Han ganado, ya son campeonas del mundo. Enhorabuena, señoras. Dicho esto ya puedo repetir lo mismo por lo que José María García fue condenado: a mí también me parece que el fútbol es un deporte muy poco femenino. En mi juventud he jugado mucho al fútbol y ya entonces tenía otra idea de lo que era la feminidad. Desde luego, no consistía en rodar por el suelo, escupir a babor, arrear patadas, empujones sin intención pero muy intencionados, marrullerías a go-go y poca, muy poca, deportividad.

Por cierto, muy buena la comentarista de la final, cuando, ya en tiempo de descuento, cae al suelo lesionada una jugadora del combinado español y nuestra analista deportiva le gritaba: no te levantes, no te levantes, o sea, pierde tiempo que vamos ganando... hazte el muerto, Pepe.

Filosofía feminista: si triunfo, el mérito es mío y no lo comparto con nadie; si fracaso, es por el machismo imperante que no me ha permitido competir como debía. En cualquier caso, yo soy perfecta y no me equivoco jamás

Insisto, he callado hasta que han conseguido el título pero con el Mundial de fútbol femenino de Australia y Nueva Zelanda ya en nuestras manos, puedo denunciar que somos esclavos de nuestros propios tópicos. Quiero decir que ningún acontecimiento deportivo ha provocado su transmisión por todos los canales de RTVE. Al parecer, no bastaba con uno. Era preciso volcarse con las chicas que juegan al fútbol: y si no mostrabas un entusiasmo desbordante es que eras un peligroso machista, y negacionista, probablemente maltratador y, en cualquier caso, un caso perdido para la noble lucha por la igualdad. Verbigracia Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola y patrocinador de la Selección femenina, que lo más parecido que ha visto a un balón de fútbol es una onza de chocolate, anunciando el éxito con un generoso dispendio del dinero de sus accionistas, en la gran causa feminista de la Selección Nacional.

Eso sí, como periodista, me he visto obligado a seguir los pormenores de la Selección campeona y he caído en la cuenta de una cosa: el fútbol femenino es aún menos transparente y las futbolistas son aún más engreídas que sus colegas masculinos... que ya es decir.

Aún no sabemos qué fue lo que hizo el seleccionador Jorge Vilda, para que 15 seleccionadas montaran el número de exigir su cese, pero menuda la que armaron. La Federación apoyó al entrenador, no a las insurrectas y, al final, algunas volvieron al redil pero otras permanecieron en su soberbia... y yo, al menos, aún desconozco los motivos. Algo así no ha sucedido con la Selección masculina y eso que en ella abundan los bordes, fatuos, ensoberbecidos y cretinos más que los garbanzos en un cocido.

Fútbol femenino: no nos convirtamos en esclavos de nuestros propios tópicos

Y lo peor: escuchar algunas de nuestras campeonas unir su quehacer deportivo a su reclamación de derechos feministas. Vamos, que ellas no juegan al fútbol porque es su obligación y porque les encante ser famosas, qué va. Lo hacen para liberar a la mujer del yugo machista y lo hacen según esa filosofía de los derechos tan de moda en estos tiempos feministas: si triunfo, el mérito es mío y no lo comparto con nadie; si fracaso, es por el machismo imperante que no me ha permitido competir como debía. En cualquier caso, yo soy perfecta y no me equivoco jamás.

Repito, todavía hay algo más tonto que un obrero de derechas: un hombre feminista... el feministo. Esto es, los que compiten por demostrar que aún son más feministas que el vecino.

Sí, es verdad, todavía hay algo más tonto que un varón feminista: un cura progresista, pero de eso hablaremos en otra ocasión.

Y no, el futbol no me parece un deporte femenino y me parece muy lógico que los futbolistas ganen más que las futbolistas porque generan muchos más fondos, de la misma manera que me parece mejor que una modelo gane más que un modelo porque genera mucho más dinero.

No nos convirtamos en esclavos de nuestros propios tópicos.