Con su brillantez habitual que ni sus enemigos pueden negar, Luis María Anson (El Mundo, 16 de enero), siempre más peligroso que una piraña en un bidé, ha dicho una verdad como un templo, algo que no deja de repetirse en la City financiera madrileña: las elecciones las generales de 2008, no las municipales y autonómicas de 2007- ya han comenzado. Comenzaron el 30 de diciembre, en el aparcamiento del Aeropuerto de Barajas.

Sí, no la ciudadanía, sino la City. Ya nadie espera otras reformas fiscales que las que la del IRPF, que entrara en vigor con el nuevo año. La financiación autonómica, que se has convertido en pieza clave de la economía española, es muy posible que se aparque hasta la próxima legislatura. Tampoco cabe esperar más reforma laboral que la de 2006, de muy poco alcance, y seguiremos con la salmodia de la moderación salarial, con dos sindicaos mayoritarios, UGT y CCOO sí, también ésta última- puestas al servicio del Gobierno Zapatero, al igual que casi todo el aparato televisivo.

Además, los comentarios más habituales es que la estrategia del PSOE de aislar al PP hasta que aparezca un partido de ultraderecha está dando resultado, a pesar de las meteduras de pata del Gobierno ZP. A fin de cuentas, el Gobierno sabe que podría hasta perder las elecciones generales y mantenerse en La Moncloa gracias al apoyo de los nacionalistas catalanes y vascos.

Pero Anson ha proporcionado otra clave del momento : lo más paradójico que ha ocurrido en España durante la actual legislatura ha consistido en que el hombre del diálogo y el talante ha provocado la mayor crispación que se recuerda en toda la etapa democrática. Hoy puede hablarse de dos Españas, y si no ha estallado otra guerra civil es que porque los españoles vivimos mucho mejor que en 1936, y a nadie le apetece jugarse la vida cuando tiene llena la faltriquera. Según Anson, y esto es lo llamativo, la disparatada política de Zapatero nos ha devuelto a las dos Españas y a la crispación nacional, tras treinta años de tranquilidad institucional en le marco de la Monarquía de todos, la que defendió durante más de 30 años Juan III, desde Estoril, contra la Dictadura de Franco.

Cierto que Anson fue consejero de Juan III, pero atribuirle el merito de 30 años de tranquilidad ¡bajo el reinado de su hijo Juan Carlos I! En otras palabras, el periodista más monárquico se despidió de esta dinastía con Juan III. No confía en Juan Carlos I porque le considera aunque nunca lo dirá- más proclive al progresismo socialista que a la derecha, y aún tiene menos confianza, para ser exactos ninguna, en el futuro Felipe VI. Por eso se arriesga a ningunear al actual Monarca y al Heredero, a sabiendas de que, si pudiera, ZP instauraría la III República.

Anson es monárquico pero esta dinastía ha dejado de ser la suya.