Ocurrió en el homenaje a Almudena Grandes, una escritora erótica cuya mayor aportación consistió en regodearse de la imaginaria violación de la Madre Maravillas por parte de "sudorosos milicianos" republicanos. El acto tuvo lugar el lunes en el Ateneo, y Pedro Sánchez, el hombre de George Soros en España -aunque no recuerde su nombre, miren ustedes por dónde- entró en trance. Aseguró que pasará a la historia -lo da por hecho- gracias a que ha tenido la osadía de dejarse guiar por el "legado de luz" de la II República que, en un arrebato de mística laica, le impelió a desenterrar los restos de Francisco Franco y trasladarlos desde Cuelgamuros hasta el cementerio de El Pardo.

Un acto de valor insuperable consistente de pisarle el rabo al león sólo 40 años después de muerto, y trasladar en helicóptero los restos de un hombre muerto... hace cuatro décadas.

Y justamente por eso, guiado por la luz de la II República, pasará a la historia. Ahora sólo cabe preguntarse: ¿Pedro Sánchez es masón o simplemente un 'iluminado'? Lo primero por aquello del legado de luz, tan propio de los Hijos de la Viuda. Lo segundo, por la alta consideración de sí mismo que le lleva a profetizar que pasará a la historia y nada menos que como profanador de tumbas.

En cuatro años y medio de gobierno, Pedro Sánchez Pérez-Castejón nunca me había impresionado tanto. Desde ayer, lunes 28 de noviembre existe un nuevo grado, un nuevo nivel, en la escala de la majadería sanchista: nos anuncia, en primera persona, su paso a la historia por el inconmensurable mérito de haber ordenado el traslado de los huesos de un muerto desde la sierra de Madrid a un barrio de Madrid. Eso sí, en helicóptero del Ejército... para repeler posibles ataques terroristas.

Es cierto: pasará a la historia, Pedro.