Decíamos ayer, que Vox debería convertirse en un partido confesional, porque resulta que un Estado confesional puede atentar contra la libertad religiosa pero un partido confesional no.

Los españoles somos mejores a la hora de reconocer lo cristiano que a la hora de reconocer lo demócrata y sabemos que el cristiano es siempre el mismo, en casa o en la calle, y que del respeto debido a todas las personas, que no a todas las ideas, ya se encarga la formidable libertad de los hijos de Dios

Pues bien, recién termino el libro de Juan Antonio Ortega Díaz-Ambrona, ministro de Presidencia y de Educación con Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo-Sotelo.  Se titula 'El Grupo Tácito' y. como su mismo título indica, se refiere a  aquellos democristianos de la Transición que, alrededor de la los Propagandistas de la ACdP acabaron siendo lo más parecido que ha existido en España a la Democracia Cristiana. 

Miembros del grupo Tácito, además del propio Díaz-Ambrona fueron gente tan conocida en la Transición como Alfonso Osorio, Fernando Álvarez de Miranda. Íñigo Cavero u Óscar Alzaga. 

Ahora bien, lo que más me ha llamado la atención es que el autor, don Juan Antonio, insiste en que, siendo todos ellos católicos, trataban de dejar claro que su fe en Cristo nada tenía que ver con su ación política. Vamos, que eran pluralistas internos, o sea, esquizofrénicos: que en la iglesia eran católicos y en la calle demócratas, en su casa muy píos y en la calle harto tolerantes y que, en resumen, podía decirse de ellos lo mismo que del democristiano catalán José Antonio Durán Lleida, al que se conocía como "católico de cintura para arriba y demócrata de cintura para abajo". 

Pues no, señor Ortega, no se puede separar la ciudad de Dios de la Ciudad de los Hombres. Son hombres los que habitan la una y la otra. Hombre, si por separar se entiende no obligar a nadie a vivir como cristiano sin serlo, estaría bien, pero no se preocupe: es imposible. Hasta en el esclavo más sometido le queda un sólo espacio de libertad: su conciencia.  

Lo único que se le pide al cristiano en política es coherencia y la democracia cristiana, española y europea... murió por falta de coherencia

Claro que en una democracia tiene cabida un partido confesional: puede y debe. Estados confesionales no, pero partidos, ¿por qué no? Quien quiera que les vote y quien no quiera no. De hecho, por ese sutilísimo y modernísimo distingo entre conciencia y actuación política es por lo que la democracia cristiana, la fuerza política más importante tras la II Guerra mundial en Europa, acabó avergonzada de sí misma y acabó como acabó: en unas tragaderas inconmensurables. 

En España, la democracia cristiana nunca triunfó, por gente como el grupo Tácito, cristiano de cintura para arriba y demócrata de cintura para abajo, y porque, afortunadamente, los españoles somos mejores a la hora de reconocer lo cristiano que a la hora de reconocer lo demócrata y sabemos que el cristiano es siempre el mismo, en casa o en la calle, y que del respeto debido a todas las personas, que no a todas las ideas, ya se encarga la formidable libertad de los hijos de Dios. 

Ni tan siquiera la política puede arrebatarle la libertad a un hijo de Dios. Lo único que se le pide es coherencia y la democracia cristiana, española y europea... murió por falta de coherencia.

Tras las elecciones de ayer domingo, a lo mejor es bueno pensar en esto.