No es ni un cese, ni una dimisión, sino un ascenso. Mariano Bacigalupo, entre otros méritos, socialista, sanchista y esposo de la vicepresidenta tercera del Gobierno, cambia el despacho de la CNMC por el de la CNMV, y lo hace, pura casualidad, justo cuando el regulador bursátil tiene que dictar sentencia sobre los convulsos cambios producidos en el Consejo de Administración de INDRA.

Y para que todo el sanchismo esté tranquilo, la CNMC seguirá bajo el control de Moncloa. Aunque desde el Gobierno se traslade la idea de un cambio por razones éticas -se produce justo antes de que Bruselas apruebe la reforma energética- lo cierto es que, después de cuatro años saltándose la ética a la torera, no lo es. Llevan casi una legislatura donde Bacigalupo controla a su esposa, la vicepresidenta Teresa Ribera. Seguramente la tendrá muy controlada. No existe tal ética.

El Gobierno seguirá controlando la CNMC gracias a María Jesús Martín, experta en energía y, sobre todo, funcionaria obediente. No pondrá pega alguna a las consignas de Moncloa. Lo cierto es que Martín ya estuvo en la CNMC, pero en julio de 2018, Teresa Ribera se la llevó al ministerio de la cosa energética, del que salió en diciembre de 2020 para volver a la CNMC. Al parecer, Ribera es un poco déspota y acabó con la paciencia de Martín. Sea como fuere, sustituirá al esposo de la susodicha y lo hará sin poner ninguna traba al Gobierno.

Y es que los Bacigalupo, el padre Enrique, y sus dos hijos, Mariano y Silvina, se han convertido en  el equipo jurídico de intervención rápida del Gobierno socialista. Están en todos los platos y hablamos de una familia de lo más progresista. Tanto es así que Mariano Bacigalupo vale para un roto y para un descosido, para la CNMC y la CNMV, indistintamente.