Cuando la tempestad arrecia
“No es la Cruz la que me pesa,
sino la ofensa, de soberbia,
que los hombres me producen
con dolor a mi Amor, la que sí pesa”.
sino la ofensa, de soberbia,
que los hombres me producen
con dolor a mi Amor, la que sí pesa”.
¡Oh Señor!, de que me participas,
si soy de los hombres que te ofenden,
con un aguijón que me trasciende,
en mi carne mortal, ¿qué necesitas?
“Yo en mis brazos acogeros quiero.
Y mis palmas a vosotros vuelvo,
pidiendo limosna al limosnero”.
Al verte en la cruz como te veo,
pidiendo mi alma, pobre pordiosero
negártela Señor, yo ya no puedo.
Del poemario Los Dones y los Frutos (Publicado en 2017, Ed. Letra Grande)