Con su resurrección, Cristo demostró ser el único que podía volver a unir cuerpo y alma
Un inmenso vacío, alberga mi alma.
No puedo tejer el lino. ¿Por qué?
Como las demás, moler el trigo,
tomar esposo, que caliente mi lecho;
que se perpetúa frío y desolado,
y poder lavar mi túnica en el río.
¿Cuál de los dioses, tu sibila me hizo?
Me haces ver los actos, que cometerán
los hombres por soberbia, vanidad,
lujuria, ambición de poder y dinero,
y sus consecuencias; prediciendo
guerras, muertes, la caída de reinos,
la esclavitud, que sigue existiendo
al dar la espalda, al Amor supremo.
Por ello mi alma, alberga vacío inmenso,
y añoro el humano amor imperfecto,
del Amor supremo, tosco reflejo,
bálsamo cuando en otros lo veo,
que a mí, por sibila prohibido lo tengo;
y de lo humano lo bueno, también veo
siglo tras siglo, hasta el final perpetuo.