Prosigue en España la polémica por el brasileño muerto a tiros por la policía británica. Y la verdad es que el asesinato no deja de tener su lógica, lógica demoníaca pero lógica. Dice Scotland Yard que a un terrorista suicida, rodeado de explosivos, no se le puede disparar a las piernas, porque podría activar su carga letal. Tampoco se le puede disparar al cuerpo, porque podría estallar su peligroso aditamento. Hay que dispararle a la cabeza, dejarle seco de forma instantánea, para que no pueda accionar el mecanismo mortal.

Todo esto recuerda aquellos viejos silogismos con los que los profes nos enseñaban la distinción entre lo verdadero y lo lógico : Todos los perros tienen cuatro patas; mi gato tiene cuatro patas; luego mi gato es un perro.

Porque la lógica de Blair continúa: matar es fácil, lo saben todos los terroristas, lo difícil es escapar. Ahora bien, el terrorista suicida no quiere escapar. Por tanto, la lógica de un Estado de Derecho, detener al culpable, interrogarle con garantías jurídicas y encerrarle en la cárcel no vale, para cuando lo has hecho, las tripas de víctimas inocentes ya han volado por los aires. Por tanto, dice, la lógica, hay que matarle de forma fulminante: primero disparar, luego preguntar e investigar. Y lo que es más grave: primero matar, luego juzgar. Al final, Blair adopta la lógica del terrorista, la de que el fin justifica los medios: el fin de la implantación del Islam y de la venganza frente a Occidente justifica la muerte de inocentes. Para Blair, el fin de la paz y la seguridad del conjunto de los ciudadanos justifica el tiro en la nuca a un sospechoso.

¿Todo esto es lógico? Claro que lo es. Ni es cierto ni es bueno -es una aberración-, pero es lógico. Ahora bien, la lógica diabólica empezó mucho antes, empezó con la guerra de Iraq. Muchos pensaban que Juan Pablo II exageraba con su maldición a George Bush, cuando ante la cabezonería del presidente norteamericano de comenzar la guerra de Iraq, habló de consecuencias impredecibles y de que los responsables de comenzar la contienda. Es decir, Bush y Blair, con el apoyo político de Aznar y otros 35 países, serían responsables ante Dios y ante la historia. No era una amenaza: era que Juan Pablo II sospechaba lo que nosotros ahora sabemos y sufrimos: que a Bush se le iba a escapar la guerra de Iraq de las manos.

Lo de Iraq ha sido un fracaso que ha impuesto la lógica del terror, es decir, la lógica del mal: para neutralizar al culpable, tengo que acabar con cientos de inocentes. En definitiva, bombardeo Iraq e impongo mi superioridad tecnológica: la guerra desde el aire, la guerra de bombardeo, que no discrimina entre buenos y malos. Es muy risible que consideremos la Edad Media como el acabóse de la crueldad. Por favor: las guerras clásicas eran un canto a la valentía y a la justicia, comparando con la guerra del bombardeo masivo. En la guerra medieval había que oler al enemigo para matarlo. Como mucho a tiro de arco. La cosa exigía mucha más valentía y resultaba mucho menos mortífera. La guerra de hoy es mucho más homicida y mucho más cobarde.

Naturalmente, hasta los más acérrimos opositores de Sadam Husein se vuelven ahora contra los norteamericanos y contra Occidente. Nada justifica las barbaridades del terrorismo suicida, pero que las cosas no sean justificables no significa que no puedan ser explicables. La lógica no busca el bien, sino la coherencia.

Y ahora viene lo más grave: la lógica de la guerra de Iraq no ha hecho más que empezar. Ningún poderío tecnológico puede acallar el terrorismo suicida de Bagdad (curioso, no existió frente a Sadam, y sí existe frente a un ejército democrático), que va a continuar. Como ha dicho ese gran periodista que es José Antonio Sentís, Islam rima con Vietnam. Quiero decir: para evitar un atentado suicida tengo que disparar a la cabeza antes de saber si me hallo ante un terrorista o ante un electricista. Pues, en buena lógica, para pacificar Iraq tendré que matar, no a cientos, sino a miles, quizás a millones, de inocentes para estar seguro de haber eliminado al culpable. En otras palabras, la lógica de Scotland Yard lleva a la guerra nuclear, de la misma manera que el progresista presidente Harry S. Truman lanzó dos bombas atómicas (en pocos días conmemoraremos el sexagésimo aniversario) para romper la resistencia de un Japón dispuesto al suicidio antes que a la rendición.

Sólo la bomba atómica terminó con los kamikazes, verdadero símbolo de un Japón que se negaba a capitular tras una guerra interminable y que, como el terrorismo suicida de hoy, encontraba un gozo mórbido, porque no morían por una idea sino que mataban por ella.

No, el método Bush-Blair (y Aznar, si lo desean) es un lógica que lleva a la conflagración total, a la era nuclear. Es lo lógico.

De los ingleses, me gustaba más el no tenemos miedo, que el tiro en la nuca. Los ingleses han sabido responder al terrorismo islámico como -¡ay!- no supimos hacerlo los españoles. El que no ha sabido responder es Tony Blair.

La alternativa, naturalmente, es doble. De forma estructural, que diría un economista, coherencia de Occidente con su propios principios, pues a la ideas hay que combatirlas con ideas. Occidente no necesita más que volver a ser él mismo, y eso se llama atender a sus raíces cristianas, las únicas que pueden derrotar al Islam como lo han hecho, una y otra vez, en el pasado. A corto plazo, es decir, ahora mismo, sustituir los bombardeos por la diplomacia, por el diálogo, sólo que ese diálogo nada tiene que ver con la ñoña alianza de civilizaciones de nuestro ñoño Zapatero. Porque sólo hay una cosa que Mr. Bean odie más que el fanatismo islámico : la libertad cristiana.

Occidente tiene que dialogar desde esa libertad cristiana que considera a la persona hija de Dios, no esclava de Alá. No se trata de someter al Islam, sino de que el Islam acepte la libertad de los hijos de Dios, la dignidad inconmensurable de la Persona, siempre por delante de la colectividad, incluida la colectividad religiosa de la Umma.

O eso, o la nuclearización de la guerra entre cristianos y mahometanos, entre Occidente y Oriente. No lo duden, con las armas de Bush y Blair no se va a detener el terrorismo suicida. Y al final, se verán abocados al método Truman que, como creo haber dicho antes, era un gran progresista, un tipo que odiaba, más que a Japón, al Vaticano, a quien dedicaba cartas incendiarias e insultos de todo tipo. A lo mejor es una mera casualidad.

Eulogio López