A las 17,50 (hora local española), la chimenea de la Capilla Sixtina emitía humo blanco. Cuarenta minutos después se conocía que el sucesor de Juan Pablo II será Joseph Ratzinger, el prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, que ejercerá su pontificado bajo el nombre de Benedicto XVI, quizás porque no se ha atrevido a utilizar el nombre de Juan Pablo III: tanta era su proximidad y su admiración por su antecesor.

Por decirlo de algún modo, los cardenales han elegido al intelectual de la Iglesia, a una de las cumbres teológicas actuales, al mejor analista de las corrientes contemporáneas. También han elegido al decano del colegio cardenalicio, al hombre que Juan Pablo II, en medio de la confusión doctrinal del postconcilio, situó como guardián de la ortodoxia (una expresión que comenzó siendo un insulto y hoy es un timbre de gloria).

Alemán, de 78 años de edad, 20 más de lo que tenía Juan Pablo II cuando fue elegido. Cardenal desde el 27 de junio de 1977, el hombre al que todos los curas progres aborrecen con más intensidad. Ratzinger será un Papa filósofo, pero también sería un espléndido editorialista, un hombre con una asombrosa capacidad de síntesis, con el bagaje cultural de un sabio de antaño y la virtud periodística de hacer historia diaria.     

Sus primeras palabras: Los cardenales me han elegido como un simple trabajador de la viña del Señor... Me consuela el hecho de que el Señor haya querido trabajar con instrumentos insuficientes, afirmó con dos frases que recuerdan las palabras de Cristo: Siervos inútiles somos, lo que teníamos que hacer eso hicimos.

Y también: En la alegría del Señor Resucitado pido su ayuda permanente. El Señor nos ayudará y su Santísima Madre estará cerca de nosotros. Para muchos santos del último siglo, las instituciones cristianas se dividen en dos: las buenas, que tienen muy en cuenta a María, y las otras. Y, cómo no, el abandono en la misericordia divina. Es la infancia espiritual que ejemplificó Karol Wojtyla quien, como los niños, se sentía capaz de todo, porque lo difícil lo dejaba en manos de su padre Dios: El señor nos ayudará, dice el decimosexto de los Benedictos.

(Ver Carta del Director)