No pasa un día sin que la prensa especializada no recoja una información sobre despidos masivos en alguna multinacional. Parece como si el actual liderazgo empresarial sólo tuviera un objetivo : conseguir empresas sin trabajadores. El ideal de todo CEO consiste en una empresa cuya única plantilla esté constituida por directivos y secretarios, directivos que, a su vez, se puedan controlar a sí mismos desde el Consejo de Administración, y rindan cuentas a unos accionistas sin nombre y sin rostro, formados por inversores institucionales, que sólo reclaman dividendos crecientes, no como esos pelmas de los asalariados, que no hacen más que quejarse, o los aún más plúmbeos clientes, que parecen hechos para protestar. Es decir, que la gran empresa del siglo XXI no está representada por las grandes factorías de General Motors, sino por las campañas publicitarias de Nike, que tiene más franquicias que empleados. En definitiva, la época de las multinacionales toca a su fin; hemos entrado en le mundo de las marcas. Es una pura casualidad que en el mundo virtual se confundan empresa y marca, especialmente en el mundo informativo. Una mera broma de la historia.

No hay que preocuparse dicen los expertos: lo que existe es un trasvase de empleo desde las multinacionales a las PYMES y los auto-productores (los cuentapropistas, que dicen los argentinos, o trabajadores por cuenta propia). Además, así se reducen gastos, se crea más eficiencia y, sobre todo, se consigue que la gente viva para trabajar, que es lo que hace el autónomo, en lugar de trabajar para vivir.

Ahora bien, a medida que disminuye, al menos en términos relativos, la fuerza del trabajo, se reduce también la capacidad de mantener un Estado del Bienestar. Que, no lo olvidemos, es un invento formidable. Esta pieza maestra de la solidaridad moderna que es el Estado del Bienestar fue un invento, pura casualidad, de políticos católicos, como De Gasperi, Schumann, Adenauer y otros antiquísimos y reaccionarios políticos europeos.

Pues bien, no se trata de renunciar al Estado del Bienestar ni de preocuparnos en exceso, pero sí de ocuparnos, de comprender que la sustitución de multinacionales por marcas obliga a transformar, de entrada, todo la pirámide fiscal. Si hay algo absurdo en la España actual es que el Estado tenga déficit y la Seguridad Social superávit. Con una pirámide invertida como tenemos, con más viejos que jóvenes y algunas regiones con más rentas pasivas que activas (como la mía, Asturias) lo lógico sería que el déficit se produjera, precisamente en Seguridad Social. ¿Qué significa esto? Pues, sencillamente, que los impulsos laborales son altísimos, lo que acelera la conversión de multinacionales en marcas. Con esos impuestos, en el mundo laboral se está repitiendo el mismo esquema del universo mercantil: ¿Cuál es el número ideal de socios de una empresa? Pues un número impar inferior a 3.

Por tanto, hay que reducir los impuestos laborales, hay que reducir o mantener los impuestos directos y subir los indirectos y los especiales. En definitiva, hay que cambiar de mentalidad: en el mundo de las marcas hay que juzgar, por tanto gravar, a cada ciudadano por lo que gata, no por lo que gana. Grabar el gasto más que los ingresos y mucho más que el trabajo

De una u otra forma es esta la meta hacia la que camina Occidente, con la excepción del Gobierno Zapatero, empeñado en reducir el impuestos de sociedades, que viene a ser como el gasto de las empresas, es decir, de los socios, en congelar el IVA y en mantener y asfixiar al creador de puestos de trabajo, un bien cada vez más escasos, con cuotas sociales imposibles, incluso a costa de los bajos salarios habituales en España.

En la era de las marcas, seguir defendiendo que el IVA es un impuesto de derechas no es una postura de izquierdas: es una postura tonta.

La verdad es que, como guiados por la fuerza del sentido común, Occidente camina en esa dirección, al menos es la tendencia más acusada. Y si no lo hace más deprisa es por comodidad. En efecto : resulta facilísimo controlar el fraude en impuestos laborales, y muy difícil en IVA. De acuerdo, pero anteponer la comodidad a la justicia suele ser el camino hacia la miseria. O cambiamos, y rápido, o en la deberemos emplazarnos para la miseria.

Eulogio López