La especulación repunta en los mercados financieros mientras el paro aumenta en la economía real. No se dejó quebrar a los bancos especuladores y ahora somos sus prisioneros. No se trata de recortar los salarios de los directivos sino la actividad de los especuladores y, mientras no se invente algo mejor, la única forma de hacerlo es la Tasa Tobin

Un reducido batallón de pelmazos hemos logrado un gran avance desde que comenzara la crisis, en el verano de 2008. A saber, que ya se hable de especulación. No se crean, hasta ahora sólo habíamos conseguido que algún miembro del Sistema, es decir del poder, un tanto despistado, se refiriera a la necesidad de regular (cuando los políticos y los economistas del Nuevo Orden hablan de regular quieren decir obligar) las actividades bancarias socialmente inútiles, es decir, la especulación.

Pero de especulación ya habla Robert Watts en Sunday Times, con lo que el pequeño grupo de pelmazos anti-especulación estamos muy contentos. No dejen de leer este espléndido trabajo en el que se habla de especulación, sin tapujos, y en el que Lloyd Blankfein, primer ejecutivo de Goldman Sachs (el hombre de Goldman en España, por aquello de la identificación positiva, es el financiero socialista Guillermo de la Dehesa, nos informa que los banqueros hacen el trabajo de Dios, por lo que deben ser generosamente retribuidos. Goldman recibió 6.700 millones de euros del erario público para no quebrar pero él cobrará tan ricamente 13,4 millones de euros más los 335 millones que ha acumulado en acciones del banco, que no valdrían nada si se le hubiera dejado quebrar (sólo se hizo con Lehman).

Asegura el amigo Lloyd, siempre humilde, que es posible que el sistema financiero nos haya metido en la crisis pero nos va a sacar de ella. Y esto es una verdad a medias: acierta en la posibilidad y falla en la afirmación. Eso sí, lo único seguro es que Mr. Blankfein ya ha salido de la crisis.

En definitiva, no se dejó quebrar a los bancos -y a los fondos- especuladores y ahora somos sus esclavos.

Y todo ese precioso documento periodístico de Watts sirve para resaltar por qué nos cuesta tanto salir de la crisis y, sobre todo, y más importante, por qué nos cuesta tanto cambiar el sistema: porque no permitimos que los intermediarios financieros -vulgo bancos- quebrados quiebren, y dedicar el dinero público no a pagar al ladrón sino a proteger a la víctima, al ahorrador.

Por eso, no hemos salido de la crisis y ya estamos anunciando la siguiente crisis, que no será otra sino una segunda parte de la misma. Vamos, que estamos en el descanso del partido.

Si quieren comprobarlo, vayan a otra maravilla periodística, recogida en España por Invertia: contemplen lo que han representado las ayudas a los bancos sobre el PIB en toda la zona OCDE -lo que habitualmente entendemos por Occidente-.

Y no se me diga que las ayudas eran préstamos y que, como nos recuerdan en Goldman Sachs -que no fue el banco más agraciado eso sí es verdad- se pueden subir los bonus a sus directivos dado que ya han devuelto el préstamo al Tesoro o al banco central. En primer lugar, porque eran préstamos a tipo de interés cero; en segundo lugar, porque el jueguecito de los grandes gurús de Wall Street para salir de la crisis, de su crisis, consiste en tomar el dinero público con la mano izquierda e invertirlo en deuda pública con la derecha: negocio redondo y seguro. Y las empresas y las familias, las economías reales, que arreen.

Con razón se elevan voces que piden la nacionalización de la banca evitándonos el engorroso trámite de pasar por un intermediario jetas que se queda con el dinero de todos sin repercutirlo en ninguno. Bueno, salvo en el suyo propio, por ejemplo, en el del señor Blankfein.

¿Por qué ocurre esto? Pues porque es posible que cuando abandone la Casa Blanca, Barack Obama, al igual que muchos de sus colaboradores, vaya -o regrese- al sector financiero. Pero también porque la humanidad se rige por el tópico y el tópico asegura que la banca no puede quebrar. ¿Por qué? Nadie lo sabe, pero basta la amenaza de que esos mismos bancos que nos expolian son los que retienen nuestros ahorros en sus apuntes contables.

Y el problema no es el que saliera a relucir en la tediosa Cumbre de los ministros de Economía del G-20 celebrada en Saint Andrews: no se trata de recortar los salarios de los directivos sino de recortar la actividad de los especuladores. En la reciente cumbre de ministros de Economía celebrada en Saint Andrews, se volvió a hablar de controlar los salarios de los ejecutivos. En primer lugar eso no es posible. Lo que hay que hacer es imponer a las actividades financieras especulativas, el sistema solicitado por el Nobel de Economía, ya fallecido, James Tobin, para el especulativo mercado de divisas: un impuesto que desanime la especulación financiera, la que ha originado, junto al apalancamiento, la actual crisis económica. Con ello, se obligaría a las bolsas a ponerse al servicio de la economía real, que es su verdadera razón de ser.

En resumen, ¿los salarios de los directivos de los bancos de inversión son inmorales? Sí. ¿Lo son más cuando reciben dinero público para continuar especulando? Sí, son más inmorales. Ahora bien, lo más inmoral de todo es la especulación en sí misma, porque eso es lo que provoca crisis, desempleo y amargura... en cantidades de muchos dígitos.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com