Los años 70, 80 y 90 fueron los años de la Teología de la Liberación, consistente en utilizar a la Iglesia como instrumento para conseguir la dictadura del proletariado. Naturalmente, como toda aquella persona o institución que intenta utilizar la Barca de Pedro para sus intereses particulares, acaba por comprobar como sus intereses disuelven y la Iglesia permanece. Eso, sí, a veces pagando un precio alto. Pues bien, ahora estamos con la Teología de la Nación, la teología que ha convertido a la patria, en este caso la unidad de España, en un ídolo al que adorar.

Ahora estamos en las mismas, sólo que en el extremo opuesto. Es verdad que el origen del problema no está en los teólogos de la nación, sino en un Presidente del Gobierno como Rodríguez Zapatero, que gracias a su diálogo y talante, ha logrado retrotraernos a la España de la II República, crispada y dispuesta al enfrentamiento.

La España de 2005 es muy parecida a la de 1936, sólo que en políticamente correcto. Ahora no sacamos la navaja o el fusil por la sencilla razón de que estamos mucho mejor alimentados y de que si nos echamos al monte tenemos mucho más que perder que durante los años 30, pero la polarización es la misma: es una radicalización más educada, pero igualmente agresiva. Sí, y la causa radica presidente de Gobierno más insensato de toda la etapa democrática española. De todos los apodos que se le tribuyen a Zapatero, sin duda, el de Mr. Bean es el más adecuado. No por parecido físico, psicológico y anímico : es ignorante, insensato, malicioso y, cada día que pasa, por mor del galimatías en el que se va enredando, más mentiroso. A costa de tocarle las narices a todo aquel que no piensa como él, y en especial a los cristianos, su verdadero enemigo, ha conseguido el más espantoso revival de la II República. El político al que más se parece Zapatero es a Manuel Azaña pero sin la portentosa capacidad de análisis que distinguía al timorato -lo digo en sentido físico- ex presidente de la II República española. Si algo olvidan los biógrafos de don Manuel es que era un hombre muy miedoso, e insisto en que hablo de miedo físico, no intelectual o moral-.

Y así, hoy, en España, si eres cristiano has de ser también de derechas, centralista, capitalista, hincha del Madrid, cliente de Caja Madrid nunca de La Caixa- y, naturalmente, ferviente partidario de Endesa en su lucha contra la pérdida de Gas Natural y amante de la caza y los toros. Insisto : vivimos en 1936, sólo que en políticamente correcto.

Y es que no hay nada más eficaz que la simulación de diálogo y el artificio del talante para acabar a garrotazo limpio. Se empieza por la pérdida del sentido del humor, es decir, el sentido de las proporciones en ello estamos-, antaño llamado ecuanimidad, y se acaba fusilando al personal. Y en el pelotón, pero más aún en los tribunales, suelen estar los más tolerantes.

Ahora bien, enfrente del paciente energúmeno que habita La Moncloa, ha surgido un alineamiento igualmente simplón. Algunos de los lectores que protestan contra determinadas opiniones de Hispanidad dicen que no entienden nuestra postura: no me extraña nada. Hemos llegado a tal grado de radicalización simplona que, haciendo uso de las precitadas variables, para algunos resulta inteligible que un cristiano pueda ser forofo del Barça.

Pues bien, en el campo opuesto a Mr. Bean, ha surgido la Teología de la Nación, es decir, gente que no ama a Dios pero odia a Zapatero con mucho entusiasmo. A ver, moviola: la Teología de la Liberación consideraba que la Iglesia era un medio para alcanzar la sociedad sin clases, es decir, la dictadura del proletariado. Pues bien, los teólogos de la nación consideran que la Iglesia es un medio para, o bien mantener la unidad de España, o bien para golpear a Zapatero, que es lo que realmente les mola. Y con la misma simplonería que los progres zapateriles, los teólogos de la Nación, no muy duchos en versatilidad, consideran que el que no se afilia a su partido naziteologal, es simplemente un traidor, un cobarde, un tonto o las tres cosas a la vez. Las mentes de los seguidores de la Teología de la Liberación que no de su creadores- no es asequible a lecturas complejas; las de los fans de la nueva Teología de la Nación, tampoco.

Los profetas de la nueva teología no son los mejores referentes morales que existen. Algunos de sus seguidores sí, pero, ojo, no olvidemos que la Teología de la Liberación también prendió en cristianos coherentes, misioneros entregados, miembros insignes de la jerarquía dispuestos a traducir teología marxistoide por opción preferencial por los pobres (y esta segunda no sólo es una opción buena, sino la asumida por el Magisterio). De igual forma, cristianos de fe probada y con la mejor de las intenciones, están siendo utilizados ahora por los profetas de la Teología de la Nación, a los que la teología, la Iglesia y la fe importan un pimiento, pero que resulta muy útil para mover a las masas.

Y todo coincide. Si la Teología de la Liberación dividió a la Iglesia, la Teología de la Nación está haciendo exactamente lo mismo. Si los profetas de la Teología de la Liberación eran curas amantes del poder político o especialistas en traducir su incapacidad para vivir el celibato a la acción política e intelectual, ahora los profetas de la Teología de la Nación son comunicadores. Mencionaré a dos, para que no se me acuse de no citar nombres, los periodistas Federico Jiménez Losantos y Pedro José Ramírez- a los que el interés ha vuelto clericales a tope. Ambos son dos demagogos a los que el cristianismo y la Iglesia importan un pimiento, pero que se sirven de ella y de los buenos sentimientos de muchos cristianos para convertirse en líderes sociales, que es como convertirse en líderes políticos pero mucho mejor pagados. Ambos están consiguiendo lo mismo que aquellos curas pelmas de la muy liberadora teología: dividir a la Iglesia y, a renglón seguido, dividir a los cristianos, a costa de utilizarles en sus propósitos políticos o profesionales. No es ningún secreto la vergonzosa utilización de la cadena COPE por parte de don Fede para promocionar su página web Libertad Digital.

Por eso, Losantos se permite el lujo de insultar a obispos desde la mismísima emisora de los obispos, mientras El Mundo, hoy por ti, mañana por mí, se ha convertido en el mayor entrevistador de miembros de la jerarquía que recuerdan los tiempos.

Ambos han utilizado a la jerarquía asumiendo como propios principios en los que no creen en absoluto (digo que no creen porque ellos mismos dicen que no creen). Sin el apoyo de la Jerarquía -que no se entere Zapatero- las manifestaciones del 18 de junio y del 12-N habrían quedado en nada. Ahora, ambos intentan que la Jerarquía por favor, que no cometa ese error- apoye también la manifestación estrictamente política del 3 de diciembre, contra el Estatut, una iniciativa del Partido Popular. Y ojo, no se equivoquen. Don Federico y don Pedro José no trabajan para que vuelva el Partido Popular al poder. Eso sería demasiado fácil. Trabajan para que quede claro que son ellos dos los que han conseguido que el PP vuelva al poder. Ramírez sabe mucho de eso : necesita que, cada equis tiempo, se sepa que ha tumbado a un ministro, a un presidente de empresa, para que el resto de los poderosos tomen buena nota.

Y, ¡qué casualidad!, ninguno de los dos profetas de la Teología de la Nación está dispuesto a apoyar la otra manifestación, la que pretende un grupo de cristianos comprometidos, en defensa de la vida humana más inocente: la del no nacido. Como resulta que fue Aznar quien convirtió a España en el paraíso mundial del aborto, y quien abrió la vía a la masacre de embriones que Mr. Bean se ha encargado de ampliar- esa manifestación no es del gusto de don Fede.

Porque, a fin de cuentas, ¿qué es la Teología de la Nación? Pues un neofascismo, es decir propio de los que no creen en Dios pero sí en la patria. No se dejen engañar por los mohines de don Fede y Pedro José cuando se trata de criticar a Franco o a determinados partidos minoritarios de derechas. El Franquismo no se convirtió en un fascismo precisamente por la influencia de la Iglesia que humanizó el Régimen hasta allá donde pudo. Franco no fue un fascista porque se lo impedían sus convicciones cristianas o porque sabía que si la II República no hubiera abofeteado la fe cristiana él no habría ganado la guerra.

No, los nuevos fascistas se presentan como liberales, especialmente como capitalistas, y el único dios al que adoran es aquel que puede otorgarles más poder y más dinero, o ambas cosas a la vez. Dicen adorar la libertad, pero es sólo la libertad mercado, concepto que no le llega a la suela de los zapatos a la igualdad de oportunidades, y que, además, no cumplen: sólo les gusta la libertad de mercado cuando pueden jugar con ventaja. Lo que hacen es deificar España, y España no es Dios. Lo decimos desde Hispanidad, nombre que ya da una idea de lo anacrónicos que no parecen los nacionalismos y de lo pelmas que nos parecen los nacionalistas. Y también da idea de que nos gusta el país que vivimos, España, y la fabulosa aventura hispana. Pero España no es Dios, y no podemos aceptar que un par de demagogos interesados dividan a la Iglesia y utilicen la fe sincera de tantos españoles y colaboren al revival de las dos españas en beneficio propio. Quizás a eso se refería Samuel Jonson cuando decía que el patriotismo es el último refugio de los canallas. Porque el patriotismo es una virtud, y una virtud hermosísima, pero no hay nada peor que la corrupción de lo mejor.

Los teólogos de la liberación, en cualquier caso, eran pesadísimos. Los de la nación, también. Sólo sirven para aumentar la adrenalina matutina del personal. Enfrente tenemos a la progresía de Zapatero, que lo único que desea es aniquilar a todo aquel que cree en algo, actitud que su vacío existencial no puede soportar. Otra vez tenemos la dos españas. El proveedor de sentido común aún no ha llegado, aunque se le espera a cada instante.

Eulogio López