¡Viva la desigualdad! La igualdad real en el deporte consistiría en equipos y competiciones mixtas
Se aproximan los juegos olímpicos de Japón. Un deporte náutico, no recuerdo cuál, vende que habrá competición, incluso olímpica, por parejas, en pro de la diversidad y contra la invisibilidad de las mujeres.
Me parece fatal. Si se trata de demostrar la mentira de que varón y mujer son iguales -con lo maravilloso que resulta el hecho de que no puedan ser más distintos-, si se pretende que ambos sexos compitan en igualdad lo que hay que hacer es suprimir tanto el deporte femenino como el masculino: sólo un deporte mixto para ellos, ellas y elles.
La diversidad, consiste, en recalcar la diferencia, no en resaltar la grandísima mentira de la igualdad
Y como se acerca la cita olímpica, las feministas, como no, insisten en dar la pelma al respecto. Lo explica muy bien un lector de Hispanidad: si quieres un deporte inclusivo lo que tienen que hacer hombre y mujeres es competir juntos en los mismos deportes, en las mismas categorías, todos y todas contra todos y todas, en equipos conjuntos. Eso sí, sería igualdad e inclusividad.
¿Y los trans? También los trans. Y los bisexuales, y los intersexuales… La verdad es que no tengo claro quién es quién pero yo soy así de inclusivo.
¿Y qué ocurriría con tan feministas modelo? Pues que las mujeres no ganarían ni una medalla, ni un premio, ni un galardón, al menos en todos los deportes donde se impone la fuerza física… que son la mayoría de los deportes.
Precisamente para evitar eso, el mundo del deporte, desde los Juegos Olímpicos hasta el deporte aficionado, se muestra repugnantemente machista e insolentemente exclusivo. No para atacar a las mujeres sino para que puedan competir… en ¡igualdad de condiciones! Y esto nada tiene que ver con la igualdad que pregona mi cuñada feminista.
La naturaleza nos ha creado desiguales a hombre y mujer y es la moral la que nos nivela en derechos y obligaciones. Por eso, la moralidad es el gran aliado de la mujer
En otras palabras, los equipos mixtos serían el final del deporte feminista.
Y es que la igualdad de los desiguales es algo peor que otra desigualdad: es una injusticia tremenda. Hay muchas otras cosas que las mujeres hacen mejor que los varones y, por lo tanto, deben estar más valoradas y mejor pagadas que el varón en ese terreno. No vaya a ser que la lucha por la igualdad consista en marcar bien claramente la igualdad de oportunidades que implica el respetar a las enormes diferencias entre sexo: ¡Viva la desigualdad!
Porque lo cierto es que, afortunadamente, no hay nada más distinto a un varón que una mujer y nada más diferente a una mujer que un varón.
En lo único que se igualan es que ambos son hijos de Dios y merecen idéntico respeto. El más débil en cada faceta es el que mayor respeto merece… precisamente por ser el más fuerte en esa faceta, se trate de varón o mujer.
Porque la diversidad, consiste, en recalcar la diferencia, no en resaltar la gran mentira de la igualdad.
La igualdad de los desiguales es algo peor que otra desigualdad: es una injustica tremenda
La naturaleza nos ha creado desiguales y la moral es la que nos nivela.
Y otra cuestión: no llamamos sexo débil a la mujer porque posea menos fuerza física. El avance tecnológico ha relegado la fuerza bruta al rincón entre los termómetros de poder e influencia. Llamamos sexo débil a la mujer por la grandeza -que no debilidad- de la feminidad que consiste en la necesidad de amar y ser amada, cualidad y virtud mucho más acentuada en la mujer que en el hombre. Una mujer desamorada degenera mucho más rápidamente que un varón. Pero ojo, le llamamos sexo débil por una virtud, no por un defecto. Tal es la fortaleza ingente que surge de la vulnerabilidad más relevante que se da a lo largo de la vida: la experiencia de la maternidad, reservada en exclusiva a la mujer.