Entre septiembre y noviembre de 2020 se libró una guerra entre Armenia (país cristiano) y Azerbaiyán (país musulmán), por la región de Nagorno-Karabaj. Tras la caída de la Unión Soviética, esta región quedó bajo soberanía de Azerbaiyán, hasta que en 1994 fue ocupada por las fuerzas militares armenias. Desde entonces, las autoridades de Armenia proclamaron el territorio como República de Artsaj, recordó Hispanidad de Aciprensa.

“Nagorno-Karabaj siempre fue armenio, y nunca azerí, hasta el periodo de la URSS”. “El territorio siempre ha estado habitado por armenios, pero ha sido disputado desde que Stalin lo asignó a la República Socialista Soviética de Azerbaiyán en 1923. Nagorno-Karabaj permaneció así hasta 1991, cuando se declaró independiente en un referéndum apoyado por una abrumadora mayoría de la población (99,98%)”, explica el obispo Vrtanes Abrhamyan, de la Iglesia Apostólica armenia, recoge Religión en Libertad.

En la región de Nagorno-Karabaj vivía un importante número de armenios cristianos, hasta que el año pasado, Azerbaiyán, país de mayoría islámica y de cultura turca, inició una ofensiva para recuperar el enclave, con apoyo logístico de Turquía.

Las seis semanas de combate de otoño de 2020 dejaron más de 6.500 muertos y terminaron con un frágil alto el fuego mediado por Rusia.

Tras el ataque de los musulmanes de Azerbaiyán, el pasado 9 de noviembre de 2020 se firmó un acuerdo con la influencia de Rusia y de Turquía.

El acuerdo se saldó con la entrega por parte de Armenia a Azerbaiyán de territorios en la región de Nagorno Karabaj, una zona en la que viven muchos cristianos y cuyos ciudadanos votaron en 2017 para llamarla República de Artsaj. La negociación conllevó, por un lado, que Armenia renuncie a un tercio de un territorio que históricamente siempre ha sido suyo y, por el otro, premiar a Azerbaiyán por un ataque militar masivo, apoyado por Turquía.

Desde entonces, es la Unión Europea (UE) quien dirige el proceso de normalización entre Armenia y Azerbaiyán, que incluye negociaciones para la paz, la delimitación de fronteras y la reapertura de las conexiones de transporte.

Después de eso, como recogió también Hispanidad, en Nagorno Karabaj se produjo una persecución religiosa de los azerbaiyanos (musulmanes) contra los armenios (cristianos).

Hemos pedido ayuda a la Unión Europea, pero no la hemos recibido: ha permanecido inmóvil y en silencio, no le importa esta escalada

A mediados de septiembre de este año se reanudaron las hostilidades. Más de 200 muertos, 7.600 desplazados, más de 200 casas destruidas, torturas y malos tratos infligidos a los soldados armenios capturados. Estos son los sufrimientos infligidos a Armenia por Azerbaiyán, que el 13 de septiembre inició una feroz campaña de bombardeos de tres días contra Ereván, la más grave ofensiva desde el final de la guerra de 2020.

En ese contexto, la Unión Europea, tan sensible a otros conflictos, está asistiendo con rigurosa pasividad a las matanzas de cristianos armenios y a la destrucción de su patrimonio cultural y religioso, solo mitigados por la presencia de tropas rusas de interposición, recuerda Religión en Libertad.

Así lo denuncia el obispo armenio Vrtanes Abrhamyan en una entrevista en Tempi. "Azerbaiyán y Turquía ven a Armenia como un cáncer", confiesa Abrahamyan. ”No se detendrán hasta que nos hayan eliminado a todos y nos hayan expulsado de nuestra tierra. Esta es la cruz que los armenios debemos llevar con dolor y orgullo y lo haremos hasta el final", continúa el actual primado de la diócesis de Artsakh, que incluye todo Nagorno-Karabakh.

“Estamos solos ante esta amenaza y es un gran dolor para nosotros. Hemos pedido ayuda a la Unión Europea, pero no la hemos recibido: ha permanecido inmóvil y en silencio, no le importa esta escalada”.

“La población armenia huyó y Azerbaiyán aprovechó la oportunidad para destruir nuestro patrimonio cultural. En primer lugar, arrasaron todas las iglesias recién construidas. En cuanto a las más antiguas, intentan borrar todo rastro armenio y afirman que son iglesias albanesas”.

“Los azeríes siempre han practicado el genocidio cultural, tanto durante la guerra de 1992-1994 como en 2016. Aprendieron bien de su maestro, Turquía, cuyos padres fundadores organizaron el genocidio de 1915”.

“Armenia es un dique: si cae, Europa será islamizada. Me pregunto cuándo entenderán esto nuestros hermanos cristianos. Para nosotros, el cristianismo no es un vestido que podamos ponernos y quitarnos a voluntad: es nuestra piel y no se puede cambiar. A lo largo de la historia nunca hemos traicionado a Jesús. Seremos felices si otros pueblos nos ayudan a llevar esta cruz”.