Empiezo a estar un poco cansado del pico del señor Rubiales con una futbolista de la Selección, que no fue un atentado contra la igualdad sino contra la pureza y no porque fuera cosa de un hombre sobre una mujer sino porque el sexo está reservado al amor o entrega del hombre a la mujer y de la mujer al hombre, no al placer personal, que acaba siempre en una utilización del otro. En la entrega se trata, no de buscarse a sí mismo, sino de buscar al otro, de entregarse.

El pico de Rubiales no fue una cuestión de consentimiento, fue una cuestión de impureza. Sí, de pureza, esa virtud conocida hoy, para nuestra desgracia, como pura decencia. Rubiales cometió una impureza, además de una grosería, tocándose los genitales, lo que demuestra su altura cultural y aunque la pureza y la castidad son mucho más que higiene, es verdad que el señor Rubiales es un grosero y un guarro, antes que un machista... que ya no se sabe lo que es.

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Ahora bien, esto se ha descontrolado. Ahora resulta que la babosidad de Rubiales es una agresión sexual, es decir, una violación, mientras el personaje es fusilado en todos los medios con un paroxismo lamentable, Vamos, que te pueden llevar a los tribunales si dices que unos violadores de una niña son magrebíes, pero se puede machacar desde el poder político y desde el mediático, a un Rubiales -que me cae muy gordo, como creo haber dicho antes- por pasarse con una jugadora de fútbol.

Las feministas, de suyo bastante tontas, hablan de que la clave está en el consentimiento de la mujer. ¿Y qué pasa con el consentimiento del varón? Una prueba más de que la igualdad entre sexos es el primer error, dado que nada más distinto a un hombre que una mujer y nada más distinto a un mujer que hombre... afortunadamente para ambos.

Pero la hipocresía del feminismo actual puede contemplarse en el primer feminista del siglo, el señor Sánchez. Rasgado de vestiduras y, sin mencionar la palabra dimisión -dígalo, hombre, no sea tímido-, exige la dimisión (por ahora no el fusilamiento pero estamos en ello) del grosero de Rubiales.

Tiene gracia porque Rubiales era uno de los mejores amigos del Gobierno sociopodemita y en Moncloa se le consideraba ‘uno de los nuestros’, además de uno de los grandes defensores del fútbol femenino. Vamos, un feministo de pro.

En cualquier caso, el rasgado de vestiduras de Pedro Sánchez y la militancia feminista de su esposa, no se concilia con las saunas del papá y del tío de la primera dama, doña Begoña Gómez, pues si algo atenta contra la feminidad, y contra la masculinidad, es la prostitución. Pero la caradura del presidente en funciones es enorme. Se ha acostumbrado a manejarse en la impunidad y ya no sabe dejarlo. ¿No debería Pedro Sánchez dar explicaciones por los negocios de su familia política?