Jamás un deporte, o un equipo, como ocurre hoy con el fútbol femenino y la Selección española de fútbol femenino, ha sido tan promocionado por todas las autoridades y todos los medios como el fútbol femenino. Pobre del que no se apunte al panegírico, pobre de aquel que hurte un gramo en el ditirambo debido a las campeonas, cada día más rebeldes, cada día más insufribles, porque, insisto, nadie sabe lo que reclaman, quizás porque sus reclamaciones son interminables.

En especial un deporte que, al revés que el fútbol masculino, sólo era seguido por un diminuta porción de la población, porque, aunque ahora sea pecado decirlo, resulta que el fútbol y lo femenino resulta una contradicción 'in terminis': el fútbol es un deporte de roce, empellones y barro, poco elegante: no, no resulta un deporte muy femenino.   

Lo último: el pasado martes, la selección femenina de fútbol se impuso a Suecia por 5 a 3, toda una heroica remontada que respondió a las expectativas de aquellos a quienes importa un pimiento el fútbol femenino pero lo utilizan como bandera feminista y de ideología de género o, sencillamente, a aquéllos que, por su profesión, por ejemplo la de periodista televisivo, necesitan mantenerse en lo políticamente correcto sin desfallecer un segundo, so riesgo de perder posición profesional.

El alarde ante Suecia venía precedido por la derrota ante Italia, con la nueva polémica, una por partido, de la sustitución de la pedantísima Aitana Bonmatí, en un partido, que perdieron. La polémica se cerró en falso, como todo lo que concierne a un equipo de estrellitas cabreadas, donde mandan las marineras y desprecian al patrón. 

Insisto en que la mayoría de las seleccionadas, afortunadamente hay alguna excepción, son unas petardas con expresión de mala uva. Cuando pierden pero, sobre todo, cuando ganan y por lo que ganan.

Y yo, sinceramente, no estoy dispuesto a rendirles pleitesía. Su pedantería ha superado a la de sus compañeros varones, que ya es decir.

Y no estoy dispuesto a rendirles pleitesía por cuanto los éxitos de la selección española se están utilizando para introducir la ideología de género, que es lo que aletea detrás del fútbol femenino. No sólo eso, a la imposición de la ideología de género se une la cuestión catalana, que ha convertido a Aitana Bonmatí en una especie de Puigdemont 'B' contra el poderío español que, naturalmente es el culpable último de todas las desgracias de la selección nacional de fútbol, cuyo triunfos se deben naturalmente... a las jugadoras catalanas.

La verdad es que me importa un pimiento el fútbol femenino pero me preocupa la utilización que de un deporte tan poco femenino esté haciendo la ideología de género

Por tanto, no viene mal recordar la verdad negada: la mayoría, no todas, de las jugadoras de la Selección española de fútbol femenino, son unas malcriadas, dedicadas al petardeo con su propio ego. Y esto, aunque sean campeonas del mundo y mucho más desde que son campeonas del mundo. ¿Un ejemplo para las niñas? ¡Pues menudo ejemplo!