Está cantado. El frenazo económico que ha experimentado España en 2019 se agudizará en 2020 ante la ausencia de cambios en las políticas estructurales que eviten la ralentización y el entorno internacional incierto. Y como muestra un botón: las cifras de paro de diciembre han sido malas y cierra el peor año desde la salida de la crisis... y la afiliación a la Seguridad Social va peor.

España ha liderado el crecimiento de los países de la Eurozona con un diferencial positivo que se va estrechando y que ahora se queda en torno al 0,4%, cuando antes era prácticamente el doble. Pero, el ritmo al que se desacelere no solo va a depender del contexto global sino de las decisiones que tome el Gobierno de coalición en política económica y de la confianza que tengan las familias y las empresas en este sentido.

Así que, a las cuatro-cinco décimas menos de crecimiento de este año (crecimos un 2,4% en 2018 y todo apunta a que 2019 cerrará con un avance del 2%) se sumará un recorte de otras tres o cuatro en 2020. El Banco de España prevé un PIB del 1,7% para este año. "Se espera que el crecimiento del PIB continúe mostrando, como viene ocurriendo desde mediados de 2017, una senda de desaceleración gradual", prevé el supervisor, que cree que la ralentización continuará aún en 2021 (1,6%) y 2022 (1,5%).

A las cuatro-cinco décimas menos de crecimiento de este año (crecimos un 2,4% en 2018 y todo apunta a que 2019 cerrará con un avance del 2%) se sumará un recorte de otras tres o cuatro en 2020

Otras instituciones son, sin embargo, algo más pesimistas. El Consejo General de Economistas sitúa el crecimiento en el 1,6%, mientras que el panel de analistas de Funcas prevé un avance del 1,5%.

Los factores que motivarán esta desaceleración serán la pérdida de tracción de la demanda interna por el menor consumo de los hogares, que ya empiezan a mostrarse cautelosos en sus decisiones de gasto, la menor inversión empresarial y también el debilitamiento de la demanda externa, por la desaceleración en Rusia y EEUU y la caída del comercio global.

"La demanda interna apenas aportará un 1,2% de crecimiento en 2020, menos de la mitad que durante la fase de recuperación 2014‐2018. Todos los agregados de la demanda crecerán a un ritmo moderado, tanto el consumo privado, (por la pérdida de vigor de la renta disponible de los hogares), como el consumo público (limitado por la situación presupuestaria) y la inversión (afectada por las incertidumbres y el contexto global)", explica Funcas.

Añaden que "el débil comportamiento de la demanda interna frenará las importaciones, a la vez que incentivará la búsqueda de mercados en el exterior. El resultado es que el sector exterior aportará tres décimas de actividad".

Creación de empleo, a menor ritmo

La reducción de la inversión de las empresas, motivada por la incertidumbre y la caída de beneficios será paralela también a una menor creación de empleo.

La tasa de paro seguirá bajando gracias al aumento de la ocupación, aunque a ritmo menor que en años anteriores. "Esta ralentización en la senda de descenso del desempleo reflejaría tanto el menor ritmo de creación de puestos de trabajo como un modesto repunte del ritmo de avance de la población activa", señala el Banco de España.

La demanda interna apenas aportará un 1,2% de crecimiento en 2020, menos de la mitad que durante la fase de recuperación 2014‐2018

"La disminución esperada de la tasa de paro es ahora algo menos pronunciada, como consecuencia de que el comportamiento reciente de la población activa ha sido algo más dinámico", reconoce el supervisor.

Además, el desempleo seguirá cayendo con un crecimiento del PIB inferior al 2% por primera vez en la historia, y gracias a la reforma laboral del PP de 2012. Los economistas muestran por tanto preocupación por el efecto que podría tener en el mercado laboral su derogación acordada por el PSOE y Unidas Podemos en su programa de gobierno.

El efecto de derogar la reforma laboral

A pesar de que la creación de empleo converge con el ritmo de crecimiento del PIB, estamos ante una situación que requiere cambios estructurales, según los expertos, no solo en relación con la reforma laboral sino también en relación a la búsqueda de mayor eficiencia en las políticas de empleo en un mercado que reclama nuevos perfiles profesionales y una mayor conexión con el mundo de la empresa.

Es verdad que la reforma necesita una mayor modernización y ponerse al día respecto a la situación económica. Es cierto que se tenía que haber pensado, hace un par de años, en cómo mejorar esta reforma y cambiar los aspectos más lesivos, sobre todo, lo relacionado con las rentas del trabajo pero, de ahí a hacer borrón y cuenta nueva, es como meter un elefante dentro de una cacharrería.

Funcas reconoce, en este sentido, que "en anteriores fases de desaceleración, el empleo caía cada vez que el crecimiento se situaba por debajo del 2%. Sin embargo, ese umbral podría haberse reducido significativamente como consecuencia de los cambios estructurales que se han producido en el mercado laboral (importancia creciente del trabajo a tiempo parcial y otras formas “atípicas” de empleo, mayor recurso a ajustes internos en la empresa, limitando los recortes de plantilla)".

Sus economistas creen que el empleo podría crecer tanto en 2020 como en 2021 gracias a eso, aunque menos que la economía, lo que permitiría un repunte de la productividad, fenómeno especialmente pronunciado durante las fases de desaceleración en nuestro país.

La reducción de la inversión de las empresas, motivada por la incertidumbre y la caída de beneficios, será paralela también a una menor creación de empleo

Calculan que en 2020 y 2021 se crearán un total de 500.000 puestos de trabajo netos, aunque no tienen en cuenta en esa previsión la posible derogación de la reforma laboral.

Será imposible cuadrar las cuentas

Según el programa de Gobierno de PSOE y Podemos, su propósito es ejecutar un fuerte aumento del gasto social (pensiones blindadas con el IPC, aumento del gasto en dependencia, aumento de las bajas por paternidad, etc.) que se financiará con un incremento de  impuestos como el IRPF a las rentas altas; el establecimiento de un tipo mínimo del 15% en el Impuesto de Sociedades -que será del 18% para los bancos-; y la creación de dos nuevas figuras tributarias: la 'tasa Google' y la 'tasa Tobin'). 

La recaudación tributaria no parece suficiente, según los expertos, para financiar el gasto, lo que comprometerá la capacidad para reducir el déficit público y conseguir que baje del -2,5% del PIB, después de un año en el que no se ha corregido nada pese al buen comportamiento del ciclo. 

Incluso, si se eleva la recaudación hasta el 40% del PIB, todavía habrá un elevado déficit público. La previsión del Ejecutivo es que el país cierre el año con un gasto público superior al 41,3% Esto significa que los nuevos ingresos todavía no conseguirán cuadrar las cuentas, de modo que será necesario un esfuerzo mayor para controlar el desfase presupuestario vigilando el crecimiento del gasto público.

La Comisión Europea ha pedido un esfuerzo fiscal a España del 0,65% del PIB para el próximo año, unos 8.000 millones de euros. Esto supone una cuantía superior a la subida de impuestos, lo que significa que también será necesario apretarse el cinturón. Pero no solo es la Comisión quien exige sacrificios, la propia Constitución Española recoge que, a partir de 2020, y como consecuencia de la reforma del Gobierno de Zapatero de 2011, será necesario cumplir con los márgenes establecidos por Bruselas. Esta suma de factores provoca que el escenario presupuestario de cara a los próximos años quede muy reducido.