Cerca de Madrid, a los pies del cerro de San Miguel se extienden los terrenos que en 1936 eran conocidos como Paraje del Arroyo de San José o de los Cuatro Pinos. No sirven para cultivo, allí solo pastan ovejas y cabras, y eso de vez en cuando. Pero lo inapropiado que tiene esa zona para la agricultura, porque son arenas sueltas de aluvión, fáciles de remover para poder enterrar a miles de cadáveres, es un motivo más para que Paracuellos se convierta en el escenario de la más grave y abominable masacre de toda la Historia de España, cometida por el Frente Popular, sucesos que transcurren entre los días del 7 de noviembre al 4 de diciembre de 1936.

Arsenio de Izaga, un facultativo del cuerpo de archiveros, bibliotecarios y arqueólogos, publicó un libro en 1940, titulado Los presos de Madrid, en cuya página 338, afirmaba que el número de los inhumados en Paracuellos era de 8.534.

Por su parte, Jesús de Galíndez, dirigente del PNV en Madrid en 1936, que libró de la muerte a muchas personas sobre todo sacerdotes y monjas, estableció la cifra en 1.020 fusilados en Paracuellos.

Más tarde, los historiadores han ido dando cifras diferentes. A modo de ejemplo cito algunos nombres y entre paréntesis el número de fusilados que cada uno ofrece en sus publicaciones: Javier Tusell (2.400), Rafael Casas de la Vega (2.410), Alberto Reig Tapia (2.400), Ricardo de la Cierva (10.000, aunque en ese mismo libro publica la cifra de 8.050, de los que distingue 5.300 inhumados y 2.750 no identificados), Javier Cervera (2.000), Ian Gibson (2.750), Julius Ruiz (2.400) y Ángel David Martín Rubio (2.474).

Ezpeleta, que a mi juicio es el mejor estudioso que tenemos de la represión del Frente Popular en Madrid, sostiene que nunca se podrá conocer con exactitud cuántos fueron asesinados en Paracuellos. Se calcula que, solo en Madrid, los partidos “progresistas” del Frente Popular asesinaron a unas 27.000 personas en Madrid capital y su provincia

Tanta coincidencia en torno a las dos mil víctimas tiene un origen común. Pocos años después de iniciada la Causa General, en los años cuarenta, el Tribunal de las Salesas publicó una lista con la cifra de 2.400. Y este es la fuente utilizada por la mayoría de los historiadores antes citados o que alguien dio por primera vez y los demás han seguido citando.

El problema es que esa fuente no sirve para conocer la realidad de lo que pasó en Paracuellos, por varios motivos. Por ejemplo, en esa lista solo figuran los que podríamos llamar “presos legales”, es decir los que ingresaron en prisión pasando antes por una comisaría o por la Dirección General de Seguridad. Pero en las prisiones había muchos presos también que los milicianos llevaron directamente a la cárcel, sin fichar en las comisarías ni en la Dirección General de Seguridad, —llamémosles “presos ilegales”— y que acabaron en Paracuellos; y todos estos no figuran en la lista del Tribunal de las Salesas. 

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José Manuel de Ezpeleta en la fosa donde reposan los restos de su abuelo, Francisco de Ezpeleta y Montenegro, teniente coronel de Caballería, que fue fusilado en Paracuellos

Todas estas cifras yo las he sometido al juicio de José Manuel de Ezpeleta, porque lleva muchos años investigando con paciencia infinita y sumo rigor lo que ocurrió en Paracuellos. Y tengo como lema de mi vida que siempre hay que dejarse acompañar de profesionales, incluso hasta para ir de excursión… Ezpeleta, por ejemplo, se ha dado cuenta de que en una expedición de unos 20 presos, que era conducida a Paracuellos, al llegar a los alrededores de la Alameda de Osuna los presos, que iban atados con hilo de bramante de dos en dos, consiguieron saltar de los camiones en marcha, y en ese mismo lugar unos murieron del golpe y a otros los milicianos que escoltaban a la comitiva los mataron y los enterraron en el cementerio antiguo de Barajas. Las víctimas de esta expedición, oficialmente figuran en Paracuellos y por lo tanto hay que restarlos de la lista de las Salesas. Igualmente, José Manuel de Ezpeleta ha restado también a los militares retirados por la ley de Azaña, que fueron detenidos  y que constan en las listas de las expediciones, aunque se salvaron todos por presentar la papeleta de adhesión a la República, sin embargo figuran como inhumados en Paracuellos en la lista de los 2.400.

Por la tanto, un conocimiento preciso de la cifra de los inhumados en Paracuellos exige mover mucho papel de diferentes archivos, para ir caso por caso y anotarlos en una base de datos, como lleva haciendo José Manuel de Ezpeleta durante tantos años de trabajo. Ezpeleta, que a mi juicio es el mejor estudioso que tenemos de la represión del Frente Popular en Madrid, sostiene que nunca se podrá conocer con exactitud cuántos fueron asesinados en Paracuellos. Se calcula que, solo en Madrid, los partidos “progresistas” del Frente Popular asesinaron a unas 27.000 personas en Madrid capital y su provincia. Pero resulta imposible saber dónde reposan los restos de todas ellas, porque a muchas de estas víctimas se las pierde el rastro una vez detenidas, cuando ingresan en las cárceles o en las 340 checas que había en Madrid.

Ezpeleta tiene identificadas en Paracuellos con nombre, apellidos, edad y profesión a 3.900 personas que fueron asesinadas allí. Cifra a la que hay que sumar otras 600 víctimas más que reposan en Paracuellos, pero asesinadas en otros lugares. Y de todos estos José Manuel de Ezpeleta ha identificado a 276 menores de edad, minoría que en 1936 llegaba hasta los 21 años, de los cuales 50 niños tenían entre 13 y 17 años.

La concienzuda investigación de José Manuel de Ezpeleta durante tantos años, como él comenta con sentido del humor, le ha obligado a trasladar cadáveres de un cementerio a otro y hasta resucitar algún muerto, porque personas a las que se les daba oficialmente como fallecidas, como hemos visto, se salvaron, y aunque figuran como fallecidos en algún documento, en otros aparecen sus declaraciones.

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Cruces de la fosa número 4, que mide 160 metros de longitud. Las cruces que los familiares de las víctimas han colocado en las fosas no indican el sitio exacto donde están los restos de cada uno, pues lo desconocen, ya que nunca ha habido exhumaciones en Paracuellos. Las víctimas permanecen tal como las enterraron sus verdugos

Por lo tanto, el rigor histórico, a la hora de dar cifras lo único que permite en Paracuellos es hablar de “identificados”, conscientes de que los fusilados son más, pero su número —como ya hemos dicho— nunca lo sabremos. Ezpeleta tiene identificadas en Paracuellos con nombre, apellidos, edad y profesión a 3.900 personas que fueron asesinadas allí. Cifra a la que hay que sumar otras 600 víctimas más que reposan en Paracuellos, pero asesinadas en otros lugares. Y de todos estos José Manuel de Ezpeleta ha identificado a 276 menores de edad, minoría que en 1936 llegaba hasta los 21 años, de los cuales 50 niños tenían entre 13 y 17 años.

La identificación solo se ha podido realizar mediante los datos de diferentes archivos, de muchos archivos públicos y privados, pues los familiares de las víctimas no han permitido que se remuevan sus restos. Los Gobiernos de Franco respetaron esta decisión y, por lo tanto, en Paracuellos nunca ha habido exhumaciones.

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Estas dos fotos están hechas muy poco después de acabar la guerra, cuando todavía no se había construido ninguna instalación en Paracuellos

Poco después de acabar la guerra, sobre la ladera del cerro de San Miguel se trazó una gran cruz de alquitrán, por lo que aparece en las fotos de la época de color negro. Para fijarla con mayor consistencia en la inclinada ladera, más tarde, respetando esas mismas dimensiones se hizo otra de cemento, sobre la que se echó una capa de alquitrán. Y fue ya en los años ochenta, cuando la cruz se pintó de blanco como aparece en la actualidad.

Esta cruz es la que fue profanada con pintadas en el año 2014 por unas cuantas mujeres desnudas de cintura para arriba, porque según ellas Paracuellos es un “símbolo del fascismo que pretende imponer el catolicismo como única creencia en España”. Lo que viene a confirmar el argumento de que lo que une a las fuerzas tan dispares de la izquierda es el odio a la religión católica, así fue en la Segunda República y la Guerra Civil, y así sigue siendo ahora.

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Plano publicado por Carlos Vicuña, Los mártires de El Escorial. Imprenta del Monasterio de El Escorial 1943. Página 224. En el plano figura un gran escudo de España, que hubo al principio y la cruz de color negro. La leyenda indica que la carretera que va a Belvis procede de Madrid, aunque propiamente su origen es el pueblo de Barajas, como decimos en el texto

En el Cementerio de los Mártires de Paracuellos, como así se llama ese santo recinto, todavía quedan restos de la antigua carretera que iba desde el pueblo de Barajas a Belvis, construida en el periodo de la Dictadura de Primo de Rivera. Dicha carretera atravesaba el arroyo seco de San José, más o menos en el lugar donde hoy se levanta la capilla del cementerio. Su antiguo trazado hoy está jalonado con lápidas, que distintas órdenes religiosas han colocado para recordar a sus mártires.

Por esta carretera traían desde Madrid a los presos que sacaban de las cárceles para ser asesinados. Las víctimas eran trasladadas en camiones y autobuses de la empresa municipal de transportes. José Manuel de Ezpeleta calcula que en cada traslado se tardaba de diez a once horas, desde que se leían las listas hasta que morían fusilados.

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Monolitos de los Paúles y de los Agustinos en recuerdo de sus mártires, cuyos nombres figuran en el reverso del monolito

Había que empezar por leer los nombres de los reclusos en voz alta en las galerías, para que fueran saliendo de las celdas, lo que costaba lo suyo entre que el ruido no dejaba oír y los presos no estaban por colaborar; como lo que se les decía es que se les iba a trasladar a Valencia, salían con sus hatillos donde guardaban las pocas pertenencias que tenían; una vez fuera de las celdas se les registraba uno a uno y se les despojaba de todo en el rastrillo de la cárcel; a continuación se les ataba con hilo de bramante de dos en dos, después se les subía a los vehículos, que se dirigían a Paracuellos rodeados de camiones llenos de milicianos con el arma cargada para rematar a quien conseguía saltar de los camiones en marcha, lo que sucedió en más de una ocasión al llegar a las afueras de Madrid, concretamente en los alrededores de la Alameda de Osuna, como hemos dicho. Además, desde que partían de las cárceles hasta que llegaban a Paracuellos, los vehículos al menos tenían que parar siete veces, en otros tantos controles que los distintos partidos habían establecido en ese itinerario, para dar la contraseña correcta y que se les franqueara el paso.

Al fin, la comitiva llegaba a Paracuellos por el sur y se detenía en la zona de los pinos. Allí habían hecho unas cercas con alambres de espinos, donde los condenados a morir descendían y permanecían a la espera de ir caminando al lugar exacto a donde iban a ser fusilados. Y sucedió en ocasiones que como todavía no les había dado tiempo a enterrar los cadáveres de una expedición, cuando llegaban los presos de la siguiente, era el suelo sembrado de muertos y teñido de sangre lo que les anunciaba sin piedad cómo iba a ser su final.

Esta masacre, por su magnitud, exigía una intendencia muy importante en medios, armamento y un nutrido número de milicianos, para poder llevarla a cabo, lo que hace imposible adjudicar la responsabilidad de estos miles de asesinatos a unos incontrolados que actuaban a espaldas de las autoridades del Frente Popular. Y todo esto fue perpetrado, no en una noche y a escondidas, sino durante un mes y a plena luz del día. Pero de los días con nubes, para ocultarse de la aviación de la España nacional. Por eso en los días despejados no hubo sacas.

Y sucedió en ocasiones que como todavía no les había dado tiempo a enterrar los cadáveres de una expedición, cuando llegaban los presos de la siguiente, era el suelo sembrado de muertos y teñido de sangre lo que les anunciaba sin piedad cómo iba a ser su final

Además de los sicarios que sacaban a los presos de las celdas, los registraban, los ataban y los trasladaban a Paracuellos, en ese lugar había siempre unos cien milicianos, que formaban los pelotones de fusilamientos.

Y con estos colaboraban las gentes del lugar, porque una vez que los verdugos los acribillaban a tiros, los comités del Frente Popular de Paracuellos y de los pueblos de alrededor bajaban con cuadrillas de aldeanos, que con sus caballerías y sus herramientas abrían las fosas y los enterraban. Como pago por su colaboración, a los enterradores se les permitía coger lo que quisieran de los cadáveres: ropas, zapatos y hasta piezas de las dentaduras…

De arrastrar los cuerpos hasta las fosas se encargaban las caballerías, a las que se ataba una cadena que acababa en un gancho para clavarlo en los cuerpos de los asesinados y arrastrarlos hasta el lugar de enterramiento. Tarea que se ahorraba a las bestias de carga, si previamente ya estaba abierta la fosa, porque en este caso a las víctimas se las asesinaba en el borde de la misma, para que su cuerpo inerte cayera en el hoyo.

También les digo que, salvo pocas excepciones, la casi totalidad de los historiadores, sean del color que sean, no admite que no estuvieran al tanto de lo que pasaba ni el presidente del Gobierno, el socialista Largo Caballero, ni el comunista Santiago Carrillo, responsable del orden público en Madrid

El tantas y tan justas veces citado en este artículo, José Manuel de Ezpeleta, ha descrito detalladamente la disposición de las fosas del cementerio. Aunque la cita es larga se la copio literalmente, porque es una magnífica guía para visitar con provecho el Cementerio de los Mártires de Paracuellos: “Todas las fosas del actual cementerio de los caídos de Paracuellos de Jarama, fueron abiertas por vecinos de los pueblos cercanos a dicho cementerio, unos voluntariamente y otros a la fuerza entre los días 7 de noviembre y 4 de diciembre de 1936, según consta en numerosas declaraciones de testigos y trabajadores de la época, excepto la fosa número siete, que se excavó en 1940 para recibir los cadáveres y restos exhumados procedentes de ‘Soto de Aldovea’ en Torrejón de Ardoz y de otros lugares de Madrid.

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La fosa número 1 se sitúa a la espalda de la capilla, recoge los restos de los fusilados en la mañana del día 7 de noviembre

La FOSA Nº 1. Se encuentra detrás de la capilla del cementerio. Allí reposan los fusilados procedentes de las cárceles Modelo, San Antón y Porlier, sacados en varias sacas de madrugada y por la mañana del día 7 de noviembre.

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La fosa número 2 recoge los restos de los fusilados el día 7 de noviembre por la tarde

La FOSA Nº 2. Se encuentra a la izquierda de la antigua carretera que va de la capilla a los pinos, lugar en el que hacían descender a los presos de los autobuses y camiones. Allí reposan los fusilados procedentes de las cárceles Modelo, San Antón y Porlier, en varias sacas por la tarde noche del mismo día 7 de noviembre.

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La fosa número 3, donde reposan los fusilados el día 8 de noviembre

La FOSA Nº 3. Es la primera de las dos que se encuentran a la derecha de la antigua carretera, nada más pasar un pequeño puente. Allí reposan los fusilados procedentes de las cárceles Modelo y Porlier, en otras sacas del día 8 de noviembre, junto con los que fueron fusilados el mismo día en el término de Soto de Aldovea, Torrejón de Ardoz, y que después de la guerra fueron exhumados y enterrados en la fosa nº 7, excavada para su inhumación, denominándose “Trasladados –exhumación de Soto Aldovea- y de varios lugares”.

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La fosa número 4 es la más grande, con sus 160 metros de largo, recorre todo el flanco izquierdo de la carretera de la entrada

La FOSA Nº 4. Es la más larga de todas, y está situada a la izquierda de la entrada al cementerio. Originalmente fueron varias fosas casi unidas unas con otras, aunque en la actualidad forma una sola. En su parte más cercana a la capilla, se encuentra un pequeño rectángulo unido al comienzo de la fosa, donde están los “Exhumados de otros lugares” que corresponde a los asesinados los días 18, 22 y 24 de noviembre. A continuación se encuentra una pequeña porción de fosa donde reposan los fusilados la mañana del día 9 de noviembre, procedentes de las cárceles Modelo y Porlier, en sacas preparadas a últimas horas del día anterior. El resto de la actual fosa, casi hasta la entrada al cementerio, corresponde a las originarias fosas donde reposan los fusilados procedentes de las cárceles Modelo, San Antón, Porlier y Ventas, correspondiente a las sacas de los días 15, 17, 18, 20 o 22, 27, 28, 29 o 30 de noviembre. Hay que recordar, que los presos que quedaban en la cárcel Modelo fueron evacuados a Porlier, San Antón y un pequeño número a Ventas, entre los días 14 y 16 de noviembre, aunque algunos fueron evacuados días antes.

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La fosa número 5, aunque es independiente, aparece inscrita en un mismo espacio con la fosa número 4 por el murete que rodea a las dos. La línea de separación entre una y otra está marcada en la fotografía por la cruz caída de la derecha

La FOSA Nº 5. Originalmente fueron dos fosas independientes, pero en la actualidad se encuentran formando una sola y adosada a la fosa nº 4, por la parte trasera de esta y más cercana a la entrada del cementerio. Allí reposan los fusilados procedentes de las cárceles de San Antón, Porlier y Ventas, extraídos los días de mayor número de sacas, aunque de menos presos en cada una de ellas. La zona más cercana a su actual monolito, corresponde a la de los días 28 y 29 de noviembre, y en su zona opuesta al día 3 de diciembre.

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La fosa número 6 es la más cercana al cercado norte del cementerio

La FOSA Nº 6. Desde su origen fue una sola fosa, situada en paralelo a la anterior, pero más cercana al muro norte del cementerio. Allí reposan los fusilados sacados de las cárceles de San Antón, Porlier y Ventas, correspondiente a las sacas de los días 1, 2, 3 o 4 de diciembre, junto a los “Trasladados Exhumaciones de diversos lugares”, según consta en la placa del adosado monolito de dicha fosa.

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Inhumación de los restos traídos del Soto de Aldovea y de otros lugares en uno de los cuarteles de la fosa número 7

Por último, la FOSA Nº 7. Esta fosa fue excavada después de la guerra. Se encuentra situada a continuación de la fosa nº 3 y paralela a esta. Interiormente está dividida en quince cuarteles o compartimentos, donde se colocaron los féretros de los casi 414 exhumados de “Soto de Aldovea” Torrejón de Ardoz, que fueron extraídos en varias sacas de las cárceles Modelo y Porlier, y fusilados el día 8 de noviembre. Según se desprende de los informes forenses, la gran mayoría no se pudo identificar debido a los tres años y medio transcurridos, aunque casi noventa de ellos sí lo fueron, no llegando a la docena de caídos, que fueron reclamados por sus familiares, y que no reposan con los demás. También en dicha fosa se encuentran varios centenares de asesinados en su mayoría en Madrid capital, y otros lugares de la Provincia, asesinados durante 1936. Todos estos últimos inhumados, fueron identificados posteriormente, excepto un pequeño número procedente de algunos cementerios limítrofes a la capital. Así como los restos de varias mujeres asesinadas durante la guerra –según los informes forenses-, que fueron encontradas junto a la fosa nº 1, siendo seguidamente inhumadas de nuevo en la misma fosa”.

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La fosa número 7 se abrió después de la guerra, en 1940

Son muchos los aspectos que, por falta de espacio, quedan sin analizar en este artículo, como el de responsabilidad de esta masacre. Volveremos sobre este punto otro domingo, porque exige una detenida exposición. Pero adelanto que al día de hoy ningún historiador admite que esta masacre fuera obra de unos incontrolados. Y también les digo que, salvo pocas excepciones, la casi totalidad de los historiadores, sean del color que sean, no admite que no estuvieran al tanto de lo que pasaba ni el presidente del Gobierno, el socialista Largo Caballero, ni el comunista Santiago Carrillo, responsable del orden público en Madrid.

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Entrada del cementerio de los Mártires de Paracuellos. Al fondo la capilla, donde se celebra la Santa Misa los primeros domingos de cada mes. La capilla fue inaugurada y bendecida por Monseñor Leopoldo Eijo Garay

Por último, decir que entre los miles de inhumados de Paracuellos hay 149 mártires que ya han sido beatificados, así como otros muchos que están en proceso. Un motivo más para visitar este santo recinto, por lo que les facilito el horario. El cementerio de los Mártires de Paracuellos, salvo los lunes y los martes, está abierto todos los días, incluidos los sábados y domingos. Todos los primeros domingos de cada mes a las 12 de la mañana se celebra la Santa Misa en la capilla.

Javier Paredes

Catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad de Alcalá.