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“Señor mío Jesucristo. Tengo dificultad para hablar contigo. ¿Qué puedo yo decirte? Yo que tan a menudo me aparté de Ti; yo, que he sido indiferente a la oración, no me merezco tu amistad, ni tu amor. He vivido sin honor y me siento indigno de Ti. He sido un ser débil y superficial, hábil solo en astucias humanas, que me procurasen placer y comodidad. He dado todo el afecto de que era capaz erróneamente, poniéndolo al servicio de un rey antes que en mi deber hacia Ti. Ahora me han hecho pastor de tu rebaño y guardián de tu Iglesia. ¡Dios mío! Enséñame a servirte con todo mi corazón, a saber por fin qué es realmente amor, a adorarte… Así podré administrar tu reino con dignidad aquí en la tierra y hallar mi verdadero honor, cumpliendo tu divina voluntad. Te lo ruego, Señor, hazme digno de Ti”.
Con estas palabras se escenifica la conversión del amigo del rey de Inglaterra en la película Tomás Becket (1964), que con todo merecimiento ganó el óscar al mejor guion en 1965. La película, una verdadera joya del cine, está protagonizada por Peter O’Toole (1932-2013), en el papel de Enrique II de Inglaterra (1154-1189) y por Richard Burton (1925-1984) como Santo Tomás Becket (1118-1170). Les cuento la historia.
Tomás Becket (1964), película completa que se puede ver gratis en la red
Tomás Becket era el compañero de juergas del rey; y no necesito concretar, porque no es difícil imaginar en qué consistía el divertimento. Y tal era el entendimiento entre los dos amigos, que el rey le nombró canciller de Inglaterra. Pero la ambición del rey llegó a más, porque al quedar vacante la sede episcopal de Canterbury, primada de Inglaterra, Enrique II en su afán por controlar a la Iglesia promovió a la sede arzobispal a su compinche de juergas y canciller de Inglaterra. De modo que en la película Richard Burton aparece con dos anillos en su mano, el de arzobispo de Canterbury y el de los tres leones de Inglaterra.
Pero sucedió, que una vez nombrado arzobispo de Canterbury, a pesar de su vida pasada, Tomás Becket se tomó en serio su nueva vocación religiosa. Repartió todos sus bienes a los pobres y se cubrió con el tosco sayal de monje. Eso sí, se revestía con toda la riqueza que podía para celebrar la santa misa, en la que frecuentemente se le caían las lágrimas. Eso es lo que tiene el creerse lo que la santa misa es: la renovación incruenta del sacrificio del Calvario.
Y cuando lord Gilbert asesinó a uno de los sacerdotes de Canterbury, Tomás Becket le excomulgó. Aviso: la escena de la excomunión de esta película no es nada recomendable para católicos moderaditos.
Al quedar vacante la sede episcopal de Canterbury, primada de Inglaterra, Enrique II en su afán por controlar a la Iglesia promovió a la sede arzobispal a su compinche de juergas y canciller de Inglaterra
Pero sigamos con el arzobispo de Canterbury. De sobra sabía Santo Tomás Becket que esa excomunión suponía un enfrentamiento con el poder del rey y firmar su sentencia de muerte, por lo que de rodillas, ante un crucifijo, y para prepararse ante la tormenta, pronunció la oración que he transcrito al principio.
Y en efecto, en la película el rey se presenta en el palacio episcopal para reprocharle a Tomás Becket, que todavía seguía siendo canciller de Inglaterra, lo que había hecho con uno de sus lores:
“Atacando a mis nobles -le grita el rey- me atacas a mí, y atacándome a mí atacas a Inglaterra”.- Y concluye su reproche con el grito de esta pregunta, que es a la vez una afirmación:
-“¿Qué puede haber por encima del honor del rey…?”
Como respuesta, Tomás Becket le entrega al rey el anillo de canciller, y dice:
-“El honor de Dios”.
Viene a cuento esta reflexión sobre esta película, porque ha coincidido que he vuelto a verla, justo cuando llega a mis manos la última novedad de la editorial San Román. Es un libro espectacular escrito por Jorge López Teulón, titulado Mártires a la sombra del Alcázar de Toledo. En este libro se cuenta, uno a uno y con todos los detalles, el martirio de todos los sacerdotes asesinados en la ciudad de Toledo, durante los 72 días que duró el asedio del Alcázar.
Además en este libro se cuentan también los comportamientos heroicos de católicos laicos, como el caso de la doctora Miedes en la ciudad de Toledo fuera del Alcázar o entre los asediados, como el de Antonio Rivera, que ha pasado a la historia con el sobrenombre del "Ángel del Alcázar". Una granada de mano, arrojada por los atacantes, desgajó el brazo izquierdo de Antonio Rivera; y esto es lo que cuenta López Teulón en su libro: " Sus compañeros están impresionados viendo el destrozo en el brazo de Antonio y, sobre todo, angustiados porque saben que en la enfermería apenas queda cloroformo. Durante la conversación, le insinúan que los médicos tendrán que amputarle el brazo a raíz del hombro y quizá sin anestesia. Pero Rivera no solo conserva para sí su valor, sino que todavía sigue teniendo capacidad de comunicarlo:
- "No os preocupéis por esto. Se lo ofrezco a Dios por vosotros y por todos los soldados de España. Y si me operan sin cloroformo, estaré mientras tanto pidiendo por ella y os tendré presentes en la oración".
Una foto de la Virgen del Alcázar sirve de portada al libro de Jorge López Teulón
¿Y qué tiene que ver la defensa del honor de Dios con el libro de los mártires de Toledo? Pues digámoslo bien claro de una vez: todo. Santo Tomás Becket se enfrentó al poder del rey y murió mártir solo porque asesinaron a un sacerdote de su jurisdición, un cura que por otra parte no llevaba una vida ejemplar. Y en contraste nuestra situación actual: como es sabido, la persecución religiosa que llevaron a cabo los socialistas, los comunistas y los anarquistas durante la Segunda República y la Guerra Civil de España, por el número de mártires, es la más importante de toda la Historia de la Iglesia. ¿Se imaginan, queridos lectores, a Santo Tomás Becket designar con esa expresión tan cobarde de “mártires del siglo XX o mártires de la década de los treinta” a todo ese ingente número de mártires españoles que derramaron su sangre en defensa de la fe, y entre los que se cuentan los sacerdotes mártires por millares?
Y por continuar con la imaginación suelta… ¿Se imaginan a algún obispo español excomulgando a los verdugos, que fueron los socialistas, los comunistas y anarquistas, antecesores políticos del Gobierno actual de España? Ni a excomulgarlos, ni siquiera a manifestar el más mínimo reproche que incomode al sistema. Aquí hemos visto cómo un sacerdote secular y un religioso, Víctor Manuel Arbeloa y Gabriel Urralburu, sin secularizarse ninguno de los dos, dirigieron el PSOE en Navarra y su propio obispo, sus superiores, y la Conferencia Episcopal española permanecieron callados como una puerta. Aquí hemos visto también a más de un obispo pasarles la mano por el lomo a los dirigentes del PP que mantenían las leyes del aborto y las leyes contra la familia natural, porque el aborto cuando gobierna el PSOE es un crimen, pero cuando gobierna el PP es tolerable por aquello del mal menor. Alguna vez y de un modo aislado alguno dijo algo, pero un reproche serio y frontal contra el sistema -¿estructura de pecado se dice en ámbitos clericales?-, nunca. Y aquí no se ha oído crítica alguna que moleste al sistema, ni siquiera por parte de esos obispos eméritos, a pesar de que en su situación ya no tienen nada que ganar ni perder…, en esta tierra. Este es el problema más grave que tenemos en España: que desde hace mucho tiempo no aparece entre nuestros obispos un Tomás Becket.
¿Se imaginan a algún obispo español excomulgando a los verdugos, que fueron los socialistas, los comunistas y anarquistas, antecesores políticos del gobierno actual de España?
Y se me podrá argumentar que a los obispos se les nombra de entre los sacerdotes. A lo que cabe responder: de cajón de madera de pino…, pero añadiendo esta aclaración: a los obispos desde hace tiempo se les nombra de entre los sacerdotes, a excepción de los que están marginados por portarse como sacerdotes de Cristo… Porque hoy sigue habiendo sacerdotes ejemplares, que con alma martirial están sometidos desde dentro de la Iglesia al martirio de la coherencia, que por incruento, no deja de ser doloroso.
Cierto que a diferencia de lo que hoy tenemos, aunque había algún sacerdote moderadito, la mayoría del clero del primer tercio del siglo XX era ejemplar, y por eso dieron la vida por miles en la persecución que llevaron a cabo los socialistas, los comunistas y los anarquistas.
En el libro de López Teulón aparece uno de estos sacerdotes moderaditos. Tan moderadito y dialogante que era buen amigo del socialista Indalecio Prieto (1883-1962). Y cuando los sitiados del Alcázar de Toledo, porque no tenían entre ellos a ningún sacerdote, pidieron que les enviaran uno al menos para que en una tregua les dijera misa y les administrara los sacramentos, el Gobierno del Frente Popular les envió a ese amigo de Indalecio Prieto, el canónigo de Madrid Enrique Vázquez Camarasa (1880-1946), que aprovechó la homilía de esa misa para animar a las mujeres recluidas en Alcázar de Toledo junto a sus maridos a que abandonaran el Alcázar. Los católicos moderaditos son así…, de traidores.
Pero frente a este mal ejemplo, el libro de López Teulón está plagado de las acciones heroicas de los mártires. No son ni uno ni dos los sacerdotes que, escondidos para que no les maten, cuando les aconsejan que se quiten la sotana para pasar más inadvertidos, se niegan en rotundo y mueren con la sotana puesta. Es imposible leer las páginas de este libro sin que a uno no se le salten las lágrimas de emoción y de pena; de emoción al conocer la vida santa de tantos sacerdotes mártires de Toledo y de pena al ver lo que hubo y lo que hay, porque ya hace mucho tiempo que en la jerarquía española no aparece ningún Tomás Becket.
Javier Paredes
Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá