El candidato socialista a las elecciones generales del 23 de julio, Pedro Sánchez, criticó ayer durante su entrevista en Onda Cero, el discurso radical feminista que ha mantenido su propia ministra de Igualdad, Irene Montero. Según el presidente del Gobierno, los "hombres de entre 40-50 años han visto en algunas ocasiones que algunos discursos han sido incómodos hacia ellos".

Algo que Sánchez considera que "es un error" y aboga por "pensar e interpretar el feminismo como un movimiento social integrador". "Lo que queremos es ver un país en igualdad, donde las mujeres crecen libres y crecen también seguras". "Esa apelación a un feminismo integrador es la tarea pendiente de la España progresista. Sí creo que probablemente ahí hemos retrocedido. Muchas personas se han sentido incómodos en algunos discursos más de confrontación que de integración". 

Precisamente hoy El Mundo publicaba que en el PSOE existe preocupación e "inquietud" por ese discurso de «confrontación», desplegado por Irene Montero con una parte importante de la sociedad:  «No se puede ir contra la mitad de la población, ni estar todo el rato señalándoles porque al final se te van y no has conseguido nada», apunta desde el partido. Recuerdan, por ejemplo, las palabras de  la secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez Pam, cuando dijo que «los hombres no necesitan el registro civil para ser violadores. Lo son. Y desgraciadamente en este país lo son bastante». O cuando Irene Montero ha hablado de «cultura de la violación» y que hay «actuaciones o sentencias que la perpetúan». 

El Mundo recoge que en el PSOE, tales políticas podrían costarle al PSOE más de 800.000 votos masculinos. Y eso es algo que no se puede consentir. De ahí las palabras de Pedro Sánchez. Pero el presidente podría haberla echado mucho antes. Y no lo hizo. ¿Por qué? Porque entonces caería su Gobierno, claro. Y eso no podía ser...