Durante mucho tiempo se pensó que el ejercicio era cosa de jóvenes, pero esa idea está quedando atrás.

Cada vez más personas mayores de 50 años descubren que la actividad física no solo mejora su bienestar, sino que actúa como una auténtica medicina preventiva frente a muchas enfermedades.

La Dra. Catheline Lauwers, jefa del Servicio de Cardiología del Hospital Quirónsalud Valencia, lo resume: “Nunca es tarde para empezar: con una pauta adecuada, la actividad física es una de las mejores inversiones en salud que puede hacer cualquier persona a partir de los 50”.

CATHERINE LAUWERS

 

Adaptar la actividad

Con el paso de los años, el cuerpo pierde masa muscular, disminuye la densidad ósea y aumenta el riesgo de hipertensión o diabetes. Sin embargo, practicar ejercicio de forma regular puede revertir buena parte de esos efectos. Caminar, nadar o montar en bicicleta mejora la circulación y fortalece el sistema cardiovascular; los ejercicios de fuerza ayudan a conservar la masa muscular, y disciplinas como el yoga o el taichí favorecen la flexibilidad y el equilibrio, reduciendo el riesgo de caídas.

Caminar, nadar o montar en bicicleta mejora la circulación y fortalece el sistema cardiovascular; los ejercicios de fuerza ayudan a conservar la masa muscular, y disciplinas como el yoga o el taichí favorecen la flexibilidad y el equilibrio, reduciendo el riesgo de caídas

Hoy en día, la evidencia es cada vez más contundente respecto a que realizar entrenamiento de fuerza aporta beneficios muy importantes en nuestro cuerpo, pero evidentemente no todo vale, y este tipo de trabajo hay que realizarlos en el contexto adecuado, y antes de comenzar un programa de entrenamiento es fundamental consultar con un médico, especialmente si existen patologías previas o si hace años que no se realiza ejercicio.

La clave está en adaptar la actividad a la condición de cada persona. Cada cuerpo tiene su ritmo, y respetarlo es esencial para evitar lesiones y mantener la motivación.

Las recomendaciones internacionales apuntan a realizar unos 150 minutos semanales de ejercicio moderado o 75 minutos de actividad intensa. Lo ideal es empezar con sesiones cortas, de 10 o 15 minutos diarios, e incrementar gradualmente la duración y la intensidad. Más que la velocidad del progreso, lo que realmente importa es la constancia.

De los 150 minutos semanales, lo ideal sería, a partir de los 50 años optar por 3 sesiones aeróbicas y 2 sesiones semanales de fuerza.

Cuando llegamos a los 75 -80 años, se recomienda invertirlo: 2 sesiones aeróbicas (caminar, senderismo, bicicleta, golf, running...) y 3 sesiones semanales de ejercicios de fuerza.

Antes de comenzar un programa de entrenamiento es fundamental consultar con un médico, especialmente si existen patologías previas o si hace años que no se realiza ejercicio

¿Por qué cuanto más mayores somos, más necesitamos ejercicios de fuerza?

Los principales beneficios son:

Mejorar tu funcionalidad y elasticidad corporal.

Mejorar tu fuerza.

Limitar la pérdida de masa muscular asociada al envejecimiento y al sedentarismo.

Mejorar tu metabólico.

Disminuir tu presión arterial a medio y largo plazo.

Disminuir nuestro riesgo de infarto, ictus y demencia vascular.

Mejorar tu densidad ósea (reducir riego de fracturas, y aplastamiento/ hundimiento de las vértebras... eso evita el típico encorvamiento asociado a la edad).

Mejorar nuestra independencia y permitirnos una vida autónoma muchos años más.

Para hacerlo con seguridad, conviene calentar antes de cada sesión, mantenerse bien hidratado y usar calzado adecuado. En personas con problemas articulares, se deben evitar ejercicios de alto impacto. El dolor o la fatiga excesiva son señales de advertencia: el cuerpo siempre avisa cuando necesita un descanso.

Metas realistas

Aunque muchas personas asocian el ejercicio con el gimnasio, no es necesario acudir a uno para mantenerse activo. Pasear, practicar yoga o realizar ejercicios en casa pueden ser igual de eficaces. Lo importante es integrar el movimiento en la rutina diaria y convertirlo en un hábito. Establecer metas realistas, variar las actividades y compartir la práctica con amigos o familiares ayuda a mantener la motivación y disfrutar del proceso.

Más allá del corazón o los músculos, el ejercicio regular ofrece bienestar psicológico, equilibrio y una sensación de control que resulta fundamental en esta etapa de la vida

Los beneficios no tardan en llegar: mejora la salud cardiovascular, aumenta la masa muscular y la densidad ósea, y se reducen los riesgos de enfermedades crónicas. Además, el ejercicio actúa como un potente regulador emocional: mejora el sueño, la memoria y la autoestima, y aporta una sensación de energía que se traduce en mayor calidad de vida.

“Más allá del corazón o los músculos, el ejercicio regular ofrece bienestar psicológico, equilibrio y una sensación de control que resulta fundamental en esta etapa de la vida”, subraya la Dra. Lauwers. Con la orientación adecuada, moverse cada día se convierte en una poderosa herramienta para mantenerse independiente, fuerte y optimista.

Porque, como demuestra la experiencia médica y vital de muchos pacientes, nunca es tarde para ponerse en marcha. A partir de los 50, el movimiento no solo prolonga la vida: también la mejora.