Un discurso de investidura es cuando el candidato presenta su programa de gobierno. No empezó así Sánchez que, para empezar, mencionó una veintena de veces, en apenas unos minutos, la palabra constitución. Su discurso duró 1 hora y 45 minutos. 

La extrema derecha fue su oposición. Y ojo, porque la derecha tradicional, lo mismo. 

De hecho, Sánchez se ha quedado en la gran mentira, convertida en verdad tras mucho repetirla, de que Vox es de ultraderecha mientras su coaligado de gobierno Sumar-Podemos, es de centro-izquierda.  

Es más, su uso de lo ultra ha llegado a tal extremo que ya no existen conservadores: ahora el mundo se divide entre reaccionarios o progresistas. A ver si resulta que el autobús tenía razón y que en Europa ha surgido un nuevo dictador: Pedro Sánchez.

Economía. Ensanchar las bases fiscales, o sea, subir impuestos

El otro eufemismo de Sánchez resume mucho mejor lo que será la actual legislatura: hay que ensanchar nuestras bases fiscales, o sea, más impuestos. 

Amnistía, un asunto que surgió apenas: hemos optado por el perdón. Sí pero el perdón es para el que lo pide, para el que se arrepiente, y Puigdemont no se ha arrepentido de nada.

Al final, se trataba de justificar que el PSOE ha vendido a España a los separatistas a cambio de los votos que necesitaba para ser presidente. En ese punto, la réplica de Alberto Núñez Feijóo resultó interesante: "El señor Sánchez no ha conseguido el apoyo de nadie: lo ha comprado". 

En cualquier caso, Feijóo tampoco aportó alternativa alguna. 

Feijóo responde de forma brillante: "El señor Sánchez no ha conseguido el apoyo de nadie: lo ha comprado". Pero el presidente del PP no expone un programa, sólo reclamó elecciones

Sánchez, en suma, planteó el siguiente dilema, aunque para ello necesitó 1 hora y 45 minutos de intervención: Profetas del odio o progresismo de la concordia: ¿a qué grupo quiere usted pertenecer?

Es la España frentista, aquella que es incapaz de reconocer algo bueno en el adversario.