Sr. Director:

No por nada se les llamaba los hijos del trueno. Juan y Santiago, representaron dos discípulos encendidos, entusiastas, como tantos cristianos de nuestros días, inflamados por el celo del amor a la Verdad. Ante el rechazo del pueblo al que habían sido enviados, se sintieron ofendidos y sin vacilar lanzaron su veredict «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?».

En estos últimos meses, muchos cristianos bien preparados, serios intelectualmente, estudiosos y con rigor histórico, críticos profesionales del arte; cristianos que conocen, creen y aman al Jesús real, personal e histórico, prueban los mismos sentimientos que en aquel entonces Juan y Santiag indignación, irritación ante el engaño. Les hierve la sangre de su fe cuando alguien al inició de su Codigo Da Vinci escribe: Hechos, y a continuación ofrece un salpicón, vendido a un caro precio, de datos infundados, afirmaciones gratuitas, conexiones imaginarias, leyendas negras sacadas del basurero, y todo ello entremezclado con eventos reales, con la afirmación irónica de que se basó en datos fidedignos, avalados por historiadores de renombre. ¿De renombre? tal vez ¿Historiadores? parecería que sólo de título. ¡Hechos! ¿Pero que tipo de hechos? ¿Los que se pueden enfocar en las coordenadas reales del espacio y del tiempo? O ¿los que proceden de la quinta dimensión de una imaginación exacerbada y de un corazón e intenciones torcidas? ¿Qué les moverá: dinero, deseo de fama, resentimiento contra Cristo, contra los cristianos, frustración? Sólo Dios lo sabe y sólo Él lo juzgará; así como sólo en sus manos estuvo la sentencia para Judas.

Traducido en una expresión más coloquial ese «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?», sonaría así: Señor, a Declan Brown y su Código Da Vinci ¡qué le parta un rayo!. Nos gustaría sentarnos por un momento en el trono divino y mandar fuego del cielo que los consuma. Pero para fortuna de Declan Brown, y para enseñanza nuestra, los que así procediéramos, malos discípulos seríamos. Ya conocemos la respuesta de Cristo ante estas situaciones: Padre, perdónales porque no saben lo que hacen. Una respuesta que una vez más Cristo nos la ha refrescado hace pocos días, mientras conmemorábamos los eventos reales, estos sí historia auténtica, de su pasión bajo Poncio Pilato, muerte y resurrección. Cristo guarda silencio, sólo habla para perdonar, y no se baja de la cruz, aunque le sigan clavando e insultando con blasfemias y mentiras.

La historia se repite sin cesar constantemente. Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron. Personajes como Dan Brown han existido y se han encarado con Dios desde que Él decidió hacerse hombre, existen, y seguirán existiendo. Todo el que no es de la luz, aborrece la luz. No son novedosas las calumnias, ya los cristianos del primer siglo se enfrentaron a las mismas. Simplemente cambian el ropaje, ahora salen al escenario con las lentejuelas de la tecnología, de sonidos e imágenes, y lastimosamente con un mayor radio de difusión para afectar a más hombres y mujeres. Siembran la cizaña entre los cristianos de a pie gente que no ha tenido la oportunidad, o no ha buscado, conocer a fondo su fe, la historia real, los hechos. Unos hechos que Juan y Santiago, vieron, escucharon, tocaron y trasmitieron. No los hechos que otros después de veinte siglos se han imaginado, y que no han visto, no han escuchado o no han palpado, pero se atreven a trasmitir. Declan Brown pasará, su libro pasará, su película pasará,. Pero Cristo y su Iglesia no pasarán; así lo confirma el fluir de la historia, todos sus enemigos han pasado y seguirán pasando, las puertas del abismo no prevalecerán contra Ella.

Gracias a muchas herejías, sobre todo en las primeras centurias de la historia cristiana, se fueron profundizando y perfilando con claridad las verdades reveladas por Dios. Entre muchos otros elementos, también gracias a los evangelios apócrifos de los gnósticos, contaminadores de la pureza del depósito de la fe, se avanzó en el canon de los libros inspirados. Siempre del mal se saca un bien. Hoy, al igual que entonces, es mucho el bien que todos los cristianos podemos sacar de esta película. A algunos les hará dudar, pero sobre todo esta película se convierte en un reto positivo para conocer más a fondo los hechos, para ahondar en las verdades milenarias de nuestra fe, y así una vez más, desenmascarar los otros hechos, los de la ambición humana desleal y falsaria.

Jáder Vanegas

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