Según el libreto progre, sólo dos fundamentalismos se oponen al abort el fundamentalismo católico expresión cada vez más escuchada, no puedo ni imaginarme por qué- y el fundamentalismo islámico, cuyo arquetipo es Irán. Ambos fundamentalismos, como es sabido, proceden de una deficiente asimilación de la Ilustración francesa, y ambos confluyen en la misma praxis: encadenan a los librepensadores, a una humanidad que no puede avanzar hacia las gloriosas metas del aborto, por ejemplo.

La cosa está tan bien trenzada, resultaba tan maciza, pétrea, que es una pena que a los ayatolás iraníes se les haya ocurrido implantar el aborto eugenésico durante los cuatro primeros meses del embarazo. Ya saben, si tiene alguna tara se le atraviesa y a por otra. Al fin, Irán ha entrado en la modernidad. La mujer no podrá enseñar nada en Teherán, pero podrá abortar. ¡Loada sea la diosa Razón!

Lo malo es que ahora se ha roto el maridaje fundamentalista. Porque la Iglesia católica, qué vergüenza, permanece en sus lamentables posiciones de enfrentarse a todas las progresistas sugerencias de la cultura de la muerte. Bueno, del homicidio.

A nadie se le ha ocurrido pensar que lo de los persas es de lo más lógico. Si la Iglesia fuera una institución humana, tiempo ha que habría cedido en materia de defensa de la vida, especialmente de la vida más indefensa. A fin de cuentas, humanamente, ¿qué le va al Cristianismo en su obcecación pro-vida? Sólo consigue oposición, injurias, desprecios y soledad ante la cultura de la muerte -insisto, imperio de la muerte o cultura homicida serían denominaciones más lógicas.

No, el moderno Islam no me atrevo a juzgar su historia- no siente mucho respeto por el hombre. Los islámicos no rezan el Padre Nuestro, porque consideran que calificar a Dios como padre es una blasfemia. A partir de ahí, lo lógico es que la pena de muerte, la guerra, la venganza y otros atentados contra la vida o la integridad del ser humano, el desprecio del débil, sea mujer, niño o retrasado mental, florezcan en ese caldo de cultivo. Es lógico que el aborto haya llegado al Régimen teocrático de los ayatolás. Lo ilógico sería lo contrario. O mejor: sólo resulta ilógico para quien no ha comprendido, no el Islam, sino el Cristianismo.

Eulogio López