El presidente del Santander Central Hispano, el banquero más poderoso, y uno de los hombres más ricos de España, Emilio Botín tiene un problema grave de servicio. Los domingos por la tarde se queda sin servicio en su residencia de Somosaguas, y claro, eso no puede ser. El poderoso no es nada sin servicio doméstico. Está atado de pies y manos. Como alguien dijo, esta es la razón por la que a los multimillonarios de cuna les cuesta tanto entender el fenómeno de la pobreza: no pueden entender por qué si alguien tiene hambre no toca la campanilla para que acuda el servicio.

Así que D. Emilio se marcha a la sede central del Banco, donde duerme la siesta y a eso de las seis de la tarde, comienza a recibir a las visitas, hasta que el servicio de hostelería del banco le prepara la cena. Luego se retira de nuevo a su domicilio. Por el momento, los accionistas no han preguntado por este incremento, no notable, de los gastos. Los que se quejan continuamente son los directivos convocados en domingo por la tarde.

Y la charlas suelen resultar animadas, porque d. Emilio gusta de explicar sus estrategias. De esas charlas dominicales es de donde surgen tantas veces los rumores que luego llenan la City. Por ejemplo, esas charlas han surgido las insinuaciones de que, esta vez sí, D. Emilio se iba a jubilar e iba a dar paso a su hija, la presidenta de Banesto, Ana Patricia Botín, que a sus 45 tacos empieza a sentirse en edad de merecer la sucesión.

Semanas después, aparece otro rumor que afirma que D. Emilio no puede marcharse hasta que ocurra algo, hasta que la entidad ascienda un peldaño más en el templo de la fama financiera. Por ejemplo, la última de D. Emilio es que no puede jubilarse, no ceder el puesto, tal y como le reclama su familia, porque antes tiene que hacer su gran obra, que es comprar un banco nortemericano. Pero no cualquier banco, no un Sovereign cualquiera, sino un banco panamericano, universal, del mundo mundial. De esos hay pocos, porque Estados Unidos es muy grande y ha estado sometido a una legislación restrictiva, pero Emilio Botín confiesa que su amistad con el presidente del Bank of América, Tim Laney, es propia de dos íntimos, qué digo, de dos hermanos. Lo mismo ocurría con el ahora saliente presidente del Royal Bank, sir George Mathewson, y la cosa acabó en nada. Botín, dicho sea de paso, no pude permitirse tener amigos.

La teoría de D. Emilio, que antaño les comentaba a sus directivos lo misocon el San Paolo italiano, es que Europa no da más de sí. La verdad es que el Santander Consumer, la financiera matriz que opera en todo los países europeos y que dirige con discreción Antonio Escámez Torres- está empezando a olvidarse del durísimo mercado europeo, que aparece más bien saturado. Ahora mismo, Santander Consumer, a través de la marca CC Bank financia el 30% de los coches que se venden en Alemania, y su activo global es similar al de Banesto.

Por tanto, a sus 70 años, D. Emilio considera que debe quedarse una poco más, esta vez por América. Su padre se retiró a los 85 años, así que le quedan por lo menos 15. Mientras, Ana Patricia envejece, pero con una u otra disculpa la familia no presiona más de lo necesario. La verdad es que D. Emilio quiere morirse en el banco, con las botas puestas, aunque como lleva haciendo durante los últimos 10 años: sin trabajar más de lo estrictamente necesario.

Ahora, además, lo tiene más fácil. El consejero delegado, Alfredo Sáenz, ha pensado estos años, seriamente, en abandonar. Sin embargo, ahora se siente rejuvenecido y más fuerte que nunca, por lo que ha decido continuar. Porque a Sáenz, al menos por el momento, sí que le necesita.