Los escoceses están un poco hartos de que les pregunten por su kilt, esa falda que lucen los indígenas varones sin que nadie dude de su masculinidad. Por eso, cuando les  preguntan qué llevan debajo de la falda o kilt, siempre responden lo mismo:

-El futuro de Escocia.

Y así se denomina el librito que ha escrito Alex Salmond, el hombre que pretende la independencia de Escocia respecto a  Inglaterra. Y catalanes y vascos miran hacia Escocia como la tierra prometida, en la esperanza de que ganen el referéndum de septiembre y cargarse de razón. ¿Qué pasará si ganan o pierden por la mínima Pues que el problema, una vez más, continuará sin solución, porque ese es el problema del nacionalismo independentista: que no habla de Estado de Derecho sino del tamaño del Estado, es decir, que estamos ante un callejón sin salida.

Pero ojo, el sueño de los independentistas escoceses no se parece al de los catalanes ni al de los vascos. Salmond no odia a Reino Unido ni denigra lo inglés, aunque está consiguiendo que un porcentaje imposible de cuantificar de los escoceses lo hagan. Sin embargo, los independentistas escoceses quieren mantenerse bajo la Corona británica y con la libra como moneda.

En Cataluña tampoco se odia a España, pero los nacionalistas catalanes han conseguido que un porcentaje -imposible de cuantificar- de los catalanes lo hagan. Precioso   eufemismo, por cierto, el del empresario catalán Joan Gaspart: que Cataluña es mi madre y España mi padre. Que mi madre quiere separarse y yo intento que no se separe. Pero que si separan, aunque sea mi madre la que quiere romper el matrimonio, me quedo con mi madre porque 'madre sólo hay una'. Hombre, señor Gaspart, padre también hay uno y solamente uno. Otra cosa es que resulte más difícil de demostrar, salvo por la madre. Y si la madre no puede demostrarle entonces tenemos otro problema del que no es culpable.

Ese es el problema del nacionalismo catalán, que sólo habla de sentimientos y cualquiera puede sentir lo que quiera. Otra cosa son los hechos en lo que se quieren plasmar esos sentimientos porque pueden chocar con los sentimientos de los demás.

Los escoceses independentistas también se sienten escoceses y no ingleses, pero no odian a los ingleses.    

Ahora bien, el problema no es ese: el problema de Artur Mas y compañía es que ha sembrado el odio hacia los españoles, incluidos los catalanes, que se sienten, más o menos, españoles.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com