Días llevamos por no decir meses y años, que sólo de derechos se habla. Y sobre todo derechos de las mujeres que ya desplazan a los hombres en el escenario de la vida. Cosa lógica, pues siempre ha habido más mujeres que hombres y hora ha llegado de que nos vayan superando.

Y así, venimos hablando de derecho a esto, a aquello, o a lo de más allá. Pero, ¡ay, los peros! ¿Dónde dejamos la obligación y obligaciones que todo derecho comporta? Si tenemos derecho a recibir un buen estipendio por nuestro trabajo, ¿dónde dejamos que ese trabajo debe corresponder al derecho que recibimos? Pongo por ejemplo.

Y así tenemos que un “presidente” de una región del reino de España (primera mejora en la Constitución: rebajarlos a gobernadores), tiene el derecho de hablar en el Senado de la Nación para exponer sus deseos, ilusiones y expectativas para la región que gobierna, de acuerdo con la Constitución; también la obligación de escuchar los argumentos, que le apoyen o le denieguen su petición. Siendo además la cámara de nuestras Cortes Generales, que es la competente o debe ser la competente para dirimir todas las cuestiones relativas a las regiones autónomas (segunda mejora de la CE: las transferencias exclusivas del Estado, deben ser autorizadas-dadas por el Senado. No por el gobierno)

«Espantada de Aragonés para no escuchar las verdades»

Lo de Aragonés – le quito el título de Sr. desde este momento -, además de demostrar la falta de educación y respeto debido a la institución, es de una soberbia inconcebible y una chulería barriobajera. Y sobre todo no ha cumplido la obligación debida al derecho de que se le escuche, que es el escuchar. La consecuencia debería ser la inhabilitación automática.

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Y además teniendo en cuenta que el 80-90 % del Senado no tiene obligación, ni deber de hablar catalán, y él sí de hablar español-castellano; por educación, deferencia y respeto podría haber realizado su exposición en el idioma común.

Quedó su desplante, su discurso de ruptura.

No sólo quedo su desplante, y su discursillo de ruptura; es que quedo claro su firme disposición de atentar contra la seguridad de España, como reino y como nación pues su intención, manifestada, es deshacer la unidad de España.

Y a ese desplante como español y catalán, también Cataluña es mi tierra, propongo (aunque no esté en la Constitución) que la mayoría del Senado vote presentar en el Tribunal Supremo una querella por este motivo de acuerdo con el art. 102 de nuestra Constitución (traición y delitos contra la seguridad del Estado).

Lo que se aplica al gobierno de la nación, se puede aplicar al Presidente de una autonomía. Además de aplicarle el 155 destituyéndole. A grandes males grandes remedios.