiesto al relativismo son de lo más acertadas. En efecto, si no se cree en nada, si ninguna cultura es mejor que otra, entonces Europa está llamada a ser invadida por el Islam más radical o seguir dependiendo de los sinsentidos que ahora mismo imperan en Europa, gente triste incapaz de comprometerse con algo porque no tiene nada con lo que comprometerse.

Insisto, la política lógica para un católico ante los flujos migratorios es la libre circulación de personas. Eso sí, el que llega debe respetar la cultura del país que le acoge, y ese país tiene el derecho y el deber de obligar a que se respete esa cultura. Pero a las ideas se las combate con ideas, y la injusticia se soluciona compartiendo. La multiculturalidad es una chorrada, pero la mano tendida no lo es.

Por último, llegamos al pero inadmisible. Dice el señor Pera que está en contra del aborto, pero que su paltaforma política no pretende suprimirlo, es decir, ilegalizarlo, porque sabe que existen situaciones dramáticas. Y aquí, como diría Rubalcaba, se rompe la negociación.

Pero Marcello, muchacho, sin el derecho a la vida no se puede hablar de derecho alguno. El derecho sagrado a la vida de todo ser humano, desde la concepción hasta la muerte, es la puerta por la que entra el resto de los derechos, y toda la arquitectura de la libertad humana. Si falla eso, todo es espejismo, artificio e hipocresía. ¿Casos dramáticos en le aborto? Claro que sí, y ninguno más dramático que el aborto mismo. Por eso, ese inspirador a quien citas, el papa Benedicto XVI, habló de tres principios innegociables para un político católico podría haber añadido : para un elector católico-: vida, familia y libertad de enseñanza. Y si no, pues resulta que no es católico.

Además, hay que repetir que el aborto es mucho más que el aborto. Es toda una filosofía de vida que separa a los partidarios del ser humano más indefenso de las huestes del Imperio de la Muerte, del modo taxativo con el que un cuchillo afilado partiría un bloque de mantequilla en dos mitades. Ceder en la defensa de la vida, sea en el aborto, en la manipulación genética o en la eutanasia, es simplemente ceder en todo y para todo. Es permitir que, una vez más, el pez grande se coma al chico. Es la eterna historia de la tiranía frente a la libertad. Y mientras no solucionemos ese problemilla no digas que tu inspirador es Benedicto XVI.

Pero gracias por el nombre: Manifiesto de Occidente. Suena bien, es el primer paso para una regeneración de la cosa pública en Europa y en Occidente.

Eulogio López