La mujer al hombre, en dignidad supera.
Sólo ella puede ser madre, y al hombre,
hacer padre.
Ella amamanta a los hijos, de vida,
y cultura.
Y para el hombre, dignidad tan grande,
es inalcanzable.
Si esa dignidad es degradada,
rebajada, al renunciar:
a ser madre,
a no amamantar de vida y de cultura,
a los hijos nacidos de su carne,
y de su sangre;
en aras de unos placeres mundanos,
de vanidad y egoísmo llenos,
que no colmarán su feminidad
y su ternura;
pensará que ha igualado al hombre,
en su poder, fuerza y rudeza.
Y entonces lo que complementario era,
en esa desigual, igualdad devenida,
se convierte en rencor y antipatía.
Consecuencia del trauma por, la feminidad
y dignidad perdida.